19 de noviembre de 2009

Capítulo Séptimo de "Asesinato en el Ampurdan" y "Bloody Mary"


Capitulo 7

Como no estaba de humor, me puse unos tejanos y una camisa rápidamente, me pinté un poco los labios y bajé corriendo a ver si con la paella y un buen vino blanco se me pasaba el mal carácter y la sensación rara que había tenido toda la mañana.
En el porche estaban todos mis huéspedes menos los Martí. Alejandra y Fernando Blanchar estaban hablando y riendo, los Segura y los Codina bebían “Blody Mary” un cóctel preparado por Diego que le salía muy bien. En ese momento entró Miguel que venía de aparcar el coche y traía una maleta en la mano. Saludó a todo el mundo y me dijo:
-¡Hola Blanca! ¿Has visto a Tatiana?-
-Pues no, he estado toda la mañana haciendo cosas y no me he fijado. Sobre las doce, cuando he llegado del mercado, Diego me ha comentado que no había pedido el desayuno, pero ya no sé nada más. Debe estar en su habitación y no habrá querido desayunar. ¿Has ido de compras al mercadillo?- le pregunté mirando su maleta.
-No, vengo de Barcelona. Ayer me tuve que ir por una urgencia. Subo a lavarme las manos y miro si Tatiana está en el bungalow y si quiere venir a comer.-
-Espero que venga, no sabes lo buenas que le salen las paellas a la ccocinera.-
-Lo siento, pero mi mujer nunca come paella, dice que engorda. Está cargada de puñetas.-
-Diego- me giré al otro lado donde estaba el muchacho. –Por favor lleva esa maleta del señor Martí a su habitación-
-No, no hace falta. Está vacía. La he traído de Barcelona  porque con todo lo que se compró Tatiana ayer en Begur, no le  cabe en la bolsa que trajimos.- contestó Miguel.
Pero Diego ya la había cogido y se dirigía hacia el bungalow de los Martí. Miguel se fue con Diego. Pensé que era raro que un decorador tuviera una urgencia a las dos de la mañana, que es cuando llegaron la noche anterior de la cena en Palamos.
Cuando ya los había perdido de vista, me fui a hablar con los Codina. Eran propietarios de una casa en Monells, donde pasaban los fines de semana. Tenían cinco hijos y estaban el mi hotel de relax, ya que era el cumpleaños del hijo mayor, que había hecho una fiesta y su casa estaba llena de amigos. Estaba escuchando la cháchara de la señora Codina sobre la juventud y los problemas de los adolescentes, cuando vi a Miguel con la cara demudada, blanco como la cera y con los ojos llorosos. Diego venía como un poseso corriendo hacia mí. Me acerqué rápidamente y les pregunté:
-¿Qué pasa?-
-¡Tatiana está muerta!- gritó Miguel.
-¿Cómo dices?- no entendía lo que me decía.
-¡Coño, que está muerta! La hemos encontrado sentada en el sofá, con un papela de cocaína y sangre en la nariz.-
-Venga, tranquilízate, ahora mismo voy a llamar a un médico, a los mejor está desmallada.- solté intentando tranquilizarle.
-¡Joder Blanca, que está muerta! No tiene pulso y está blanca y fría.-
Inmediatamente me dirigí al teléfono y llamé al médico, rogándole que viniera urgentemente, y también a la ambulancia. Una vez colgado el teléfono me dirigí con Diego al bungalow de los Martí. No nos atrevimos a entrar del todo y eché una ojeada. Desde el ángulo de la puerta, no podía ver a la pobre Tatiana, pero si que vi un gran desorden y botellas de ginebra, whisky y unas botellas azules que no supe identificar, pero parecían de agua. Pensé que los ricos eran muy raros, ya que se hacían traer su propia agua.
Encargué a Diego que custodiase la habitación, para que no entrase nadie y me dispuse a tranquilizar a la clientela, que ya se habían enterado y estaban todos bastante histéricos. Alejandra no paraba de llorar. Parecía una plañidera siciliana, mesándose los cabellos y gritando incongruencias. Estuve a punto de pegarle un bofetón par que se le pasara el histerismo, pero me contuve.
Fernando, como diría mi amiga María, se quedó tan “pichi” o sea tan tranquilo, y los otros matrimonios se sentaron a esperar a que alguien les dijera lo que tenían que hacer.
Miguel tenía la cara entre verde y blanca como la cera y me dio la sensación que de un momento a otro iba a vomitar. Pero gracias a Dios, no lo hizo y se sentó con Alejandra a intentar calmarla.
Como aún no era consciente de la magnitud de la muerte de Tatiana, pensé que a quien había llamado era a mi médico de cabecera y no sabía si sería lo apropiado que el doctor Ferrer se hiciera cargo del cadáver.
El doctor era amigo mío desde que vivía en el Ampurdan. En realidad es traumatólogo, pero como es muy buena persona, siempre acude cuando le llamo o cuando tenemos una urgencia en el hotel. Llegó al cabo de media hora y no se imaginaba el panorama que se iba a encontrar.
-¡Hola Blanca! He venido lo antes posible. ¿Qué ha pasado?- me preguntó.
-Doctor, no lo sé. Me ha dicho el señor Martí, que es el marido de la muerta, que la ha encontrado sentada en una silla, con una papela de droga. Quizá sea una sobredosis. No hemos entrado hasta que vinieras.-
-Está bien, vamos a verla.- Y le acompañé hasta el bungalow de Tatiana. En vez de encontrarme a Diego vigilando la habitación, me topé con Alejandra y su enorme bolso Hermés.
-¿Dónde está Diego?- le pregunté extrañada y algo enfadada al no encontrarme al chico haciendo la vigilancia del bungalow de Tatiana, como le había mandado.
-Se ha ido a buscarme cigarrillos. Estoy muy nerviosa y se me habían acabado. Le he dicho que ya me quedaba yo vigilando. No pasa nada ¿No?
En aquel momento llegó Diego, y por la cara de enfado que debió notarme, dijo:
-Lo siento, Blanca, pero la señorita Alejandra me ha pedido tabaco. No he tardado nada.- me dijo con voz compungida.
-Bueno, no te preocupes, pero si doy una orden es por algo.- Y sin darle mas importancia dije a Alejandra y a Diego que se fueran. Entré detrás del doctor y la impresión fue tremenda. Sentada en el sofá y con el cuerpo caído hacia delante, la cabeza de Tatiana estaba apoyada en la mesita auxiliar con la nariz llena de sangre seca y un papel con restos de lo que me pareció cocaína. Sus ojos estaban abiertos y la expresión de su  cara era de dolor y sorpresa. Había vomitado y parecía un río de lava saliendo de su boca. Olía todo fatal, ya que además de los vómitos había defecado y se notaba un cierto tufillo a no se que, que a mi me pareció ajo. Su piel estaba cianótica y sus manos parecían unas garras de pájaro.
La habitación estaba completamente desordenada. Como si la noche antes hubieran hecho una fiesta. Por esto me habían despertado a las dos de la madrugada. Menuda bacanal se habían montado. Las botellas de ginebra y whisky estaban por todos lados y los ceniceros repletos de colillas, aumentaban el tufo de la habitación.
El doctor Ferrer comprobó que estaba muerta. Yo nunca había visto un muerto de verdad y la impresión fue bastante fuerte. Cuando mis padres murieron no los vi, gracias a Dios, y los muertos que se ven en las películas o en el cine no tienen nada que ver con uno de verdad. Así que imaginé que la que estaba como la cera de blanca, era yo, ya que el doctor me hizo salir de la habitación, cogiéndome fuertemente del brazo.
-Blanca, voy a llamar a la ambulancia. ¿Has llamado a la policía?
-No, he llamado a la ambulancia. No creo que tarden. Pero a la policía, no.
-Tendrá que venir el juez de guardia para dar la orden de levantar el cadáver. El forense tendrá que practicarle la autopsia, ya que ha muerto en extrañas circunstancias. Supongo que ha fallecido de una sobredosis de coca o de cualquier droga. Pero ya sabes que lo mío son los huesos. Lo único que puedo hacer por ella, es certificar su muerte.-
Salimos del bungalow y nos dirigimos sin mediar palabra a la biblioteca. Desde allí el doctor volvió a llamar a la ambulancia y a la policía.
Mientras Manuela preparaba tila para todos, oí la llegada de una coche. Pensé que rápido que se presentaba la poli. Pero para mi asombro era un golf rojo, con unas llantas muy chillonas. Fui a ver quien era, ya que solo me faltaba que vinieran visitas al hotel en ese momento, pero Blanchar me cortó el paso para decirme que avisara al médico, ya que Alejandra estaba histérica y quería que le administraran un sedante. Como la prioridad son mis huéspedes y no mi curiosidad, me olvidé el coche rojo y fui a buscar el doctor para que pudiera atender a Alejandra.

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