30 de diciembre de 2009

Capítulo Quince de "Asesinato en el Ampurdan" y Sanwiches de Aguacate y Pollo

(...) Dejé a Miguel medio dormido en mi cama y después de ducharme y vestirme, bajé a recepción para ver como estaban las cosas en el hotel. La tranquilidad era absoluta. Los clientes se habían marchado a cenar fuera y no había ni rastro de Fernando Blanchar. Cogí unos sanwiches de la cocina y una botella de vino y subí de nuevo a mi lecho de amor. Volvimos a hacer el amor, esta vez con mucha mas calma, explorando nuestros cuerpos y descubriendo nuestra complicidad en el sexo. Dormí abrazada a Miguel en la misma postura toda la noche, algo que no hacía desde recién casada y mi amor por mi marido era lo más grande que tenía.


Cuando nos despertamos sobre la ocho de la mañana, aún lo deseaba más que la noche anterior. Cuando recién separada y ligando sin ton ni son, me despertaba con un hombre en la cama, me arrepentía inmediatamente de lo que había hecho la noche anterior. Pero esta vez era distinto. Me dio un beso y me dijo:
-Buenos días, amor. No te muevas, voy a llamar que nos suban el desayuno.-
-Gracias, pero no puedo. Tengo que bajar a ayudar. Tú quédate aquí y te lo hago subir. Cuando acabe el trabajo vuelvo, no tardaré.- Y sin darle tiempo para que me convenciera de volver a la cama, me duché y me vestí y bajé a la cocina.
Manuela mi miró con cara de pocos amigos, pero no me comentó nada con respecto a mi aventura. Debió de pensar que yo ya era bastante mayorcita para hacer lo que estaba haciendo.
-Blanca, ¿Has vuelto a enviar a Diego a hacer averiguaciones?- la voz de Manuela sonaba preocupada- ¡No sé donde está!
-No, le dije que dejara las investigaciones. ¿Habéis mirado en su habitación? Igual se ha quedado dormido.-
-Si, no está.- contestó Manuela y sin decirme nada más, me pasó una bandeja repleta de croissants  para que la dejara en el aparador del comedor. Me estaba dirigiendo hacía allí, cuando topé con Fernando Blanchar.
-Buenos días, Blanca, quisiera hablar con usted-
-Buenos días, señor Blanchar, sentémonos aquí- le dije ofreciéndole una de las sillas del comedor.
-Voy a ir al grano- Su cara mudó hasta parecer un espectro amenazador. – Me revienta bastante que alguien esté metiendo las narices en mis asuntos, así que se lo advierto, deje de molestarme.-
-Señor Blanchar, no se de que me está hablando- le contesté con muy poca convicción.
-Creo que si lo sabe y su chico también. No se meta donde no la llaman. Sería peligroso. Está advertida- me dijo con la cara completamente demudada por la furia. - Y haga el favor de prepararme la factura, me voy ahora mismo.-
Sin mediar palabra, se fue por las escaleras y le perdí de vista. El cuerpo me temblaba de rabia. ¿Me había amenazado semejante cretino? ¿Qué se había creído? Si llamaba al inspector Pons contándole la amenaza, aún me caería otra bronca y me diría que ya me lo había advertido. Subí a la habitación para contárselo a Miguel y que él me diera su opinión. Cuando llegué, Miguel estaba vestido y a punto de salir.
-¡Miguel, ¡Que haces! ¿Te vas?-
-Si, lo siento. Me ha llamado Alejandra. Está en Barcelona y quiere verme. Me ha dicho que Tatiana le había prometido que le regalaría un collar de perlas australianas.-
-¿Y se lo tienes que dar?-
-Bueno, ¿Por qué no? Además es verdad. Tatiana siempre se lo dejaba. No me cuesta nada regalárselo. Se va a Madrid esta noche y me ha pedido si se lo podía dar hoy. He quedado de aquí una hora en mi casa.-
-¿De aquí a una hora?- le pregunté sorprendida. El trayecto desde mi hotel a su casa debía de ser de hora y media, más o menos. Eso sin contar la entrada de Barcelona, que por la tarde siempre está algo colapsada.
-Conduzco rápido- se pavoneó, pero como tampoco era cuestión de que le hiciera la advertencia de que no corriera por la carretera, ya era demasiado mayor, le acompañé hasta su coche y le vi alejarse por el camino de grava. Me recordó no se que película muy triste en que la protagonista estaba en una casa de la Costa Azul y se despedía de su amante, sin saber que él no iba a volver más.
Una vez hubo partido, me fui directa a mi despacho y llamé a la agencia de detectives, donde yo colaboraba en invierno. Quería saber más cosas del imbécil de Fernando Blanchar. Estaba segura que ese tipo tenía algo que ver con el asesinato de Tatiana. Se puso la telefonista:
-Agencia de Detectives Frigola y Marrugat Asociados. ¿Dígame?-
-¡Hola Vanesa! Soy Blanca Spinola. ¿Está el jefe?-
-Si, te lo paso.-
-Aquí Marrugat-
-¡Hola Pepe! Soy Blanca. ¿Cómo estás?-
-¡Hombre Blanca! ¿Qué tal? Ya me he enterado del asesinato en tu hotel. ¡Vaya putada!-
-Pues si, la verdad. Oye quisiera que me hicieras unas averiguaciones. Quiero saber todo lo referente sobre un hombre que se llama Fernando Blanchar. Trabaja o es socio de una discoteca de Lérida, que se llama Xaraida. Tiene unos 30 años, es alto, guapo y se debe machacar todo el día en algún gimnasio.-
-¿Qué pasa, te gusta?-
-¡No digas tonterías! Todo lo contrario. Estoy segura que tiene algo que ver con el asesinato cometido en mi hotel.-
-Está bien. No te preocupes. Me pongo a trabajar. Ya te llamaré.- Y colgó el teléfono. Pepe Marrugat es un tipo peculiar. No somos íntimos amigos, pero nos caemos bien. Cuando en invierno yo cerraba el hotel, me admitía en su despacho dos días a la semana, más o menos, para ayudarle en los informes y en la búsqueda por Internet de datos que se necesitaban para los distintos casos en que trabajaba. Hacía ya varios años que manteníamos esa colaboración, al tener yo un paquete accionarial de la agencia.
Mientras estaba pensado en las ganas que tenía de volver a la agencia de detectives a colaborar con los casos de Pepe, se presentó Manuela completamente alterada y llorosa, en la puerta de mi despacho.
-Blanca, ¡Ay, mi niña! ¡Que desgracia! Han llamado del hospital de Palamos. Diego está en la UCI. Le ha atropellado un coche.
-¡Dios mío! ¿Cómo está? ¿Qué ha pasado?-  Le pregunté presa del pánico.
-No se nada más.- Y ya no pudo hablar más porque el llanto la enmudeció. Intenté consolarla, pero yo tampoco tenía consuelo. Diego era como un nieto para Manuela y como un hijo para mí. Lo conoció mi hija Paola cuando estudiaba en Suiza. El era hijo de inmigrantes andaluces, afincados en Montreaux  y al comentarle Paola que yo montaba un hotel, se vino para el Ampurdan. Desde entonces, y hacia ya dos años, estaba siempre conmigo. Era un chaval simpático y extrovertido, muy cariñoso y al que todo el mundo apreciaba.
Llamé al hospital y no pudieron decirme nada más. Tenía que ir en persona. No sé que les costaba decirme en que situación se encontraba el chico. Prometí a Manuela que nada mas llegar al hospital la llamaría para darle noticias y me fui a buscar el coche del hotel, (el mío seguía en el taller) para poder llegar lo antes posible al hospital de Palamos.
Por el camino pensé que era muy raro que Diego no hubiera cogido ese coche para ir al pueblo por la mañana. Se debía de haber llevado su moto, pensando quizá que yo necesitaría el coche. El trayecto del hotel al hospital es normalmente de unos veinte minutos, pero ese día, saltándome todas las normas de tráfico, lo hice en diez. Mi angustia era tal que no podía perdonarme haber comprado a Diego la moto por su cumpleaños. Los accidentes de moto eran terribles. Cuando llegué al hospital, dejé el coche el en primer sitio que se me ocurrió, sin importarme la multa posterior y entré directamente en urgencias.
-Por favor, me han llamado diciendo que hay un chico, Diego Bellido que ha tenido un accidente- le dije a la enfermera de recepción.
-Si, un momento, espere en la sala de aquí al lado-
-¿Cómo está?- le pregunté al borde la histeria.
-Ahora llamo al médico de guardia que la informará. ¿Es usted su madre?-
-No, pero como si lo fuera, sus padres viven en el extranjero y el chico está a mi cargo.-
-Venga, señora, no se preocupe, ahora mismo saldrán de la UCI y la informarán.- Me contestó la recepcionista, un poco más amable, al ver mi cara de angustia. Estuve esperando como media hora, lo que me pareció una eternidad. Cuando ya iba a soltarle un bufido a la sufrida enfermera de recepción, apareció un médico.
-¿Familiares de Diego Bellido?-
-¡Yo! Doctor, soy como su madre. Diego trabaja para mí. Sus padres viven en Suiza. ¡Dígame, por favor! ¿Cómo está?-
-¡Cálmese señora! Diego está fuera de peligro, pero tiene tres costillas rotas y una rotura de los ligamentos cruzados de la rodilla. Tiene todo el cuerpo magullado. Cuando le baje la inflamación de la rodilla, tendremos que operarla. Las costillas tienen que curar por si solas. Ahora está dormido, le hemos administrado calmantes, pero en cuanto se despierte yo la aviso y pasa un momento a verle. Gracias que llevaba el casco puesto, sino no se que hubiera pasado.-
-¡Gracias! Doctor- y sin poder evitarlo me eché a llorar. Una vez vaciado mi lacrimal, llamé a Manuela para comentarle el estado fuera de peligro de Diego y que volvería al hotel una vez le hubiera visto. Mientras hablaba con Manuela, vi a dos Mossos de escuadra dirigirse a la enfermera de la entrada y vi que ésta me señalaba y se dirigían hacia mí.
-Buenos días, señora. ¿Usted está con el chaval que han atropellado¿-
-Si, agente. Diego trabaja para mí en el hotel “El Paraíso Perdido” ¿Me pueden explicar que ha pasado?-
-Pues mire, según un “Pagés” que estaba en su campo en ese momento, el chico circulaba con la moto tranquilamente por una carretera secundaria, cuando un coche le embistió por detrás. El coche no ha parado y ha huido. Suerte del hombre que lo vio todo y llamó por su móvil a la ambulancia y a nosotros.
-¡Que horror! Y ¿Ha visto la matrícula o como era el coche?-
-No, solo nos ha dicho que era un coche rojo. De todas maneras, estamos preguntando por las casas de la zona, para ver si alguien ha visto algo más. La moto está en el desguace. Cuando el chaval se despierte le tomaremos declaración, para ver si sabe algo más. Ya la mantendremos informada. Nos tendría que dar el teléfono de los padres del muchacho, para comunicárselo.
-Agente, por favor, se van a asustar mucho. Déjeme que les llame yo.-
-Está bien, pero mas tarde, cuando le vaya bien, pásese por las oficinas de los Mossos aquí en Palamos, para recoger los papeles de la moto y firmar la baja. El hospital ya nos comunicará cuando el chico esté despierto para tomarle declaración.- y dándome la mano en señal de despedida se fueron.
Después de dos horas de espera, volvió a salir el mismo médico que me había dado el parte y me dijo que ya podía entrar a ver a Diego.
La UCI era una sala cuadrada, con un centro de mando para médicos y enfermeras y a su alrededor estaban los distintos boxes separados por cortinas. Diego estaba en medio, junto delate de las enfermeras. El pobrecito estaba lleno de arañazos y magulladuras. Tenía un ojo hinchado y su cuerpo estaba tapado por la sábana, pero se entrevía una pierna completamente vendada. Estaba medio dormido pero me había preguntado por mí. Esperé un poco y al cabo de unos minutos, abrió el ojo que no tenía hinchado.
-Diego, cariño, ¿Cómo estas?-
-¡Jolin!, me duelo todo.-
-Bueno, gracias a Dios estás fuera de peligro. Ahora procura dormir.-
-¡Oye Blanca! Vi el coche que me embistió. Era el golf rojo de Manuel García.-
-¿Qué? ¿Estás seguro?- No podía creerlo.
-Si, segurísimo. Lo vi por el espejo retrovisor. Iban dos personas en el coche. Al copiloto no lo vi, pero el conductor era Manuel García. Yo circulaba por la carretera interior de Palafrugell a Palamos. Me seguían desde que salí del hotel. Primero no le di importancia, pero cuando vi que se me iban acercando, me entró miedo. ¡Dame un poco de agua, Blanca, por favor!-
Le acerqué el vaso con la cañita y se lo puse en los labios, que parecían los de Marujita Diaz. Una vez hubo bebido, siguió hablando:
-Me acordé de lo que habías hablado con el inspector, que te había dicho que Fernando Blanchar es peligroso. No vi si el copiloto era Blanchar. No lo vi. Solo noté que el coche se aproximaba más y más, hasta que en un momento los tuve encima. Me chocaron por detrás y pasaron por encima de la moto. Yo había salido volando por el golpe. Y ya no recuerdo nada más.
-Bueno, ahora tranquilo, descansa. Luego cuando venga la policía se lo cuentas. De todas maneras ahora voy a llamarles para comentárselo. Por la tarde vuelvo a verte. Aquí hay horas de visita y el médico me ha dejado entrar solo un momento.- y dándole un beso en la frente le dejé descansar.- 

Receta de Sanwich de Aguacate y Pollo


COBB SAND, originally uploaded by markofauxto.


Ingredientes:

  • Pan de molde
  • Lechuga
  • Tomates
  • Aguacate maduro
  • Queso azul
  • Pechugas de Pollo
Preparación:

  • Encima de una capa de pan, poner la lechuga, el tomate, el aguacate cortado en finas láminas, el queso y el pollo.
  • Sazonar y poner un poco de aceite de oliva en los ingredientes y tapar con otra capa de pan.

24 de diciembre de 2009

Capitulo Catorce de "Asesinato en el Ampurdan" y Receta de Ensalada de Espinacas

14

El fin de semana pasó rápido. No recibí ninguna llamada de Miguel y en la prensa, a parte de comentar que Miguel estaba fuera sin cargos, no se volvió a mencionar el asesinato de Tatiana. Pero yo no podía olvidarlo. En mi hotel había muerto una persona, no por un accidente, sino por envenenamiento. Era muy fuerte. Tenía que averiguar lo que había pasado, por la reputación de mi hotel y sobre todo por ayudar a Miguel. Pero ¿Cómo se conseguía el arsénico? ¿Qué motivo podía tener el posible asesino para matar a Tatiana? ¿Podría ser alguien de fuera del entorno de Tatiana, un simple ladrón que entrara en el bungalow?  Tenía tantas preguntas sin respuesta que no me dejaban concentrarme en mi trabajo del hotel. Como no soporto comerme el coco, decidí llamar al inspector Pons, y preguntarle si sabía algo nuevo. En comisaría me dijeron que Pons había salido, así que deje el recado que me llamara. Solo colgar el teléfono, este sonó.
-¿Diga?- dije esperando oír la voz del inspector.
-¿Señorita Spinola?-
-Si.-
-Soy Fernando Blanchar. Quisiera reservar una habitación para mañana martes hasta el jueves.-
-Muy bien, no hay problema. Hasta mañana.- Y colgué con una cierta aprensión. ¿Para que venía otra vez y entre semana? ¿Es que no trabajaba? ¿No sería que Diego había levantado sospechas, haciendo tantas preguntas?
El lunes es un día tonto de la semana en Palafrugell. Las tiendas y mercado están cerrados y  yo aprovecho para hacer cosas en el despacho y leer las últimas adquisiciones de libros. Me dediqué toda la mañana al papeleo y a buscar un vuelo para Nueva York. Quería ir a ver a Paola. Aún faltaban mucho tiempo para el desfile de su graduación como diseñadora de moda, pero si reservaba los billetes con tiempo, me saldría mas barato. Mi vena escocesa y catalana se imponía de cuando en cuando. No iba a pagar más por algo que podía conseguir por menos. Tenía ganas de ver a mi hija. Hacía medio año que se había instalado en Nueva York y aún no había ido a verla. Cuando estábamos juntas siempre nos los pasábamos bien. Por la tarde me leí enterito un libro de Alexandra Marinina, “Los crímenes del balneario”. El libro protagonizado por la criminóloga de la policía de Moscú, Anastasia Kamesnkaya, ocurría en un balneario de lujo perteneciente a un poderoso capo ruso y se cometía un asesinato. ¡Vaya coincidencia!
Tengo que decir que no solo leo novela policíaca o de misterio. También toda clase de libros. Pero mi principal afición es la novela negra. Me hubiera encantado ser policía, pero creo que ya no estoy a tiempo.
Eran ya las siete de la tarde  y me disponía a subir un rato al gimnasio, cuando volvió a sonar el teléfono.
-Señorita Spinola, soy Pons. ¿Me ha llamado?-
-Si, inspector. Quería decirle que me he enterado de algo que creo que debería saber.-
-Soy todo oídos- me contestó con un deje que me pareció de sorna.
-Mire inspector, ayer Diego, el chico que me ayuda en el hotel, fue a una discoteca del pueblo. Se encontró haciendo de portero al que trajo la maleta de Alejandra. También averiguó que antes había trabajado en la misma discoteca donde Fernando Blanchar está de Relaciones Públicas en Lérida. ¿No le parece raro que esos dos se conocieran el Lérida y ahora estén aquí, justo cuando alguien ha asesinado a la señora Martí? Ese Blanchar es algo raro y tengo la corazonada de que esconde algo.-
-Señorita Spinola, ¡Esté alerta! Ese tipo no es agua clara. De momento no tengo más información de esas personas, pero cuanto más lejos esté de Blanchar, mejor. Es un tipo violento.-
-Pero inspector. ¿Qué quiere que haga? Mañana viene de huésped del hotel.-
-Mire, señorita Spinola. Yo he estado observando su biblioteca y sé que es aficionada a las novelas de detectives y policías. Usted dirija su hotel, que nosotros ya averiguaremos quien envenenó a la señora Martí. ¿Me ha comprendido?- dijo alzando un poco la voz.
-Si, le entiendo. Pero yo no puedo ahora decir al señor Blanchar que no venga al hotel. Tiene la reserva ya hecha.- dije defendiéndome.
-Vale, vale, pero no se meta en problemas. La volveré a llamar.- Y colgó sin decirme nada más y dejándome con un sin sabor y con un poquito de miedo en el cuerpo. Pensé en advertir a Diego de lo que me había comentado Pons. Cogí el interfono y marqué a recepción.
-Diego, mañana viene Fernando Blanchar a hospedarse al hotel. Se quedará hasta el jueves. Si te pregunta algo, tú no sabes nada. Pura coincidencia de que hablases con Manuel García en la discoteca. Saca balones fuera. He hablado con el inspector Pons y me ha dicho que Blanchar es un tipo violento. Así que hemos acabado de hacer de detectives. ¿Me has entendido?- y sin dejarle apenas reaccionar, colgué el interfono y me fui directa a mi habitación, a ver si con una buena película de amor me olvidaba de mis labores detectivescas, que presentía peligrosas. Era como el día que murió Tatiana. Tenía un no se que en el cuerpo que me hacía estar nerviosa. Debía de ser ese sexto sentido que dicen tenemos las mujeres. Hacía tiempo que no lo ponía en práctica, pero en el pasado, cuando mi ex marido Alberto me ponía los cuernos, lo tenía muy desarrollado. Las cenas de negocios, el fin de semana de caza, el gimnasio a todas horas, las reuniones de trabajo, etc. Fueron los precursores de mi olfato detectivesco.
Eran las once de la noche y entre vuelta y vuelta en la cama sin poder dormir ni concentrarme en la película de la televisión, sonó el móvil. Era Miguel.
-¡Blanca! Buenas noches, ¿Estabas durmiendo?
-¡No, que va!  Estaba viendo una película.-
-Mira, acabo de llegar de una reunión con los abogados de Tatiana. Mañana se abre el testamento de mi mujer. Supongo que toda su fortuna pasará a mí. Voy a ser un hombre rico.- me dijo Miguel que no podía contener su alegría. No me gustó ese aspecto. Pensé que no era el momento de proclamar y alegrarse de su riqueza, cuando hacía tan poco tiempo que había enterrado a su mujer. Pero quizá tantos millones hacían que la gente se dejase de sentimentalismos y se volviese pragmática. Un poco seca y recelosa de su actitud le contesté:
-Bueno, pues me alegro por ti. Ahora tengo que colgarte pues me estoy muriendo de sueño.- Me había molestado en gran manera esa postura frívola que estaba manteniendo Miguel. ¿Me había equivocado otra vez al juzgar a un hombre? Fue mi último pensamiento antes de quedarme dormida.
Esa semana tenía tres habitaciones ocupadas. Eran matrimonios extranjeros, dos alemanes y unos franceses. Era la primera vez, desde que estaba abierto el hotel, que venían franceses y con lo que saben ellos de cocina, tenía que esmerarme.
Me dirigí al mercado. Compré lubinas, doradas y gambas. Manuela quería preparar pescado al horno, con patatitas, cebollas y tomate y su toque de jerez, que hacía que nos chupáramos los dedos. En las “Pagesas” me surtí de tomates, ensaladas, cebollas y ajos tiernos. Como no me cabía nasa más en el cesto, me fui al coche cargada como una mula, para dejar los productos allí y volver al mercado a por lo que me faltaba. Cuando llegué al aparcamiento, que es un descampado en medio del pueblo, me encontré con la ventana del coche rota. Me habían robado la documentación del vehículo y pinchado las cuatro ruedas. Debía de ser una gamberrada, pero vaya gracia que me hizo. Di parte a la policía municipal, llamé a Diego para que viniera a buscarme y al RACC para que se llevara el coche al taller.
Cuando llegamos al hotel, Laura nos dijo que Fernando Blanchar ya estaba alojado en la suite y que quería verme. Le dije que fuera a decirle que en ese momento no estaba y que ya la vería después de comer.
No me apetecía para nada verle, ni hablar, ni nada de nada. Pero no podía aplazar mucho tiempo el encuentro. Me refugié en mi despacho y llamé al taller para solucionar el tema de mi coche. Estaba enfrascada en facturas y papeleos, cuando se abrió la puerta del despacho y entró Miguel. La sorpresa fue mayúscula.
-¡Miguel! ¿Qué haces aquí?-
-Tenía ganas de verte- y sin esperar mi respuesta, me cogió de la cintura y me dio un beso largo y cálido. Yo, evidentemente le correspondí. Fue un abrazo y un beso con toda la pasión que tenía acumulada en mi interior. Me dejé llevar y un cosquilleo agradable empezó a subirme por la entrepierna. Me había olvidado de la sensación amarga que me había dejado la noche anterior con su interés por el dinero.
-¡Miguel! ¡Para por favor!- Yo notaba su miembro viril aplastado contra mi cuerpo y no quería que nadie me cogiera “In fraganti” en aquella situación.
-Blanca, me gustas, pienso en ti cada día. Te deseo.-
-Miguel, para por favor. ¿Quieres que vayamos a comer por ahí? Si quieres nos vamos a Llafranch a comer una paella.
-¡Vale! estoy muerto de hambre-
Salimos del despacho y en recepción Diego me miró con cara extrañada.
-Diego, me voy a comer fuera con el señor Martí, si quieres algo me llamas al móvil.- y sin esperar su respuesta Miguel y yo no fuimos hacia su coche.
Llafranch es un pueblecito de veraneantes, con una playa muy bonita y un puerto náutico. En esa época del año aún no estaban todos los restaurantes abiertos y nos metimos en el primero que encontramos al lado del mar. Hacía mal día, el mar estaba bastante embravecido y el cielo iba a descargar de un momento a otro una gran tormenta. La tramontana, ese viento tan típico de la Costa Brava, soplaba dentro de mi mente y en el paisaje ampurdanés. Invitaba a la locura y a la pasión. Para mí, era el tiempo ideal para una cita romántica como la que estaba teniendo. Mientras esperábamos la paella nos tomamos una botella de vino blanco bien frío y una ensalada de espinacas con tomates cherry y bacon. Ya íbamos por la segunda botella, cuando Miguel me cogió las manos y me dijo:
-Blanca, lo que te he dicho antes en tu despacho es verdad. ¡Me gustas mucho! Ya se que apenas nos conocemos, pero no me hace falta esperar meses para saber lo que quiero.-
-Miguel, ya te lo dije el otro día. Ahora no es el momento. Creo que debemos un respeto a tu mujer. Además, la policía puede pensar mal de nosotros. Deja que pase un poco el tiempo. Las cosas se irán poniendo en su sitio y todo se calmará.
-Blanca, hace mucho que yo ya no quería a mi mujer. Siento mucho que haya muerto, pero la vida continua. Yo estoy vivo y tú también. Además ya somos mayorcitos. Y lo más importante, ¡me gustas!- me dijo con una voz tierna y apasionada a la vez.
-¡Dame tiempo!- pero lo debí decir con la boquita muy pequeña, ya que cuando llegamos al hotel, me cogió de la mano y me acompañó a mi habitación. Sin ninguna protesta por mi parte, sino todo lo contrario, hicimos el amor durante toda la tarde.










 !FELIZ NAVIDAD A TODOS MIS SEGUIDORES DEL BLOG!






















Receta de Ensalada de espinacas


ensalada de espinacas, originally uploaded by Delicias y Tentaciones.


Ingredientes:

  • 1 bolsa de espinacas tiernas
  • 1 magrana
  • 4 trozos de queso de cabra
  • 7 tomates cherry
  • 1 paquetes de tiras de bacon
  • pan frito en cuadraditos pequeños
  • sal, pimienta, aceite de oliva y vinagre de sidra
Preparación:

  • En un bol grande poner las espinacas, el queso, las tiras de bacon bien fritas, el pan frito, el queso en rodajas, la magrana y los tomates cherry partidos por la mitad.
  • Preparar la vinagreta con el aceite, el vinagre la sal y la pimienta y aderezar la ensalada.

21 de diciembre de 2009

Receta de Solomillo a las Tres Pimientas


Papibou (2009), originally uploaded by encantadisimo.


Ingredientes:

  • 1 pieza de solomillo de 1Kg.
  • Aceite de oliva
  • sal Maldon
  • 1 cebolla picada
  • 1/2 vaso de Jerez seco
  • 1/2 l. de caldo de carne
  • 1/4 l. de nata liquida
  • 2 cucharadas de maicena
  • bolas de pimienta negra, verde y rosa
Preparación:

  • Partir el solomillo en medallones gruesos y dorar en la parrilla muy caliente al punto que se desee. Salpimentar. Poner en una fuente de horno y cubrir con el aceite de oliva. Reservar.
  • Para la salsa a las tres pimientas:
  • rehogar en aceite la cebolla hasta que esté dorada. Desglasar en el Jerez y añadir el caldo de carne y la nata. Dejar cocer unos 20 minutos. Espesar con la maicena diluida en agua fría. Dejar cocer unos minutos más. Añadir las pimientas y sazonar la salsa.
  • 30 minutos antes de servir el solomillo hornearlo a 50 grados. Escurrir bien el aceite y verter la salsa por encima.

Capítulo Trece de "Asesinato en el Ampurdan" y Receta de Guisantes Estofados

13


El viernes amaneció radiante. Parecía un día de verano aunque estábamos en plena primavera. Días así hacen que me sienta alegre y llena de energía. Siempre pienso en la suerte que tenemos los españoles con nuestro maravilloso clima. A la que llueve tres días seguidos, se nos cae el mundo encima y nada funciona. Estaba elucubrando como una Minerva Piquero cualquiera, cuando sonó el teléfono de mi despacho.
-¿Diga?-
-Señorita Spinola, soy el inspector Pons.-
-Buenos días, inspector. ¿Qué tal todo?-
-Bien, bien. Le quería comentar que tenía razón en lo de Alejandra Jiménez. Hemos investigado todos los vuelos regulares y puentes aéreos del viernes pasado y en ninguno figura la señorita Alejandra Jiménez. En cambio, hoy en RENFE nos han confirmado que viajó una pasajera con ese nombre el miércoles por la noche , con salida de Madrid y llegada a Barcelona el jueves por la mañana a las ocho horas. Usted ha declarado que la vio en el mercado sobre el mediodía del jueves. ¿No es así?-
-Si, inspector, correcto.-
-De momento no le hemos dicho nada, ya que estamos intentando averiguar más cosas de ella. Por favor manténgame el secreto, solo la quería informar ya que usted tenía razón. La señorita Jiménez era la persona que vio en el mercado. La citaré a declarar la semana que viene. ¡AH! Otra cosa. El señor Martí ha salido. Comprobamos su coartada y efectivamente estaba en una discoteca en la madrugada del sábado. La hora de la muerte de la señora Martí se produjo entre las dos y media o tres y la tres y media de la madrugada. A esa hora el señor Martí estaba en la discoteca. De todas maneras….- Y se quedó un momento callado. –No sé, bueno, ya la volveré a llamar.- Parecía que iba a añadir algo más, pero calló.
-Gracias, inspector y como no me dijo nada más, colgué el teléfono.
Así que Alejandra nos había mentido a todos. ¿Por qué? Alejandra era la íntima amiga de Tatiana. ¿Por qué razón iba a matarla? ¿Qué móvil podría tener? Le preguntaría a Miguel, a ver si sabía algo al respecto de esa amistad. Y sin esperar a que fuera él quien me llamara, marqué su móvil.
-¡Hola Miguel! ¿Cómo estas?-
-¡Blanca! ¡Que alegría! Bien, gracias.-
-Oye, te quería preguntar una cosa. No se si sabrás que Alejandra dijo que llegó el viernes por la mañana en avión desde Madrid, pero no es así. Es mentira. El jueves me la encontré en el mercado de Palafrugell. En ese momento no le di más importancia, pero me gustaría saber el motivo de su patraña. ¿Hace mucho tiempo que eran amigas tu mujer y Alejandra?-
-Pues la verdad, exactamente no lo sé. Más o menos dos años. Se conocieron en Madrid en una cena y durante el último año siempre viajaban juntas. Alejandra le hacia compañía. Yo no podía ir con ellas siempre. Primero porque no tengo tanto dinero y segundo que tengo que trabajar. Cada dos por tres viajaban por ahí. En los últimos meses habían estado en Miami, Paris, Gstaad. Londres y Marrakech. Yo estuve un fin de semana con ellas en Londres, pero nada más. Nunca le pregunté, pero creo que Tatiana le pagaba los viajes y todos los caprichos a Alejandra. Tatiana no mezclaba sus amistades conmigo, por lo que conozco poco a Alejandra. ¡Oye Blanca! ¡Quiero verte!-
-Mira Miguel, esta semana tengo el hotel lleno. Tenemos un congreso. Pero si quieres la semana que viene nos vemos. Yo también quiero verte. – No había pensado mucho en él, pero la verdad me apetecía volver a verlo. Nos despedimos quedando que ya nos llamaríamos y seguí con mi trabajo en el hotel.
Los huéspedes de ese fin de semana empezaron a llegar después de comer. Eran todos ejecutivos y ejecutivas jóvenes, que su empresa les hacia una serie de juegos y gymkhanas para fomentar el trabajo en equipo (team work) y una reunión de ventas. Bajé a la cocina a ayudar a Manuela y a Laura a preparar la cena del viernes. El sábado y el domingo, comerían y cenarían en otro hotel de la zona, por lo que quería esmerarme en esa única cena para mis huéspedes.
Cuando entré en las posesiones de Manuela, ésta estaba desvainando guisantes. Los guisantes los hago traer del Maresme y los sofreímos con cebolla, jamón serrano, butifarra blanca y un chorrito de vino blanco y la verdad que no tienen nada que envidiar el restaurante Hispania.
-Manuela, ¿Qué se sabe de Diego? ¿Ya se ha despertado?-
-Pues no lo he visto. Por aquí no ha venido. Me dijo ayer que le habías dado la mañana libre. Claro que ya son más de las cuatro de la tarde. Esta mañana, cuando me he levantado sobre la seis, he oído un coche, debía ser él, que venía de la discoteca.-
-Bueno, cuando le veas dile que estaré en mi despacho, que venga a verme.- Me dirigí allí y estuve repasando un caso que me había llevado hacia tiempo de la agencia de detectives. Ese me había interesado especialmente, ya que había sido un caso de envenenamiento de una madre por su hija, para cobrar una herencia. Cuando hice las fotocopias del caso, me equivoqué e hice una de más y sin querer me la llevé a casa. Como el informe hablaba extensamente de los venenos, me picó la curiosidad por la semejanza del caso.
Diego apareció a eso de las cinco de la tarde. Tenía la cara abotargada de tanto dormir, pero venía alegre y excitado.
-Blanca, tengo noticias.
-¡Pues suéltalas!- Le contesté aún más impaciente que él.
-Ayer estuve en la disco. Como te había comentado, ese tío que vino con la maleta de Alejandra, es el portero. No se acordó de mí. Pagué la entrada y tomé varias copas. El camarero de la barra se hizo colega mío y me estuvo contando que el portero se llama Manuel García. Que es nuevo de esta temporada. Trabaja solo de jueves a sábado. No se relaciona con nadie de aquí. Para el camarero que el tío pasa droga, pero no está seguro. Antes había trabajado en una discoteca de Lérida.-
-Oye, Diego, creo recordar que el inspector Pons me dijo que Fernando Blanchar era dueño o trabajaba en una boite de Lérida. ¡Vaya casualidad! ¡A ver si tienen algo que ver! Mira, esta noche te vuelves a la discoteca. Intenta averiguar como se llama la de Lérida y si puedes saber algo más del tal Manuel García. Pero Diego, procura no llegar tan tarde, que mañana tenemos  completo para el desayuno.-
-Blanca, ¡Que la marcha empieza a partir de las 3 de la mañana! Antes está muerto. No hay ambiente.-
-¡Oye guapo!, que te envío a hablar con el camarero, no a salir de marcha. ¿Te queda dinero de ayer?-
-Si, no te preocupes, que me diste 200 euros. Aún tengo para la entrada y un par de copas más. Y mañana, tranquila, que estaré a la hora del desayuno.-
Y con esa confianza que tiene la juventud en si misma, se marchó a ayudar a Manuela y Laura para la cena. Yo me quedé cavilando. Me jugaba lo que fuera a que el tal García había trabajado en la discoteca de Blanchar. Efectivamente, a la mañana siguiente, Diego con la cara arrebolada de satisfacción, me confirmó mis sospechas.
-Blanca, hemos dado en el clavo. Manuel García ha trabajado como portero durante dos años en la discoteca de Lérida. Se llama Xaraida y el tal Blanchar es el Relaciones Públicas. García se despidió hace un mes para venir aquí a Palafrugell.-
-¿Cómo lo has averiguado?-
-Fácil- me contestó con cara de  autosuficiencia. - Me enrollé en la puerta un rato con Manuel. Como fui a primera hora, no tenía mucho trabajo, así que nos pusimos a charlar. Le mentí, le dije que yo había vivido una temporada en Lérida y que me gustaba salir. El me dijo donde había trabajado y me contó lo del Xaraida. También le pregunté si sabia donde podía ligar algo de droga y me contestó que él podía conseguirme la que quisiera. Me lo saqué de encima con respecto a comprarle droga, diciéndole que  como yo no llevaba suficiente dinero, ya le compraría el próximo fin de semana.-
-Y ¿Cómo supiste que Blanchar trabaja en ese mismo sitio?-
-Bueno, eso se lo tuve que preguntar. Le dije que me sonaba haber visto por Lérida a un cliente del hotel y es cuando me confirmó que Fernando Blanchar es el Relaciones Públicas del Xaraida.
-¿Y no van a sospechar de tantas preguntas?-
-No creo,- me contestó completamente convencido.
Diego se quedó tan tranquilo, pero yo no. Si Manuel García le comentaba a Fernando Blanchar que había alguien haciendo preguntas, no le iba a gustar. Pero ¿Dónde me llevaban mis pesquisas? ¿Qué tenían que ver esos dos con la muerte de Tatiana.? Ellos no se beneficiaban para nada de sus millones. Quizá tenía que enfocar mis averiguaciones hacia Alejandra, pero pobre chica, ¿Qué motivo podría tener ella? Tampoco era beneficiaria de la fortuna de Tatiana. Solo Miguel como marido era el único que iba a heredar. Pero el tenía coartada. Además ¿Cómo podíamos nosotros dos, una simple hotelera y un simple conserje y chico para todo, hacer de detectives y averiguar quien, porque y como habían puesto el veneno?











Receta de Guisantes Estofados


Can Pineda (2009), originally uploaded by encantadisimo.


Ingredientes:

  • 2 kg. de guisantes del Maresme
  • 1 cebolla, 1/2 puerro, cortado fino
  • 100 gramos de tacos de jamón serrano
  • 1/2 butifarra negra
  • 1 vaso de Jerez
  • 1 vaso de caldo
  • sal y pimienta
Preparación:

  • En una cazuela sofreír la cebolla y el puerro.
  • Añadir los tacos de jamón y freír.
  • Verter los guisantes y el vaso de Jerez y un poco de agua o caldo.
  • Hacer a fuego lento y cuando el guisante empiece a estar tierno, poner la butifarra negra.
  • Dejar estofar todo junto, rectificar de caldo o agua si están secos, salpimentar y dejar unos minutos más hasta que el guisante esté completamente tierno.

Flanes de Maíz


Maíz - Corn, originally uploaded by El Gran Toñeti.


Ingredientes:

  • 200 gramos de maíz cocido
  • 200 gramos de leche ideal
  • 2 huevos
  • sal y pimienta
Preparación:

  • Triturar el maíz y pasarlo por el chino.
  • Mezclar con la leche ideal y los huevos.
  • Salpimentar y rellenar unos moldes individuales de flan con la mezcla y meter al horno al baño María a unos 160 grados durante 20-30 minutos.

17 de diciembre de 2009

MI blog de recetas y clases de cocina

Hace días que no entro ninguna receta ni ningún capítulo de mi libro, pero he tenido un motivo. He sido ayudante de cocina de Sesé San Martín, Directora de la Escuela de Cocina TELVA.
Sesé ha venido a Barcelona para impartir unos cursos especiales de Menús de Navidad, organizados por la revista TELVA. Los ha impartido en un espacio a tener en cuenta por los amantes de la cocina, La Disfrutería, en la calle Muntaner 423, un local maravilloso donde Sesé ha enseñado una parte de su saber.
En los próximos días os pondré recetas que hemos hecho y luego ya seguiré con las mías, mas de estar por casa y con los próximos capítulos que prometen interés.

10 de diciembre de 2009

Capítulo Doce de "Asesinato en el Ampurdan" y Receta de Macarrones con chorizo

 12


Por la mañana al despertar como a las doce del mediodía, la resaca era de campeonato. La botella de vodka y la de ginebra y los ceniceros desbordantes, nos daban idea de la noche de confidencias. Pensé en llamar a Miguel, por si ya había salido de comisaría o el juez le había dejado en libertad, pero mi voz parecía la de un rudo camionero, por lo que decidí esperar a ducharme y desayunar para tener la voz un poco más femenina.
Durante toda la mañana, Miguel siguió con el móvil desconectado y yo aproveché para surtirme de las últimas novedades literarias y reponer mi biblioteca. Desde la casa de mi amiga Cristina en Pedralbes, me fui al Fnac de Diagonal andando. La zona había cambiado mucho en los años en que yo no vivía en Barcelona. Lo que antes era una riera con huertos ahora era toda una avenida de coches que iba a parar a la Ronde de Dalt. La circulación alrededor del Tenis Barcelona, al no ser horario de colegios, era tranquila. Bajé la calle Eduardo Conde, atravesé el parque de Santa Amelia, seguí por Doctor Ferran y llegué a la Diagonal. Allí el tráfico era ensordecedor y las obras para el futuro “Tranbaix” hacían que los coches se acumularan en menos carriles. Cuando finalmente llegué a “la Illa” centro comercial donde está situado el Fnac, estaba algo cansada. Me senté un rato en un banco y me fumé un cigarrillo meditando lo que había cambiado mi ciudad. Suponía que los cambios eran para mejor, pero no pude evitar la añoranza del antiguo bar Bikini y la tranquilidad de la circulación de cuando yo vivía en esa ciudad. Quizá es que estoy muy bien acostumbrada al poco tráfico del Ampurdan.(Excepto en verano, que es un horror)
Compré las dos últimas novelas publicadas en España del autor sueco Henning Mankell, “La falsa pista” y “La quinta mujer”. Me encanta el inspector Kart Wallander, un personaje triste y algo desequilibrado, pero muy inteligente, que vivía en un ambiente de frío y permanente neblina de la ciudad de Ystad en Suecia. También me hice con otra de mis autoras preferidas, Bayta Gur. Adquirí “Un asesinato literario” y “Un asesinato musical” donde el inspector Michael Ohayon nos adentra en el crimen en Israel. Con los libros bajo el brazo, esperé a Cristina que me viniera a buscar y nos fuimos a comer a un restaurante chino de la calle Obispo Sevilla, que era de mis favoritos en Barcelona. Allí seguimos poniéndonos al día de nuestras cosas de mujeres.
Por la tarde volví a insistir con el móvil de Miguel y esta vez tuve suerte. Me contestó a la primera.
-¡Miguel! Soy Blanca Spinola. ¿Cómo estas?-
-¡Hola Blanca! Si, esta mañana el juez me ha dejado en libertad. La policía ha comprobado que el sábado por la noche estuve tomando unas copas en “Up and Down” a la hora de la muerte de Tatiana. ¿Dónde estas?-
-Aquí en Barcelona.-
-¿Podemos vernos?-
-Me encantaría, si, podemos cenar juntos si quieres.- le sugerí con un atrevimiento desconocido para mi.
-Perfecto. Si quieres te paso a recoger a las nueve y media. Por cierto ¿Dónde estas?-
-En casa de una amiga- le contesté. Y una vez le hube dado la dirección, quedé que me recogería para ir a cenar. Esa tarde, después de comer unos macarrones con chorizo, receta de Cuca la madre de mi amiga, Cristina y yo la pasamos como cuando los sábados por la tarde siendo dos adolescentes, nos arreglábamos para ir a la discoteca. Vacié su armario, me probé como diez conjuntos y al final me decidí por un pantalón negro y una chaqueta sin mangas, que como tengo los hombros bastante anchos y musculados, me queda muy bien.
A la nueve treinta Miguel esta esperándome en la calle de bajo de casa de Cristina. Su puntualidad exquisita le hizo subir más puntos en mi escala de valores. No soporto a la gente impuntual. Lo considero una falta de educación.
Subí al coche echa un pimpollo y sin más me dio un beso en los labios. Ese hombre emanaba sexualidad por todos sus poros. Algo azorada y sin saber muy bien que decir, le pregunté:
-¿A dónde vamos?-
-¡Ya lo verás! ¡Sorpresa!-
Sin apenas hablar, condujo su coche hacia la falda del Tibidado. Subimos por la elegante calle de Avenida del Tibidabo y al final de de todo paró el coche delante de un restaurante con una vista maravillosa sobre Barcelona.
Fue una cena romántica al 100 x 100. El restaurante era muy agradable. Las mesas estaban iluminadas con velas y la luz era muy tenue. No había mucha gente y la noche se pasó en un santiamén. Nos bebimos dos botellas de un rioja reserva buenísimo, que nos soltó la lengua. Me deba la impresión que conocía a Miguel de toda la vida. Le había abierto mi corazón a una persona que apenas hacia dos semanas, era un desconocido para mí.
Miguel me contó que hacia 10 años que se había casado con Tatiana. A pesar de la diferencia de edad, 15 años, eso no había importado para que el matrimonio funcionara. Tatiana había sido una mujer bellísima y divertida y se enamoró locamente de ella. Pero los años de convivencia, los distintos gustos de cada uno, sus permanentes caprichos y el tema de las drogas, hicieron que la pareja se desmoronara. Si seguían juntos era porque Tatiana le deba pena. Estaba sola con todos sus millones. Era una presa demasiado fácil para los muchos aprovechados que pululan alrededor de los ricos. El día que murió Tatiana se habían peleado porque Miguel le había pedido el divorcio. Ella no quería y discutieron. Por eso cogió el coche y se fue a Barcelona. Miguel siguió con su relato:
-Esa noche Tatiana ya había tomado mucha coca y estaba muy pasada. Yo no quería discutir más con ella y la dejé en la habitación con todo el alcohol y la droga.- me comentó con voz apenada.-Quizá tendría que haberme quedado, entonces no hubiera muerto. Alguien entró en la habitación y la envenenó. No me lo perdonaré jamás.- Me pareció ver en sus ojos un brillo delator de las lágrimas.
-Miguel, por favor, no te culpes. Tú no sabías que la iban a envenenar. No podías hacer nada.- Intenté calmarle. Lo que menos me apetecía en ese momento era un dramón por la muerte de la pobre mujer. Cambié de tema rápidamente y no se porque al cabo de un rato le estaba contando mi vida. El accidente de mis padres, mi estancia en Saint Andrews y mi matrimonio con Alberto. Lo difícil que fue superar mi divorcio, ya que había estado muy enamorada de mi marido. Le hablé de mi querida hija Paola y de cómo llegué al Ampurdan.
Al salir del restaurante, Miguel me cogió la mano y antes de entrar en el coche me besó otra vez. Fue un beso de pasión, largo y profundo. Nuestras lenguas se entrelazaron y tuve que tomar aliente para poder continuar el beso.
-Blanca, me gustas mucho.-
-Miguel, no digas nada, déjalo así.-
-Ven a mi casa-
-¡No! Entiéndelo, no debo ir. Acompáñame por favor a casa de mi amiga. Mañana vuelvo al Ampurdan, ya te llamaré. Creo que no te beneficia en nada delante de la policía que tengas un lío conmigo. No sé si le molestó o no, pero su actitud cambió. Quizá creyó que después de la cena me llevaría a la cama. No es que no me apeteciera, pero no creía que fuera muy correcto y ético, tener un revolcón con un señor que acababa de enterrar a su mujer.
Y con este toque de sensatez, tan poco adecuado en mí, me fui a dormir sola a casa de mi amiga, quedando que ya nos llamaríamos.
Cuando llegué a mi hotel, a la mañana siguiente, me propuse averiguar quien podía haber sido el asesino de Tatiana. Si la hora de la muerte estaba fijada entre las dos y media y las tres de la madrugada y Miguel estaba a esa hora en Barcelona, alguien tenía que haber entrado en su habitación y obligarla a ingerir el veneno. También me mosqueaba el tema del chico que le trajo las maletas a Alejandra. Llevaba días pensando que había algo raro y como no me lo podía sacar de la cabeza, decidí hacer mis  propias pesquisas y volver a mis andadas de detective aficionada.
Una vez charlado con Manuela y ordenado los nuevos libros en la biblioteca, llamé a Diego.
-Diego, quiero que me hagas un favor. Necesito que una noche de estas vayas a la discoteca esa que me dijiste, donde trabaja el chico que trajo las maletas de la señorita Jiménez. A ver que puedes averiguar.-
-¡Eso está hecho! Blanca, déjalo de mi cuenta. Mañana jueves siempre has bastante ambiente. Pero al día siguiente no me hagas madrugar mucho ¿Vale?-
-Bueno, esta bien. Te daré la mañana del viernes libre, para que puedas dormir. Pero consigue alguna información. Toma dinero para las copas y por si tienes que invitar a alguien.- Y con cara de felicidad por ayudarme en mis labores detectivescas, Diego cogió los 200 euros que le di y se fue súper contento.
Durante todo el día no supe nada de Miguel. Pensé que quizá estuviera molesto conmigo por no haber querido ir con el a su casa. Para no pensar en Miguel, me fui directa a la cinta de footing, a ver si de paso también me quitaba todo el alcohol que me había bebido en Barcelona.
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