26 de febrero de 2010

Receta de Raclette


Raclette, originally uploaded by rthakrar.


INGREDIENTES

  • Lonchas de queso de raclette
  • Lonchas de bacon cortado muy fino
  • Patatas hervidas
PREPARACION

  • En una fuente de horno colocar las patatas hervidas en trozos un poco gruesos, una capa de bacon y el queso de raclette por encima.
  • Calentar en el micro hasta que el queso este fundido.

24 de febrero de 2010

Capítulo Veintitrés de "Asesinato en el Ampurdan"

23

Llamé al móvil de Pons y con urgencia le pedí que viniera rápidamente al hotel, que creía saber a ciencia cierta como se había producido el asesinato y como se habían llevado las botellas con el veneno. El pobre ya estaba llegando a Barcelona, pero me dijo que daba marcha atrás y volvía al Ampurdan.
Pons apareció al cabo de media hora en el Paraíso Perdido. Yo estaba en la biblioteca, sentada en un sofá y repasando los datos que había escrito hacía un rato.
-Señorita Spinola, espero que sea importante lo que me tiene que decir, ya que estaba casi en la ciudad.-
-Lo siento, inspector. Pero no me he atrevido a contárselo por el móvil. Pero creo saber quien y como mataron a Tatiana.-
-Vale, la escucho.-
-Mire, el sábado por la tarde Alejandra, Tatiana y Blanchar se van de compras. Cuando regresan de Begur, llega un golf rojo con Manuel García haciendo de recadero con las supuestas maletas perdidas. Como se ha comprobado, Iberia no le extravió ninguna maleta, por lo que Alejandra estaba mintiendo para dar paso a García a entregar unas maletas con las botellas de agua envenenadas y la cocaína para drogar a Tatiana.- en ese momento paré mi relato y me encendí un cigarrillo. Di una buena calada y proseguí.
-Por la noche, los cuatro se fueron a cenar. Después de un rato el señor Martí se fue a Barcelona. Según me contó Miguel, su mujer estaba bastante pasada de droga y alcohol, por lo que supongo que no se debió dar cuenta, en cierto momento de la noche que en el agua había arsénico. Cuando se fue el señor Martí a Barcelona, Tatiana debió seguir la juerga con Alejandra y Blanchar. Como ya declaré oí luz, música y risas hasta las dos de la madrugada. El bungalow de Alejandra era justamente el de al lado de la víctima, así que una vez muerta salió sin hacer ruido y se fue a dormir tranquilamente a su bungalow.- ¿Me sigue, inspector? Le pregunté esperanzada de que me diera la razón.
-Si, si, continúe.-
-Bien. Al día siguiente nadie entra el la habitación hasta que Miguel y Diego descubren el cadáver. En ese momento estábamos todos tomando el aperitivo en la piscina. Hago que Diego vigile el bungalow hasta que llegue el doctor, pero “casualmente” Alejandra la manda a buscar tabaco. Cuando Diego la deja apostada de vigía, Alejandra no lleva nada en las manos y cuando llegamos el Doctor y yo, y Diego anteriormente, tiene colgado de su hombro un gran bolso Hermès. Deduzco que durante los 6 minutos que Diego ha ido a por el tabaco, Alejandra ha entrado y ha recogido las botellas del veneno.
Luego momentos antes de la llegada de la policía y haga un registro y posterior inventario del bungalow, aparece el famoso coche rojo, (que en ese momento de nervios no doy importancia)  que supongo que se lleva las botellas que le ha dado Alejandra.
Diego y yo empezamos a investigar y descubrimos que el dueño del coche rojo es un antiguo empleado de Fernando Blanchar en Lérida. A Diego intentan matarle, otra vez el coche rojo con Manuel García al volante. Al cabo de pocos días, aparece el coche despeñado por un barranco y con las botellas vacías con resto de arsénico y el conductor muerto y con un tiro en la sien. ¿Por qué? Quizá sabía demasiado. O Alejandra y Blanchar contaban que se había deshecho de las botellas y no fue así.-
-¿Ya ha acabado?- me preguntó Pons anonadado por mi explicación.
-No, aún falta un poco. Después yo me voy a Madrid y me encuentro por casualidad a Alejandra y a Fernando Blanchar juntos. El me amenaza y en el avión intenta envenenarme. No entiendo como no me doy cuenta, pero es así. Lo único que no veo muy claro es como saben Blanchar o Alejandra que vimos las botellas azules. Igual lo suponen, pues Diego y yo, bueno y Miguel, somos los únicos que entramos en la habitación de la muerta antes de que Alejandra se llevara las botellas.- Pons me interrumpió con cara extrañada.
-¿Usted le ha contado a alguien más que vio las botellas azules en la habitación antes de la llegada de la policía?-
-No, creo que no. Bueno quizá de pasada a Miguel y también a mi amiga María, la que vive en Madrid.- la cara de Pons se estaba alterando. Intenté justificarme. – Al señor Martí se lo conté una vez supe que él no era sospechoso.- le dije.
-¿Y desde cuando no es sospechoso?- me preguntó Pons realmente enfadado.
-Inspector, él no va a heredar. Además déjeme seguir con mi teoría. Yo creo que Blanchar fue quien hizo tomar a Tatiana a la fuerza las botellas de agua con arsénico y al día siguiente Alejandra las retiró. Así entre los dos se reparten la pasta de la herencia de Alejandra. Alejandra siempre alegaba en su favor que ella no sabía nada de ser la hija natural de Tatiana y la noche del envenenamiento pasó por la cama de Blanchar. Entre los dos se cubren para tener una coartada en el momento de la muerte de Tatiana. ¿Qué le parece?-
-Como teoría y para ser una simple aficionada, ¡No está mal! Es posible que sucediera como ha dicho. De momento solo contamos con los testimonios de Diego y Usted con respecto a las botellas azules. El laboratorio no ha encontrado ninguna huella en las botellas con resto de arsénico halladas en el coche de García. Eso quiere decir que las han limpiado, ya que si la señora Martí bebió, tenía que haber dejado alguna huella. Supongo que Alejandra antes de meterlas en su bolso, las limpió. Pero tanto Blanchar como Alejandra no saben nada que estamos sobre la pista de las botellas azules. La prensa no ha sacado nada y el secreto de sumario dictado por el juez, aún es vigente. Pero quien sí lo sabe es el señor Martí y es posible que esté conchabado con Alejandra.- Pons se levantó del sofá y empezó a pasear nervioso por la biblioteca. ¿Quería darme celos de Miguel y Alejandra?
-Bueno, Señorita Spinola, déjeme que piense e todo lo que me ha dicho. Ahora es muy tarde y tengo que coger el coche.-
-Inspector, ¿Quiere quedarse a dormir aquí? Yo le invito. Es muy tarde para que vuelva a Barcelona ahora.-
-La verdad, se lo agradezco. Estoy muy candado y mañana pensaba pasarme por la comisaría de los Mossos de Escuadra en Palafrugell, para recabar más datos del accidente del golf rojo. ¿Es mucho pedir que me hicieran algo de cenar?-
-¡Por favor! Estaré encantada si cenamos juntos.- le dije pensando que siempre iba bien hacerse amiga de un poli. Además el tipo me caía bien, hasta lo encontraba guapo. -¡Acompáñeme a su habitación! Si quiere puedo dejarle algo de ropa de Diego.-
-Gracias, estoy en pie desde las siete de la mañana y me gustaría pegarme una ducha y ponerme ropa limpia.-
Después de dejarle en su habitación, bajé a decir a Manuela que teníamos un invitado para la cena. Como parecía que Pons era de buen comer, le sugerí que se esmerara con la comida y ella me contestó:
-Niña, tú no te preocupes, que las fuerzas del orden van a quedar satisfechas.-
Después de un carpacio de salmón y rape, aderezado con un poco de limón, aceite y soja, unos solomillos a la pimienta verde y un buen vino del Priorato, Pons era Juan y yo ya no era la señorita Spinola, sino Blanca. Pasamos a la biblioteca y el siguió con whisky y yo con gin tonic.
El alcohol una vez más soltó las lenguas y nos contamos nuestras vidas. Juan estaba soltero, tenía 37 años y era un adicto al trabajo. Había nacido en Sabadell y su padre también había sido policía. Lo habían matado unos ladrones en el atraco de una sucursal bancaria. Había estudiado derecho y criminología y era todo un erudito en técnicas de investigación.  (Como en la serie de televisión CSI) Pensé que era un buen policía y una mejor persona. Lo único que me extrañó es que no se hubiera casado, así que a esas alturas de la noche, le pregunté:
-Juan, ¿Por qué no te has casado?-
-No tengo tiempo, trabajo mucho y quizá no ha aparecido la persona adecuada, no sé. Y ya que me preguntas. ¿Tienes alguna relación íntima con Miguel Martí?-
Lo sabía, cada vez que quiero ser indiscreta y pregunto más de la cuenta, se me gira la tortilla.
-¡No, somos amigos, nada más! Le conocí aquí en el hotel, como ya sabes. Nos caímos bien y le he visto un par de veces en Barcelona.- ¿Pero que coño estaba diciendo? ¿Por qué estaba negando mi relación con Miguel? A ver si es que me estaba convirtiendo en un putón desorejado y también me quería ligar al inspector.
-Bueno, Blanca, creo que es hora de ir a dormir. Mañana temprano me iré a Palafrugell, pero volveré a mediodía. Los agentes cambian de turno de vigilancia y quiero comentarles unas cosas. Hasta mañana, buenas noches y gracias por la cena.-
-Buenas noches, Juan.- y nos dimos un beso en la mejilla. La verdad, no estaba nada mal el  inspector. Cada vez me gustaba más.
Después de un sueño reparador, esa noche dormí nueve horas seguidas, me encontraba en plena forma. Desayuné ligerito y me fui al mercado a comprar lo que me había pedido Manuela, con un policía de guardaespaldas. (Era la única manera que Pons me dejase salir del hotel) Mientras estaba comprando verduras, pensé en Miguel, en la extraña relación que manteníamos y la volatilidad de mis sentimientos hacia él.  Claro que el pobre entre los líos de los abogados por el testamento y el trabajo de inventario, debía de estar muy ajetreado.
Dejándole aparte en mis pensamientos, me dediqué a comprar melones. Manuela hacía una crema de melón con virutas de jamón serrano que era buenísima y como ya empezaba a hacer calor, apetecía tomarla.
Cuando llegué al hotel después del mercado, Manuela me dijo que Miguel había llamado. Quería saber donde estaba y si me iba a quedar en casa toda la tarde. ¿Por qué no me llamaba al móvil? Pensé. Desde luego Miguel tenía serios problemas para hablar por teléfono. Igual me quería dar una sorpresa y Manuela había metido la pata. De todas maneras yo notaba un cierto cambio en mis sentimientos hacia él. No sabía concretamente porque, pero desde que me fui de su casa la última vez, nuestra relación había cambiado. Las veces que me había llamado parecía como su fueran de puro trámite o compromiso. Quizá yo sólo había sido una aventura sexual y ahora ya se había cansado. ¡Bueno, pues peor para él! A  mis 43 años ya era una mujer serena y tranquila, sin atisbos románticos y con un gran escepticismo hacia las relaciones de pareja. Además notaba en mi fuero interno, que estaba brotando un nuevo sentimiento hacia Juan Pons, por quien me sentía atraída no solo físicamente, sino mentalmente.


22 de febrero de 2010

Receta de Verduras Caramelizadas


Preparación de Tallarines con Bonito del Norte, originally uploaded by Bonito del norte Serrats.


INGREDIENTES para receta de verduras caramelizadas:
  • 2 pimientos verdes
  • 1 pimiento rojo
  • 2 zanahorias
  • 1 cebolla grande
  • 3 cucharadas de azúcar moreno
  • Aceite, sal y pimienta
  • 1 copa de vino blanco
PREPARACIÓN:
  • Poner en una cazuela el aceite y las verduras cortadas en juliana. Añadir el azúcar y remover bien.
  • Añadir la copa de vino, la sal y la pimienta y dejar pochar a fuego lento durante media hora.
  • Estas verduras pueden servirse de acompañamiento para un plato o como primer plato

Capítulo Veintidós de "Asesinato en el Ampurdan"

22

Fue un fin de semana raro. El sábado me desperté muy recuperada de mi posible envenenamiento. Si había sido Blanchar quien me quería envenenar, no se había salido con la suya. Me acordé de lo que decía Paracelso, el célebre alquimista del siglo XVI. “Nada es veneno, todo es veneno, la diferencia está en la dosis”
Blanchar debía de haber calculado mal la dosis en el café. Pero de todas maneras tampoco tenía muy claro como había conseguido meterlo en mi taza durante el trayecto de avión. Mientras estaba con estos pensamientos, apareció Miguel con unas tostadas y jamón dulce  y un zumo de naranja. Depositó la bandeja en la cama y me dio los buenos días. Pero ni tan siquiera me besó. Estaba raro. Creí que mi ataque de histerismo hipocondríaco no le había sentado bien. Los hombres piensan que solo ellos se pueden quejar de la salud.
No sé muy bien si fue esa actitud que noté en él, pero deseaba marcharme a mi casa, con mi Manuela. Pero no supe encontrar el momento para decirle que me iba. ¡Que fugaces son los deseos y los amores! ¿Por qué estaba cambiando mi manera de pensar y de sentir hacia él? Decidí no comerme el coco y aprovechar el día en Barcelona.
Al medio día nos fuimos a la calle. Antes del 92, Barcelona vivía de espaldas al mar, pero a raíz de los Juegos Olímpicos,  la ciudad se había abierto al Mediterráneo. La villa Olímpica con sus torres gigantes y el Moll de la fusta, y las playas de la Barceloneta que habían limpiado su cara, invitaban a los paseantes a deambular por esos espacios  sin nada más que hacer que recrearte en el horizonte.
Comimos al aire libre, en un restaurante de la Barceloneta a pie de playa. Mi estómago aún seguía un poco resentido, por lo que en vez de tomarme una paella que es lo que me apetecía, me resigné con un salmón con salsa, que tampoco estuvo nada mal. Eso si, dos botellas de vino blanco nos las bajamos en un plis plas. Como hacía un día espléndido, nos echamos en la playa del Bogatell a dormirla siesta y a tomar un poco el sol, que ya me convenía, después de  recordar mi imagen en el espejo esa misma mañana.
Por la noche nos quedamos en su casa y estuvimos repasando todos los acontecimientos en torno al asesinato de su mujer. Le conté mi extrañeza en cuanto a las botellas desaparecidas y la relación que yo suponía entre Alejandra y Fernando Blanchar.
El domingo, como volvía hacer un día excelente, nos fuimos a la playa de Castelldefels. Casteldefels es un pueblo cercano a Barcelona, a 15 minutos, con una playa enorme donde en primavera sobra más sitio que falta. Estaba tan completamente repuesta de mi posible envenenamiento, que creía que debería haber sido una simple gastroenteritis. ¡Que tontería hacer analizar mi orina! Seguro que Pons se iba a reír de mí y de mis absurdas sospechas. En ese momento me pareció completamente descabellado que Blanchar me quisiera envenenar.
El lunes, después de dejarme en mi coche, Miguel volvió a su trabajo y yo al Ampurdan. Me había olvidado de mis resquemores pero seguían ansiando regresar a mi casa y a mi libertad. Mis sentimientos estaban confusos. Quería alejarme de Miguel y volver a la soledad de Ampurdan. No podía negar que lo había pasado bien esos dos días, pero añoraba mi cama, mis libros y a mi Manuela. ¡Que rara me estaba volviendo! ¿Cómo podía conjugar la tristeza de dejar a Miguel con la alegría de volver a mi casa? Claro que nadie ha dicho nunca que los sentimientos tengan sentido.
Cuando llegué el lunes por la mañana, el hotel volvía a estar en calma. Los huéspedes del fin de semana ya se habían ido, el personal contratado hacía su fiesta semanal y solo Manuela estaba esperándome.
Después de charlar un rato con Manuela, subí al gimnasio a hacer un poco de deporte. Estaba encima de la cinta de footing, cuando entró Manuela diciéndome que había llamado el inspector Pons que venía a verme. Que no me moviera del hotel ya que era muy importante lo que tenía que decirme.
-Pero Manuela, ¿No te ha dicho nada más?- pregunté extrañada.
-No, niña que no. Solo sé que me ha mandado decirte que no te muevas que en una hora estará aquí.-
Mas sorprendida que asustada, corría a ducharme y a vestirme. Ya en mi despacho, me puse a esperarle cogiendo facturas y papeles atrasados. Cuando golpeó la puerta pidiendo permiso para entrar, me pescó con el teléfono en la mano. Le hice señas de que se sentara en la silla delante de mi mesa. Mientras tenía el teléfono en la oreja y oía a un cliente que me estaba reservando un bungalow para no se que día, me fijé detenidamente en Pons. No estaba nada mal el poli. Pons era macizo y musculoso. A pesar de ser algo bajito, estaba en buena forma física, tenía espaldas anchas  y su cara mostraba una sonrisa burlona e intrigante bastante atractiva. Su actitud era desenvuelta y llevaba la experiencia de la vida pintada en la cara. Comparado con Miguel,  éste parecía mucho más macho. Miguel tenía ojos azules y cara de niño bueno, era algo más alto y delgado y parecía más espiritual. No sabía muy bien por que los comparaba, pero con Pons sentado delante de mí, la cara de Miguel se me olvidaba y no conseguía retenerla en mi memoria. Pons llevaba unos tejanos azul claro, un polo gris marengo y una americana color camel, que a simple vista me pareció de cachemira.
-¡Buenos días, señorita Spinola! ¿Cómo se encuentra?- me dijo una vez hube colgado el teléfono.
-Perfecta, inspector, siento que me asustara, pero debió de ser una gastroenteritis o un virus estomacal.- le dije avergonzada de mi paranoia de envenenamiento.
-De eso nada. El análisis ha dado positivo en arsénico. Lo único que pasa es que la dosis no era la suficiente como para matarla. Gracias a Dios, usted pesa algo más que la difunta y la dosis no fue mortal.-
-¿Qué?- atiné a decir lívida de pánico. ¿Así que es verdad que me querían envenenar? ¿Por qué?-
-Supongo que por el tema de las botellas azules que usted vio. Esas botellas son la prueba material de que la señora Martí fue envenenada. Usted y Diego son los únicos  que las han visto en el escenario del crimen. Su declaración es muy importante a la hora de acusar a alguien. También usted vio quien se las llevó. Por eso quieren eliminarla o quizá asustarle, para calle.
-Inspector, si es así ¿Qué va hacer?- esperaba oír soluciones por parte del poli.
-Tranquila, tranquila.- y me rozó la mano en señal de cariño y protección. – De momento estamos interrogando a las auxiliares de vuelo del Puente Aéreo, pero nadie vio nada. Mire, actualmente la toxicología ha avanzado una barbaridad. Con la tecnología de detección de tóxicos es imposible que un veneno no deje rastro. Por ahora no hemos encontrado ningún resto en las tazas del avión, pero seguimos trabajando en ello. Si el señor Blanchar iba en el asiento de atrás suyo y en un momento de distracción le puso el veneno en el café, lo descubriremos. Alguien debió de verlo. Es difícil pero no imposible. ¿Se levantó usted en algún momento de su asiento? O ¿Bebió o comió algo luego para encontrarse indispuesta?-
-Si, creo recordar que cuando estaba en el avión fui un momento al lavabo. Lo que no me acuerdo es si fui antes o después de que me trajeran el café ese tan raro.-
-¿Se encontró entonces mal, en el avión?-
-No, en el avión estaba perfectamente. Empecé a notar malestar después de tomarme una copa de cava. Primero lo achaqué a un corte de digestión. El cava estaba muy frío y …- en ese momento Pons me interrumpió.
-¿Cuándo tomó cava? Eso no me lo ha dicho-  me dijo alzándome la voz.
-Inspector, lo siento, se lo digo ahora. Lo había olvidado. Cuando vino a verme el otro día a casa del señor Martí, no me acordé. El señor Martí vino a buscarme al aeropuerto y allí mismo nos tomamos una copa de cava.- le contesté a punto del lloro.
-Esta bien, perdóneme, por favor. De cuando en cuando me sale el mal genio que tengo. Pero mi obligación es protegerla y averiguar quien la quiere matar. Y no saber todos los datos me saca de quicio.
-Gracias, le dije emocionada.- Me estaba llegando al alma que alguien se preocupase tanto de mí. -¡Por cierto, inspector! ¿Dónde están ahora Blanchar y Alejandra?
-Blanchar ha desaparecido. Pero ya lo encontraremos, no se preocupe. Hemos pinchado su teléfono y hay policías vigilando su casa y la discoteca donde trabaja, por si aparece por ahí. En cuanto a la señorita Alejandra está en Madrid y vendrá esta noche o mañana a Barcelona. La estamos siguiendo. Quiero ver que movimientos hace. De momento no quiero que sepa que sospecho de ella. Es mi principal sospechosa. Se va a llevar un montón de dinero.- Pons se levantó de la silla y se dirigió a la ventana. – Voy a poner vigilancia aquí en el hotel, no sea que alguien, Blanchar o quien sea, quiera venir a hacerla una visita otra vez.- dijo mirando al jardín. –Por favor le ruego, que no salga de hotel sin decírmelo.-
-Pero inspector, tengo que trabajar. Debo ir a comprar al mercado  y hacer miles de cosas.- protesté.
-Que se las traigan. Llame por teléfono o haga la compra por Internet, me es igual, pero no salga del hotel hasta que yo se lo diga. ¿Me ha entendido? En este momento Blanchar es peligroso, le recuerdo que la ha amenazado, y no sabemos donde está. No sé si fue él quien quiso envenenarla, pero prefiero ser precavido.- ¡Por cierto! Diego me llamó ayer y me comentó lo del bolso de la señorita Alejandra. Es posible que mientras el muchacho iba al lavabo y después de buscar los cigarrillos, ella entrara el la habitación metiera las botellas en un bolso. Pero esto por favor, debe quedar en secreto entre Diego, usted y yo. Como ya le he comentado le hemos puesto seguimiento.- Pons se levantó de la silla y volvió a mirar por la ventana. – Bueno,  me marcho-
-¿Ya se va?- le pregunté decepcionada.
-Le dejo dos policías de paisano en el hotel. Uno estará por recepción y el otro por el jardín. Ya la llamará, ahora voy a dar instrucciones a esos hombres.-dijo Pons dándome la mano a modo de despedida y saliendo por la puerta después.
Desde la ventana de mi despacho pude ver al policía que se había sentado en el banco a la sombra del sauce. El tener a policías vigilando mi casa, me provocó una cierta incomodidad. Me gusta la soledad y pensar que iba a estar no se cuantos días con dos personas pisándome los talones, me enfurecía en gran manera. Me premiaba más la libertad de no estar vigilada que la posible amenaza que se cernía sobre mí.
Pons se estaba excediendo en su celo profesional, al parapetar de esa manera mi amada libertad.
Aparté de mi mente a Pons y su santa madre y me dediqué a pensar en toda la información que ya tenía del caso. Ahora ya sabía porque quería Blanchar asustarme o matarme. Yo había visto las botellas azules y Diego el bolso de Alejandra, él debía de ser el amante de Alejandra y la ayudó en desprenderse de las botellas. Pero aún tenía muchas dudas e incógnitas en mi cabeza. ¿Cómo habían obligado a Tatiana a ingerir el veneno? ¿Cómo se habían desecho de las botellas? Tenía un sinfín de preguntas sin respuesta. Y más que nada como sabían Blanchar o Alejandra que Diego y yo éramos testigos de lo anterior?  La prensa no había mencionado nada sobre donde se encontraba el veneno y el Juez había decretado el secreto de sumario. En teoría lo del bolso de Alejandra solo lo sabíamos la policía, Diego y yo. ¿No se lo habríamos contado a alguien más?
Cogí lápiz y papel y empecé a hacer un pequeño esquema de toda la trama.

-SABADO TARDE- Tatiana, Blanchar y Alejandra se van de compras. A última hora aparece Manuel García con las maletas “perdidas” de Alejandra, con su coche rojo de llantas doradas.
-SABADO NOCHE- El matrimonio Martí y Alejandra y Fernando Blanchar salen a cenar. A su regreso sobre la una de la mañana el matrimonio se pelea y Miguel parte a Barcelona. Los otros dos declaran que van a sus habitaciones, pero la juerga en el bungalow de Tatiana continúa hasta las dos de la mañana. ¿Con quien?
-DOMINGO- Sobre las dos del mediodía Miguel y Diego encuentran el cadáver. – Yo veo botellas azules al lado de la muerta.  Durante 6 minutos Alejandra se queda vigilando el bungalow, al mandar a Diego a por tabaco. Cuando le ordena que se vaya a hacerle el recado no lleva nada en las manos, pero al regresar Diego tiene un bolso grande colgado de su hombro. – Al entrar la policía en la habitación las botellas han desaparecido.-
Anterior a la llegada de la policía veo el coche rojo de García por el sendero, y ya no le veo más. ¿Se lleva él las botellas que le ha pasado Alejandra?
-DIAS SIGUIENTES-
Diego sufre un accidente provocado por el golf rojo.
Aparece el dichoso golf rojo y su ocupante Manuel García despeñado por un barranco y con un tiro en la cabeza.
Blanchar me amenaza
Alejandra y Blanchar se ven en Madrid.
Se descubre que Alejandra es la hija de Tatiana. Principal beneficiaria de su fortuna. ¿Sabía Alejandra que Tatiana era su madre? ¿Lo preparó todo para matarla y después aparecer como la pobre hija que no sabía quien era su verdadera madre?
Intentan envenenarme, probablemente Blanchar en un descuido mío en el avión.

Estuve releyendo este esquema un buen rato, y de repente me vino la luz. Estaba claro que se me había pasado por alto lo del coche de Manuel García en el hotel en mi declaración a la poli el mismo día del asesinato. Alejandra debía de haber dado el bolso con las botellas y eso yo no se lo había contado a Pons.

15 de febrero de 2010

Capítulo Veintiuno de "Asesinato en el Ampurdan"




Con la noche echada a perder por culpa de las amenazas de Blanchar, nos fuimos a dormir. Al día siguiente pensaba llamar a Pons y contarle lo de esa extraña pareja y las nuevas amenazas que había recibido del imbécil de Blanchar. Esta vez no me podía reñir, ya que para Pons, yo me había encontrado de casualidad a esos dos.
Me levanté muy tarde, sobre las doce del mediodía y lo primero que hice fue llamar al inspector. Como me había dado su móvil, ya no tenía que esperar a que la centralita de la comisaría me pasara con él.
-Hola, señorita Spinola.- el inspector tenía grabado mi número o se lo sabía de memoria, porque yo no había abierto la boca. Igual yo le gustaba.
-¡Hola inspector!
-¡Mire que casualidad! Pensaba llamarla ahora mismo. Tengo noticias muy importantes y que dan una nueva perspectiva al caso. La señorita Alejandra es hija natural de la muerta.-
-¿Qué? ¡Esto si que no me lo esperaba! ¿Y como lo ha descubierto? ¿Y Alejandra lo sabía?- las preguntas se agolpaban en mi cabeza.
-Ha sido la misma señorita Alejandra quien nos lo ha comunicado. Ella no sabía que Tatiana fuera su madre, al menos es lo que ha declarado.- Ahora me acordaba del parecido que yo noté aquel día cuando las dos estaban en el jacucci.
-Siga, inspector, por favor, estoy intrigadísima.-
-Alejandra Jiménez se crió con una familia adoptiva. Quien en realidad nos ha comunicado que era la hija de la señora Martí, ha sido la mujer que la adoptó, al leer en los periódicos la muerte de la madre biológica. En un primer momento no relacionó el nombre de Tatiana Martí con el de la madre de Alejandra, ya que todo el mundo la llamaba por el apellido de casada. Pero en algún diario leyó el verdadero nombre, Tatiana Carreras y ató cabos. Ella conservaba el certificado de nacimiento de Alejandra. Al ver la inmensa fortuna que podría heredar la chica, le contó lo de su verdadera madre. La mujer dice la verdad, pero yo creo que Alejandra sabía hacia tiempo que Tatiana era su verdadera madre.- Pons paró un momento y oí a través del móvil como se encendía un cigarrillo. –Ahora Alejandra está en Madrid, pero esta tarde vendrá a Barcelona a prestar declaración.  Como verá, las cosas cambian bastante si es ella quien hereda el dinero de su madre. Tenía un móvil para matarla, aunque la madre adoptiva niega habérselo comunicado hasta ayer mismo.-
-Ve inspector,- le contesté contenta de que mis sospechas fueran por buen camino- Estoy convencida de que Blanchar y Alejandra son los asesinos.-
-Mire, señorita Spinola, las cosas se tienen que demostrar. No podemos acusar a nadie sin pruebas. Ahora perdóneme, pero tengo que colgar, me llaman por otra línea. Ya la llamaré mas tarde.-
No me había dado tiempo de decirle que yo también estaba en Madrid y que los había visto juntos y que Fernando Blanchar me había vuelto a amenazar y esta vez empleando la violencia con mi brazo. Bueno ya se lo contaría cuando volviera a llamarme. Hice la maleta y fue a tomarme un café con María y a contarle las nuevas noticias de la herencia de Alejandra. Ahora ya entendía todo lo que le había contado a María la noche anterior en la discoteca. El que se iba a quedar con un palmo de narices era Miguel. Ya no iba a heredar la inmensa fortuna de su mujer. Suponía que la legítima sería un buen pico, pero la parte gorda del pastel, iría a parar a Alejandra.
Después de despedirme de María y prometerle otra vez a alguien más que no me metería en líos, José Luis me acompañó a Barajas para coger el Puente Aéreo. Mientras esperaba en la sala de embarque, telefoneé otra vez al inspector y esta vez si pude hablarle del encuentro “casual” en Madrid con Alejandra y Fernando Blanchar. El hombre se tragó que había sido pura coincidencia que me topase con esos dos en la discoteca. Se puso como una furia contra Blanchar cuando supo que me había amenazado y prometió hacer algo para que no cumpliera sus promesas de amenazas contra mi persona. Realmente se preocupaba de mí, el inspector.
Ya iba a embarcar, cuando sonó mi móvil. Era Miguel.
-Blanca, ¡Hola! ¿Cómo estás?-
-¡Hola Miguel! Perdona tengo que dejarte, Estoy embarcando en un avión. Cuando llegue a Barcelona te llamo.-
-¿Dónde estás?
-En Madrid, cuando llegue a Barcelona te llamo y colgué.- no pude decirle nada más porque la azafata me miraba con cara de pocos amigos y me hacía señales para que apagase el móvil.
El trayecto se me pasó volando, nunca mejor dicho. Estaba acabando “Muerte en el seminario” de P.D. James  y estuve todo el viaje enfrascada en la lectura. Siempre me pasa lo mismo, cuando estoy concentrada en un libro que me gusta mucho, desaparece todo a mi alrededor y me convierto en una especie de autista literaria.
Solo en un momento del vuelo, me distraje y saqué mis ojos del libro. Fue cuando la azafata me trajo un café con leche que le había pedido. Me hubiera gustado tomarlo con un cigarrillo, pero en pleno vuelo con las normas vigentes de aviación, los fumadores no podíamos saborear el placer del café con el del tabaco. Como estaba ardiendo y no tenía nadie al lado que pudiera molestar, salí un momento del asiento y fui al lavabo. Tenía las manos sucias de leer el periódico. Cuando volví a mi asiento y me dispuse a beber el café con leche con el sacrificio de tomarlo sin tabaco, noté que sabía raro. El café era malísimo, así que dejé más de la mitad. Igual no estaba bien enjuagada la taza.
El avión aterrizó placidamente en el Prat y sin pasar por la recogida de maletas, llevaba una bolsa de mano, me dirigí hacia la cola de taxis que esperaban a los pasajeros del Puente Aéreo. Pero no llegué a cruzar la puerta. A pie de las escaleras estaba Miguel esperándome.
-¡Miguel! ¿Qué haces aquí?- Y le di un beso. El hombre me daba un poco de pena, ahora que sabía que no iba a ser rico.
-Cuando te he llamado me has dicho que estaban en Madrid, a punto de embarcar y como tenía ganas de verte, te he venido a buscar. Además recuerda que tengo unos libros para ti.- mientras decía esto cogió mi bolsa de mano y me comentó:
-¿Sabes a quien he visto bajando por la escalera antes que tú?-
-¡No tengo ni idea!- le respondí.
-A Fernando Blanchar, el no me ha visto y como no me cae demasiado bien y no le he saludado.-
-Pues debía de venir en mi mismo avión, ya que ayer por la noche me lo encontré con Alejandra en una fiesta en Madrid.-
-¿Con Alejandra Jiménez?- preguntó extrañado.
-Si, y los vi muy acaramelados - eso era invención mía.
Supongo que no le dio más importancia, porque se me acercó y me dio un beso bastante intenso.
-Ven, vamos a tomar aquí mismo una copa de cava, para celebrar que estás aquí conmigo.- me dijo cariñoso.
Me hubiera gustado tomarla en otro sitio, no en el aeropuerto, pero tampoco era cuestión de chafarle la idea.
Mientras Miguel pedía una botella de cava en el mismo bar del aeropuerto, me fui al lavabo a lavarme las manos y pintarme un poquito, la ocasión lo merecía. No era que me regodease que se hubiera quedado sin herencia el pobre, sino porque ahora estaba segura de que él no tenía nada que ver con la muerte de su mujer.
Hacía calor y el cava tan fresco me entró perfectamente. Nos dirigíamos al aparcamiento del aeropuerto, cuando me entraron unos retortijones terribles.
-Miguel, me encuentro mal, tengo ganas de vomitar.-

-¡Ven, métete en el coche y estírate! Te llevaré a mi casa y te echas un rato.- me contestó solícito.
Pero no pude ni entrar en el coche. Me aparté detrás de una furgoneta que estaba allí mismo aparcada y saqué las entrañas, el desayuno y la cena del día anterior. Ya un poco repuesta, pero con el cuerpo hecho polvo, me dejé llevar por Miguel.
Debí quedarme dormida o desmayada, pues cuando desperté estaba en su cama y era de noche. ¿Cómo era posible? Había llegado a Barcelona a las dos del mediodía. ¿Qué me había pasado?
Fui al cuarto de baño y el espejo me devolvió una imagen que no reconocí. Estaba blanca como una muerta y tenía unas ojeras que parecían bolsas de cubitos azules. ¿Qué podía haber tomado que me había sentado tan mal? Yo tenía un estómago a prueba de bomba. La cena del Joy había sido excelente y ya habían pasado muchas horas. En casa de María solo había tomado un café con leche y luego ya no había comido nada más. ¡Claro el café con leche del avión! Había estado tan abstraída leyendo a P.D. James, que ahora me acordaba que el café que me habían servido sabía raro. Me acordé precisamente de unos de los libros de esa autora, que había leído hacía tiempo, una mujer mataba al marido poniendo arsénico en el café y el policía que descubría el cadáver detectó un fuerte olor a ajo en la taza. Pero, ¿Olía a ajo el café con leche del avión? Debía estar obsesionada con el arsénico y los asesinatos. En ese momento entró Miguel.
-¿Cómo te encuentras?-
-Mejor, gracias.-
-Vaya susto me has dado.-
-Miguel, sé que no me vas a creer, pero creo que han intentado envenenarme.- dije muy convencida.
¿Pero que dices? ¿Estás loca? ¿Quién y porque razón te iban a envenenar? Debes de haber comido algo que te ha sentado mal o puedes haber cogido un virus intestinal.- me respondió serio y un poco enfadado.
-Mira, Miguel, ya se que no es normal, pero no he comido nada raro que me haya podido sentar de esta manera.- le contesté enfadada. – Estoy convencida que Fernando Blanchar ha intentado matarme o al menos, darme un susto. Tú me has comentado que venía en el mismo vuelo que yo. Lo que no sé es como lo ha hecho. Yo estaba completamente distraída leyendo una novela cuando me han traído un café con leche. En ese momento he ido al lavabo y cuando he vuelto me lo he tomado. Pero sabía mal y he dejado la mitad. Igual Blanchar, aprovechando la ocasión cuando he ido al lavabo, ha puesto veneno en la taza sin que nadie se diera cuenta.-
-Es un poco rebuscado, ¿No crees? Pero bueno puede ser.- su actitud había cambiado, ahora parecía como si me creyera.
-Voy a llamar al inspector Pons.- le dije sin esperar su aprobación.
-Blanca, piénsatelo bien. Igual es algo que te ha sentado mal, como ya te he dicho antes. ¿Por qué te iba a querer envenenar Blanchar? Me parece que ves fantasmas donde no los hay, pero si quieres llamar al inspector, adelante.-
- Me da lo mismo que Pons me tome por una paranoica. Voy a llamarle. ¡Ah, por cierto! ¿Tienes algún frasco?- me miró con cara de extrañado, pero sin comentar nada se dirigió a la cocina, abrió un armario y me acercó un frasco vacío, que debía de haber sido de salsa de tomate.
-Voy a esterilizarlo y hacer pis. Quiero que Pons lo haga analizar, a ver si es verdad que yo tengo razón.- Miguel me dejó por inútil y no insistió más. Si me creía aprensiva e hipocondríaca era su problema. Dicho y hecho. Mientras yo hervía el frasco y metía mis residuos líquidos en el bote, Miguel llamó a Pons. No quería ni imaginarme la cara que iba a poner el inspector cuando me viera en casa de Miguel, pero a esas alturas ya no iba a disimular mi relación con él.
No supe que llegó a comentarle Miguel a Pons, pero el caso es que en media hora lo teníamos en la casa y no preguntó que hacíamos juntos. Entró en el salón y lo primero que hizo fue venir a mi encuentro y preguntarme como me encontraba. Se le veía francamente preocupado por mí. Cuando ya se quedó tranquilo de mi aspecto físico, le contó a Miguel lo de Alejandra, que era la hija natural de Tatiana y por lo tanto su legal heredera. Miguel le contestó que ya lo sabía, pues habían llamado los abogados de Tatiana para decírselo, después de  que la madre adoptiva hubiese aclarado el tema con la policía y con ellos mismos. Pero como en ese momento la prioridad era yo, Miguel le dijo a Pons que ya hablarían del tema en otra ocasión.
Le conté al inspector otra vez mi encuentro con Blanchar y Alejandra en Madrid, le enseñé mi brazo morado y le hablé de mi sospecha del café con leche al avión y Blanchar en el mismo vuelo. Así mismo le relaté lo mal que me había encontrado y gracias que había vomitado, porque sino ya me veía muerta.
El inspector tomó nota de todo pero apenas habló. ¿Qué coño le pasaba? Parecía como si estuviera enfadado conmigo. ¿O es que estaba celoso de Miguel? Y con el frasquito de pis en la mano, se marchó para llevarlo a analizar.
No me encontraba con ánimos de coger el coche y volver al Ampurdan. Lo que más deseaba era quedarme en la cama con Miguel y aunque no tenía el cuerpo para mucha marcha, si lo tenía para mimos y cuidados. Volví a vomitar un par de veces en el transcurso de la noche, pero a la mañana siguiente ya estaba repuesta.
Llamé a Manuela y le dije que si no me necesitaba, me quedaría en Barcelona. Le conté que estaba en casa de Miguel y se quedó callada, como pensando. Al cabo de unos segundos me dijo:
-Mira niña. Yo ya te lo decía que estaba coladita por el hombre ese. A mi no me gusta, pero a quien tiene que gustar es a ti. Además ya eres mayorcita.- su voz tenía un tono de cierto sarcasmo. – No te preocupes, entre Laura y yo tenemos el trabajo controlado. Ya te llamaré si hay algún problema. ¡Ah, me olvidaba! Ha llamado Diego. Sale hoy del hospital y se va mañana a Suiza. Llámale, quería hablar contigo.- Y sin decir nada más, colgó el teléfono.
¡Me había olvidado de mi Diego! Llamé al hospital y el muchacho con su voz cantarina se alegró de oírme. Cuando ya me estaba despidiendo y deseándole que volviese pronto conmigo, me dijo:
-¡Ah, Blanca! ¡Se me olvidaba! El otro día cuando viniste con el inspector no me acordé de una cosa, pero luego me vino a la memoria. Igual no es importante, pero como me dijo que cualquier cosa que recordase, por tonta que fuera, que se la dijese.-
-¿Y que es?-
-Pues que cuando estaba vigilando el bungalow de la señora Martí, antes de que llegara la policía, apareció Alejandra por el pasillo y me mandó a buscar tabaco. Estaba muy nerviosa y me dio pena, pero fue ella quien me dijo que se quedaba a vigilar, no se lo pedí yo. Insistió mucho con lo del tabaco y como yo tenía que hacer pis, la obedecí. Sino no hubiera dejado de vigilar como tú me mandaste.- No entendía porque me estaba contando otra vez eso, ya lo sabía.
-Pero no es eso lo que quería explicarte, sino que cuando la dejé apostada en la puerta iba sin nada en las manos y luego cuando a traerle el tabaco, tenía un bolso colgado del hombro.-
-¿Estás seguro, Diego?- Esta vez si que pensé que lo que me estaban contando era muy importante. -Me he enterado que Alejandra era la hija natural de Tatiana. Ella va a heredar toda la fortuna de su madre. Tenía un motivo para matarla. Podría ser que fuera ella quien después de envenenarla la noche anterior, entrara en la habitación mientras tu estabas en el lavabo o buscándole el tabaco, y cogiera las botellas del veneno, se las pusiera en un bolso que había dejado en la habitación de la victima la noche anterior y luego las hiciera desaparecer con Manuel García.-
-¡Estoy seguro!- Contestó Diego. - Era ese bolso de no sé que marca que a ti te gustaba tanto.-
-Si, el Hermès.- Mientras hablaba con Diego me fijé que Miguel no paraba de mirarme y prestar atención a mi conversación. Como me molesta la indiscreción, giré mi cuerpo y bajé el tono de voz, mientras Diego seguía hablándome:
-¡Bravo Blanca! Me juego el cuello que es así como pasó. ¿Quieres que llame al inspector y se lo diga?-
-Si, Diego hazme el favor. Yo ahora no puedo. Llámalo inmediatamente al móvil- y le di el número.- Cuando hayas hablado con Pons, me vuelves a llamar y me comentas lo que te ha dicho. ¿Vale?-
Y así lo hizo. Al cabo de unos minutos, Diego me llamó y me contó que Pons ni se inmutó al saber lo del bolso. Que era una posibilidad que iba a investigar, pero no dijo nada más. ¡Vaya con Pons! Le brindábamos el trabajo detectivesco en bandeja y no nos hacía ni caso. Pero a mí que más me daba. Iba a pasar un día con Miguel y eso en ese momento era lo más importante para mí.

Receta de Croquetas de Jamón y Huevo Duro


Matamala (2008), originally uploaded by encantadisimo.


Ingredientes:

  • 1/2 litro de leche
  • 50 gramos de mantequilla
  • 3 cucharadas de aceite
  • 80 gramos de harina
  • 1 cebolla
  • 150 de jamón serrano picado o a tacos pequeños
  • 2 huevos duros
  • Sal, pimienta y un poco de nuez moscada
  • 1 huevo batido y pan rallado
Preparación:

  • En una sartén grande poner el aceite y la mantequilla y cuando empiece a echar burbujas poner la cebolla picada unos tres minutos. 
  • Echar el jamón y el huevo y remover todo.
  • Añadir la harina y dejarla cocinar a fuego lento unos 10 minutos sin dejar de remover.
  • Añadir la leche caliente poco a poco
  • Añadir la sal, la pimienta y la nuez moscada.
  • Pasar la masa a un bol y dejar enfriar tapada con papel film en la nevera durante unas horas.
  • Para hacer la forma de las croquetas hacer rulos y cortar la unidad a la medida deseada.
  • Pasar por huevo batido y pan rallado y freír en abundante aceite caliente y dejarlas escurrir en papel absorvente.
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