22 de noviembre de 2009

Receta de Sanwich Cubanito


Club Sanwich, originally uploaded by JPvillaPattaya.


Ingredientes:

  • 200 gramos de roostbeef (se puede hacer con cualquier clase de carne fría, tipo carpaccio)
  • 200 gramos de mortadela
  • 200 de jamón dulce
  • 10 pepinillos en vinagre
  • 1 botellín de salsa HP
  • 1 bote de salsa mayonesa
  • 2 bolsas de pan de molde sin corteza
Preparación:

  • Disponer la mitad del pan de molde en una bandeja y untar con mayonesa.
  • Disponer la otra mitad del pan y untar con la salsa HP.
  • Cortar los pepinillos muy finos y poner encima del pan con la mayonesa y seguidamente ir poniendo las distintas capas de jamón, queso, mortadela y la carne.
  • Cerrar con el pan untado en HP y dejar en la bandeja tapados con un trapo un poco húmedo y poner otra bandeja por encima con algo de peso durante unos 15 minutos.
  • Pasado este tiempo, cortar los sanwiches en triángulos y servir.











Capítulo Octavo de "Asesinato en el Ampurdan" y "Cubanitos"



8 capitulo


La tarde fue un caos. La policía se adueñó del hotel y tuvimos que esperar al juez de La Bisbal para que levantara el cadáver. Nadie se podía marchar, ya que tenían que interrogarnos a todos.
No sabíamos que había pasado y las horas de espera fueron agobiantes. Yo suponía que se había pasado de coca, de alcohol o lo que fuera. Quizá una sobredosis de todas esas drogas mezcladas había sido un cóctel letal para Tatiana. Desde luego, la juerga del día anterior debía haber sido brutal, pues se había cobrado la muerte de una persona.
Sobre las 6 de la tarde, se presentó el jefe de los Mossos de Escuadra de la Bisbal. Nos dijo que no abandonáramos el hotel, ya que al día siguiente vendría de Barcelona un detective de la brigada criminal. Creían que había sido una sobredosis de droga y alcohol, pero hasta que no se hiciera la autopsia no se podía sacar ninguna conclusión.
Con la policía alojada en el hotel, para que nadie se marchase, nos reunimos todos en la biblioteca después de cenar. El ambiente estaba enrarecido y parecía que todos nos mirábamos con desconfianza.
En un momento dado, Miguel se acercó a mí y me dijo:
-Blanca, tengo que hablar contigo a solas.-
-Vamos a mi despacho- le contesté extrañada. Entramos allí y sin más preámbulos me soltó:
-Blanca, no se lo que ha pasado. Ayer no dormí con Tatiana. Nos peleamos después de cenar. Ella estaba muy pasada de todo.
-¿Qué quieres decir?-
-Tatiana era cocainómana. Siempre me decía que lo iba a dejar pero nunca lo hacía. Vinimos aquí para estar una semana en al campo, sin vicios ni nada. Pero no sé como lo hace, pero siempre me engaña. Acababa de salir de una clínica de desintoxicación en Barcelona. La fui a buscar el viernes y nos venimos para el hotel directamente. No entiendo como ha podido conseguir la droga. Seguro que su amiga Alejandra fue quien se la suministró.
-Lo siento. No se que decir. ¿Por cierto? ¿Dónde fuiste ayer por la noche?-
-Como nos habíamos peleado, salí muy enfadado del bungalow y me quise ir a casa a Barcelona y dejarla con sus amigos y sus juergas. Quería tirar la toalla, ya no podía más. He estado aguantando muchos años porque Tatiana estaba sola en el mundo. No tenía familia. Solo me tenía a mí. Con su adicción a la coca se estaba destruyendo. Yo era el único que la podía centrar. Pero ya estaba harto. Así que ayer cogí el coche y me fui a Barcelona. Estaba muy nervioso, sabía que no podría dormir y me fui a tomar una copa a una discoteca cerca de mi casa. Después de dormir unas pocas horas, he vuelto al Ampurdan. No podía dejarla y tampoco irme sin despedirme de ti y contarte lo que había pasado. No podía desaparecer sin más.
-Lo siento- fue lo único que atiné a decir.
-Oye Blanca, ya se que no es el momento, pero me gustas y ………
En ese instante, alguien llamó a la puerta del despacho. Era Diego.
-Blanca, perdona, pero la poli te está buscando. Quieren hablar contigo.-
-Diles que ya voy- y mirando a Miguel un poco abochornada por lo que me había comentado le dije:
-Mira Miguel, luego hablamos, ¿Vale?- y con cara de preocupación salí del despacho para ver que quería la policía.
El juez se despidió de los policías y de mí, y la ambulancia partió con el cadáver de Tatiana. No sé a los demás, pero a mi ver esa escena me hizo llorar. Pobre mujer, lo tenía todo y en un momento ya no era nada. Así era la vida de puñetera.
La policía selló la habitación y me comentó que al día siguiente la brigada de Barcelona llegaría sobre las 10 de la mañana para interrogarnos a todos. Como buena anfitriona les acompañé a la cocina y les serví unos bocadillos que ya había preparado en día anterior y que eran una de las especialidades de la casa, mis famosos “Cubanitos” que son sanwiches de varios pisos de roosbeef, queso, mortadela, jamón dulce, mayonesa, pepinillos y salsa HP.
Cuando todo el mundo se hubo retirado a sus habitaciones, me fui a dar un paseo por el jardín. Siempre que estoy nerviosa, pasear bajo las estrellas me produce un efecto relajante en mi sistema nervioso. Pero esa noche la excitación y la tristeza jugaron en mi contra y no me apetecía meterme en la cama, pues sabía que no podría dormir. Después de un buen rato mirando las estrellas y con el cuerpo un poco aterido del relente de la noche fría, decidí subir a mi habitación, tomar un baño y meterme en la cama. Si no podía dormir, me dedicaría a contar ovejitas.






19 de noviembre de 2009

Capítulo Séptimo de "Asesinato en el Ampurdan" y "Bloody Mary"


Capitulo 7

Como no estaba de humor, me puse unos tejanos y una camisa rápidamente, me pinté un poco los labios y bajé corriendo a ver si con la paella y un buen vino blanco se me pasaba el mal carácter y la sensación rara que había tenido toda la mañana.
En el porche estaban todos mis huéspedes menos los Martí. Alejandra y Fernando Blanchar estaban hablando y riendo, los Segura y los Codina bebían “Blody Mary” un cóctel preparado por Diego que le salía muy bien. En ese momento entró Miguel que venía de aparcar el coche y traía una maleta en la mano. Saludó a todo el mundo y me dijo:
-¡Hola Blanca! ¿Has visto a Tatiana?-
-Pues no, he estado toda la mañana haciendo cosas y no me he fijado. Sobre las doce, cuando he llegado del mercado, Diego me ha comentado que no había pedido el desayuno, pero ya no sé nada más. Debe estar en su habitación y no habrá querido desayunar. ¿Has ido de compras al mercadillo?- le pregunté mirando su maleta.
-No, vengo de Barcelona. Ayer me tuve que ir por una urgencia. Subo a lavarme las manos y miro si Tatiana está en el bungalow y si quiere venir a comer.-
-Espero que venga, no sabes lo buenas que le salen las paellas a la ccocinera.-
-Lo siento, pero mi mujer nunca come paella, dice que engorda. Está cargada de puñetas.-
-Diego- me giré al otro lado donde estaba el muchacho. –Por favor lleva esa maleta del señor Martí a su habitación-
-No, no hace falta. Está vacía. La he traído de Barcelona  porque con todo lo que se compró Tatiana ayer en Begur, no le  cabe en la bolsa que trajimos.- contestó Miguel.
Pero Diego ya la había cogido y se dirigía hacia el bungalow de los Martí. Miguel se fue con Diego. Pensé que era raro que un decorador tuviera una urgencia a las dos de la mañana, que es cuando llegaron la noche anterior de la cena en Palamos.
Cuando ya los había perdido de vista, me fui a hablar con los Codina. Eran propietarios de una casa en Monells, donde pasaban los fines de semana. Tenían cinco hijos y estaban el mi hotel de relax, ya que era el cumpleaños del hijo mayor, que había hecho una fiesta y su casa estaba llena de amigos. Estaba escuchando la cháchara de la señora Codina sobre la juventud y los problemas de los adolescentes, cuando vi a Miguel con la cara demudada, blanco como la cera y con los ojos llorosos. Diego venía como un poseso corriendo hacia mí. Me acerqué rápidamente y les pregunté:
-¿Qué pasa?-
-¡Tatiana está muerta!- gritó Miguel.
-¿Cómo dices?- no entendía lo que me decía.
-¡Coño, que está muerta! La hemos encontrado sentada en el sofá, con un papela de cocaína y sangre en la nariz.-
-Venga, tranquilízate, ahora mismo voy a llamar a un médico, a los mejor está desmallada.- solté intentando tranquilizarle.
-¡Joder Blanca, que está muerta! No tiene pulso y está blanca y fría.-
Inmediatamente me dirigí al teléfono y llamé al médico, rogándole que viniera urgentemente, y también a la ambulancia. Una vez colgado el teléfono me dirigí con Diego al bungalow de los Martí. No nos atrevimos a entrar del todo y eché una ojeada. Desde el ángulo de la puerta, no podía ver a la pobre Tatiana, pero si que vi un gran desorden y botellas de ginebra, whisky y unas botellas azules que no supe identificar, pero parecían de agua. Pensé que los ricos eran muy raros, ya que se hacían traer su propia agua.
Encargué a Diego que custodiase la habitación, para que no entrase nadie y me dispuse a tranquilizar a la clientela, que ya se habían enterado y estaban todos bastante histéricos. Alejandra no paraba de llorar. Parecía una plañidera siciliana, mesándose los cabellos y gritando incongruencias. Estuve a punto de pegarle un bofetón par que se le pasara el histerismo, pero me contuve.
Fernando, como diría mi amiga María, se quedó tan “pichi” o sea tan tranquilo, y los otros matrimonios se sentaron a esperar a que alguien les dijera lo que tenían que hacer.
Miguel tenía la cara entre verde y blanca como la cera y me dio la sensación que de un momento a otro iba a vomitar. Pero gracias a Dios, no lo hizo y se sentó con Alejandra a intentar calmarla.
Como aún no era consciente de la magnitud de la muerte de Tatiana, pensé que a quien había llamado era a mi médico de cabecera y no sabía si sería lo apropiado que el doctor Ferrer se hiciera cargo del cadáver.
El doctor era amigo mío desde que vivía en el Ampurdan. En realidad es traumatólogo, pero como es muy buena persona, siempre acude cuando le llamo o cuando tenemos una urgencia en el hotel. Llegó al cabo de media hora y no se imaginaba el panorama que se iba a encontrar.
-¡Hola Blanca! He venido lo antes posible. ¿Qué ha pasado?- me preguntó.
-Doctor, no lo sé. Me ha dicho el señor Martí, que es el marido de la muerta, que la ha encontrado sentada en una silla, con una papela de droga. Quizá sea una sobredosis. No hemos entrado hasta que vinieras.-
-Está bien, vamos a verla.- Y le acompañé hasta el bungalow de Tatiana. En vez de encontrarme a Diego vigilando la habitación, me topé con Alejandra y su enorme bolso Hermés.
-¿Dónde está Diego?- le pregunté extrañada y algo enfadada al no encontrarme al chico haciendo la vigilancia del bungalow de Tatiana, como le había mandado.
-Se ha ido a buscarme cigarrillos. Estoy muy nerviosa y se me habían acabado. Le he dicho que ya me quedaba yo vigilando. No pasa nada ¿No?
En aquel momento llegó Diego, y por la cara de enfado que debió notarme, dijo:
-Lo siento, Blanca, pero la señorita Alejandra me ha pedido tabaco. No he tardado nada.- me dijo con voz compungida.
-Bueno, no te preocupes, pero si doy una orden es por algo.- Y sin darle mas importancia dije a Alejandra y a Diego que se fueran. Entré detrás del doctor y la impresión fue tremenda. Sentada en el sofá y con el cuerpo caído hacia delante, la cabeza de Tatiana estaba apoyada en la mesita auxiliar con la nariz llena de sangre seca y un papel con restos de lo que me pareció cocaína. Sus ojos estaban abiertos y la expresión de su  cara era de dolor y sorpresa. Había vomitado y parecía un río de lava saliendo de su boca. Olía todo fatal, ya que además de los vómitos había defecado y se notaba un cierto tufillo a no se que, que a mi me pareció ajo. Su piel estaba cianótica y sus manos parecían unas garras de pájaro.
La habitación estaba completamente desordenada. Como si la noche antes hubieran hecho una fiesta. Por esto me habían despertado a las dos de la madrugada. Menuda bacanal se habían montado. Las botellas de ginebra y whisky estaban por todos lados y los ceniceros repletos de colillas, aumentaban el tufo de la habitación.
El doctor Ferrer comprobó que estaba muerta. Yo nunca había visto un muerto de verdad y la impresión fue bastante fuerte. Cuando mis padres murieron no los vi, gracias a Dios, y los muertos que se ven en las películas o en el cine no tienen nada que ver con uno de verdad. Así que imaginé que la que estaba como la cera de blanca, era yo, ya que el doctor me hizo salir de la habitación, cogiéndome fuertemente del brazo.
-Blanca, voy a llamar a la ambulancia. ¿Has llamado a la policía?
-No, he llamado a la ambulancia. No creo que tarden. Pero a la policía, no.
-Tendrá que venir el juez de guardia para dar la orden de levantar el cadáver. El forense tendrá que practicarle la autopsia, ya que ha muerto en extrañas circunstancias. Supongo que ha fallecido de una sobredosis de coca o de cualquier droga. Pero ya sabes que lo mío son los huesos. Lo único que puedo hacer por ella, es certificar su muerte.-
Salimos del bungalow y nos dirigimos sin mediar palabra a la biblioteca. Desde allí el doctor volvió a llamar a la ambulancia y a la policía.
Mientras Manuela preparaba tila para todos, oí la llegada de una coche. Pensé que rápido que se presentaba la poli. Pero para mi asombro era un golf rojo, con unas llantas muy chillonas. Fui a ver quien era, ya que solo me faltaba que vinieran visitas al hotel en ese momento, pero Blanchar me cortó el paso para decirme que avisara al médico, ya que Alejandra estaba histérica y quería que le administraran un sedante. Como la prioridad son mis huéspedes y no mi curiosidad, me olvidé el coche rojo y fui a buscar el doctor para que pudiera atender a Alejandra.

Receta de Cóctel "Bloody Mary"


Bloody Mary, originally uploaded by taylor.perkins.
Ingredientes:

  • 3 partes de vodka
  • 6 partes de zumo de tomate
  • sal y pimienta
  • 1 chorro de salsa Worcestershire
  • 5 gotas de tabasco
  • 1 chorro de zumo de limón
Preparación:

  • Poner todos los ingredientes en una coctelera y agitar.

16 de noviembre de 2009

Capítulo Sexto de "Asesinato en el Ampurdan" y Receta de Paella

Capítulos anteriores:
Primer capítulo
Segundo capítulo
Tercer capítulo
Cuarto capítulo

Quinto capítulo

Quería dormirme, pero el sonido de fondo de la música del bungalow me impedía conciliar el sueño. Ya no miré más el reloj, pero por las vueltas que dí en mi cama, mis ojos se debieron de cerrar una hora después. A las ocho de la mañana me desperté con el pensamiento de bajar y ayudar a Manuela en la preparación del desayuno. Mientras apartaba el edredón de mi cama, miré por la ventana. Sol, cielo despejado y quizá unos 20 o 22 grados de temperatura. Me volví a echar y durante 5 minutos me quedé con los ojos cerrados pensando que ojalá fuera invierno, no hubiera nadie en el hotel y pudiera quedarme un rato más haciendo el vago. Ya totalmente despierta, me duché y me dirigí a la cocina.


-Buenos días, niña. ¡Que tarde que andas hoy! ¿Te pasa algo?- me preguntó Manuela.
-No, Manuela, no me pasa nada. Pero ayer en el bungalow de los Martí, no paró la juerga y la música. Desde mi habitación  se les oía y he tardado mucho en dormirme y no tengo el cuerpo muy católico. ¡No se que me pasa!
-¿No será que hay un señor en este hotel que te hace tilín?-
-¡Anda ya, Manuela, pero que dices! Miguel me cae simpático, pero nada más. Además está casado y ya sabes que yo a los casados ni tocarlos. No quiero malos rollos.-
-Mira niña, te conozco desde pequeña y he vivido casi todas tus historias de amor. Tienes la mirada alelada igualita que cuando estabas tonteando de joven con tu marido. A mi no me la das.
-Bueno, ya basta Manuela- le contesté algo irritada. –Dime que quieres que haga. ¿Te ayudo a preparar los brioches?
-No, gracias niña, es mejor que te vayas a otra parte. Para trabajar en mi cocina se ha de estar con los cinco sentidos puestos en lo que se hace y tú no tienes el día. Te saldría la pasta chichurria. Vete a ver a Diego que ha bajado a buscarte. No sé que quería decirte. -
-Vale, Manuela, me voy, pero luego vuelvo a ayudarte a preparar la comida.-
Con un humor de perros, me dirigí a buscar a Diego. No sabía porque, pero tenía la sensación de que algo iba mal. Lo encontré en el jardín preparando las mesas del desayuno. Hacía un día espléndido y apetecía desayunar en el porche de al lado de la piscina.
-¡Buenos días Diego! Me ha comentado Manuela que querías verme.-
-¡Buenos días, jefa! Quería comentarte que el hombre que vino ayer a traer las maletas de la señorita Alejandra, no es ningún recadero ni nada de eso. No entiendo porque las trajo él. A ese hombre lo he visto alguna vez en una discoteca de Palafrugell. Está de segurata en la puerta de la disco. Lo sé, porque el sábado pasado quise entrar y no me dejó. Me hacia pagar 12 euros y me enfadé bastante. Por eso me acuerdo de su cara.-
-Bueno, Diego, a lo mejor entre semana se dedica a repartir o hacer de mensajero. De todas maneras voy a intentar averiguarlo, ya que a mí también me extraña. El otro día en el mercado de Palafrugell, vi a la señorita Alejandra con otra ropa diferente con la que llegó el primer día y con la maleta carrito que trajo tu segurata. Con lo cual no se la habían perdido en  Iberia.-


Con una sensación rara me fue al despacho. Quería llamar a Iberia para esclarecer el asunto, pero en el camino al despacho, Manuela me pidió que fuera al mercado a comprarle algunas cosas que le faltaban. Cogí mi capazo y me dirigí a Palafrugell. Salí por el camino de grava y me fijé que el coche de Miguel no estaba en el aparcamiento. Igual se había ido a dar una vuelta por el mercado y me lo encontraba. Cogí la carretera principal y después de diez minutos, estaba aparcando el coche en el descampado de al lado del mercado.


Los domingos, el mercado de Palafrugell se amplia. A los puestos de fruta y verdura se les añaden los chiringuitos de ropa y otras cosas típicas de los mercadillos. Antes de cargar el capazo con lo que Manuela me había pedido, estuve deambulando por los distintos puestos. Me compré una camiseta baratísima y unas alpargatas para andar por el jardín. Al cabo de media hora, ya cansada, me dirigí al mercado central donde están los puestos de pescado.
Compré gambas, cigalas, calamares y mejillones de roca para hacer paella, ya que era domingo y para Manuela era una tradición cocinar ese plato en domingo. Realmente le salía de narices. Se pasaba horas preparando el sofrito con mucho ajo y cebolla, rallando los tomates y haciendo un “fumet” de pescado con toda la morralla que el pescadero nos daba por cuatro chavos.


Después de dejar todas las compras bajo la supervisión de Manuela, me fui a mi habitación a asearme un poco. Toda yo olía a gamba y calamar. Eran las doce del mediodía y el interior del hotel estaba desierto. Diego me dijo que no había visto a los Martí y que suponía que debían estar durmiendo, ya que no habían pedido el desayuno. Alejandra y Fernando Blanchar estaban en la piscina tomando el sol y los otros dos matrimonios habían salido pero les esperábamos a comer.


-¡Oye Blanca!- me comentó Diego acercándose a mi oreja.- Esos dos- y señaló con la mirada a Alejandra y Blanchar. -Están liados. He visto esta mañana como salía el hombre del bungalow de la señorita Alejandra. Llevaba la misma ropa de ayer, cuando se fueron a cenar.-
-¡Ya te vale, Diego, mira que eres cotilla! ¡Pues mejor para ellos!- Le contesté riendo.
Como todo estaba tranquilo y sin problemas, me dirigí al despacho a ver si de una vez podía comprobar lo de la maleta de Alejandra.


En Iberia me confirmaron que no habían enviado ninguna maleta al hotel, ni nadie en el puente aéreo del viernes pasado había perdido o extraviado nada. No entendía porque Alejandra me había engañado, pero dejé el tema aparcado. Yo no era nadie para destaparle la mentira que me había dicho. A lo mejor lo que pretendía Alejandra, era disimular que no tenía ropa para que la otra se la comprase.


Estaba pensando en eso y mirando al infinito, cuando oí el ruido de un coche. Era el de Miguel que se acercaba por el camino de la entrada del hotel.

Receta de Paella


Delícia!!!!, originally uploaded by Ju Alvarenga.


Ingredientes para 4 pax.

  • 300 gramos de arroz bomba
  • 1 litro de caldo de pescado
  • 6 rodajas de calamar
  • 8 mejillones
  • 12 gambas
  • 12 chirlas
  • 1 pimiento verde
  • 3 tomates rallados
  • 2 cebollas
  • 2 dientes de ajo
  • unas hebras de azafrán
  • sal, pimienta y aceite
  • limón
Preparación:

  • Preparar en una paella el sofrito con las cebollas picadas, el ajo, el pimiento y el tomate.
  • Cuando el sofrito ya está hecho, poner las rodajas de calamar cortadas y sofreír.
  • Verter el arroz y freír durante unos minutos.
  • Echar el caldo de pescado, la sal y pimienta, las hebras de azafrán y dejar unos 15 minutos a fuego medio.
  • Poner las gambas, las chirlas y los mejillones y dejar freír 5 minutos más.
  • Rectificar de sal y pimienta, comprobar el estado del arroz y si aún falta un poco tapar con papel de diario y dejar reposar un poco más.
  • Adornar con el limón cortado a cuartos.

12 de noviembre de 2009

Quinto Capitulo de "Asesinato en el Ampurdan" y Receta de Costillas de cerdo caramelizadas

El desayuno en el Paraíso Perdido es lo mejor que hace Manuela. Se levanta a las 6 de la mañana para hacer el pan, los croisants y unos pequeños brioches de mantequilla que son la delicia de todo el que lo prueba.


Como es “self service” ponemos una mesa antigua de cocina que hace las veces de aparador, con todo el surtido de panes, brioches, ensaimadas, tomate rallado, embutidos y quesos, así como mermeladas que me elabora cada verano mi amiga Georgina, que vive en Caralps. También como recuerdo a mis antepasados escoceses se servía un tipo de desayuno escoces, con haggis que es un tipo de morcilla, acompañada de huevos, tomate asado y jamón.


Miguel llegó a desayunar solo, dio los buenos días al matrimonio Segura y se sentó a leer la prensa. Una vez se hubo tomado el café, se acercó a mí y me dijo:
-Buenos días, Blanca, me ha dicho mi mujer, Tatiana que por favor le subáis el desayuno a la habitación. Quiere té y unas tostadas integrales, nada más.
-¿A que hora lo tomará?- le pregunté.
-A las 11. Tatiana nunca se despierta antes de esa hora. Y no sale de la habitación hasta el mediodía. ¿Tienes mucho trabajo? Por que si no, me gustaría que me enseñaras un poco la zona. De pequeño había venido alguna vez por el Ampurdán, pero siempre por Lloret o Playa de Aro. Por aquí no había estado nunca.
-Bueno,- le contesté un poco azorada. -Tengo un par de horas libres. Si quieres te acompaño a dar una vuelta por los pueblecitos del alrededor. Te puedo enseñar Begur, Llafranc y Calella. En un momento estoy lista.


Naturalmente tenía montones de cosas por hacer, pero no pude decirle que no. No se que me pasaba, pero me estaba metiendo en problemas conmigo misma. Bajé a la cocina y le dije a Manuela que me iba con un huésped a enseñarle la zona. Se quedó tan extrañada de que me fuera con alguien a dar una vuelta, que no pudo articular palabra.
La mañana pasó rápidamente. A Miguel le encantó Calella de Palafrugell, un antiguo pueblecito de pescadores y marineros que en agosto se llena de veraneantes, pero que en esa época de año aún no había mucha gente. Pasear al lado de un mar solitario, en un día espléndido de primavera con un hombre interesante a mi lado, hizo que me sintiera otra vez como una jovencita a punto de caramelo para tener una aventura.


Cuando llegamos al hotel, Tatiana, Alejandra y Fernando Blanchar estaban en la piscina tomando el aperitivo. Alejandra me miró con sorpresa, como se fuera ella la mujer de Miguel y yo su amante. Me hizo sentir como culpable, no sé muy bien porqué. Al fin y al cabo, la mujer de Miguel era Tatiana y a ella no parecía importarle la ausencia de su marido. Todo lo contrario, Tatiana ni se inmutó y le dijo a Miguel con voz risueña:
-¡Hola Miguelito! ¿Qué tal tu excursión? - Y sin esperar respuesta de su marido se dirigió a Alejandra:
-Esta tarde nos vamos a Begur de compras. Y mirándome me dijo:-La pobre Alejandra sigue sin su ropa. Aún no han traído sus maletas. Además, me han comentado que hay una tienda con trajes de baño y pareos ideales.- Sin esperar contestación, parecía que era algo habitual en ella, se dirigió a Fernando y le comentó:
-Esta noche iremos a Palamos a un restaurante de moda que se come un pescado de muerte. ¿Te apetece venir con nosotros, Fernando?-
-Estaré encantado- contestó Blanchar. Y los tres siguieron tomando el sol.
Antes de bajar a la cocina, estuve observándoles desde el porche y me dio la sensación de que había algo raro entre esos tres. Tatiana y Alejandra no parecían personas que acabaran de conocer a Fernando. Era como si entre ellos hubiera algo que querían esconder. Pero supuse que eran imaginaciones mías y se habían hecho amigos en pocas horas.


Me pasé parte de la tarde ayudando a Manuela en la cocina. Preparamos unas costillitas de cerdo caramelizadas con vinagre, miel, ketchup y clavo que son una delicia. Una vez dejé mas o menos todo a punto para la cena, subí al gimnasio, ya que Diego me había dicho que los Martí y Alejandra ya habían llegado de sus compras y querían hacer una sauna y un poco de relax antes de irse a cenar a Palamos.


Cuando llegué a las golfas, que es donde está ubicado el gimnasio, me encontré a Tatiana y a Alejandra en el jacucci. A pesar de que había puesto un cartel que tanto para la piscina como en cualquier otro lugar se tenía que ir con bañador, las dos estaban completamente desnudas. Mi tendencia sexual no deja lugar a dudas, me gustan un montón los hombres, pero tuve que reconocer que esas dos estaban muy bien. Cada una a su manera. Tatiana, a pesar de su delgadez, tenía un cuerpo completamente musculado. Se notaba que el gimnasio, los masajes y las operaciones servían de mucho. En cuanto a Alejandra, su juventud y su cuerpazo de modelo, hizo que me la mirase dos veces. Tenían una cierta semejanza. El pelo de Alejandra era rubio natural y lo tenía lacio y largo. El de Tatiana era mucho más rubio debido a los tintes. Pero las dos se parecían bastante. Como no notaron mi presencia y no había nadie más, decidí dejarlas y no llamarles la atención sobre su desnudez.


Fui a mi habitación, me duché y me arreglé un poco más que de costumbre, ya que esperaba ver a Miguel antes de que se fuera a cenar a Palamos. Me puse unos pantalones negros de crèpe y una blusa negra. Hice el sacrificio de calzarme unos zapatos con un poco de tacón, (algo que odio, me gusta el zapato plano y soy sumamente patosa con los tacones) y me dispuse a pulular por la biblioteca-bar que es donde se reúne la gente antes de la cena. Bajé las escaleras con cuidado de no dar un traspié con mis tacones y solo entrar en la habitación vi a Miguel. Estaba en la barra del bar con una copa de vino tinto en la mano, fumando un cigarrillo y con el libro de la noche anterior.


Raramente soy tímida ni me pongo colorada, pero esa noche sentí que me subían los colores. Me miró como si me quisiera devorar, comerme enterita.


-¡Hola Blanca! ¡Que guapa estás! ¡Lástima que tenga que cenar fuera esta noche!- me soltó con voz seductora.
-¡Gracias! Pero ya verás como el restaurante al que vais os va a encantar- le contesté un poco azorada. –Por cierto, parece que tu mujer y su amiga conozcan de toda la vida al Sr. Blanchar.- le dije por cambiar de tema.
-Pues ahora que lo dices, la verdad es que es un poco raro. Tatiana no le conocía de nada, pero Alejandra no sé. De todas maneras me alegro que los tres se hayan hecho tan amigos. Tatiana no tiene muchos.


En ese momento apareció Tatiana. Deslumbrante con un traje chaqueta gris marengo de Armani y una camiseta blanca que le deba ese toque elegante e informal a la vez. Con el pelo rubio, súper bien cortado y arreglado, estaba realmente guapa. Tuve un pequeño ataque de celos, ya que esa mujer tan guapa, elegante y rica, encima estaba casada con un hombre al que yo encontraba francamente atractivo.


-¡Hola Blanca!- me dijo Tatiana. Me ha encantado el jacuzzi y el baño turco. Me ha dejado como nueva. ¡No sabes que cansancio toda la tarde de compras!
-¿Has encontrado algo bonito? –le pregunté.
-¡OH si!, me he comprado varios bikinis y tres pareos. A la pobre Alejandra, como aún no le han traído las maletas le he comprado un par de conjuntos. Como la conversación iba encaminada a la ropa y a las tiendas que habían visitado, la dejé con Blanchar y me dirigí hacia el matrimonio Martí para ver si querían tomar algo antes de la cena. Mientras les preparaba un Bloody Mary especialidad de la casa, apareció Alejandra y se incorporó al grupo. Estaba realmente espectacular. Llevaba un vestido muy escotado que dejaba entrever su pecho. Todos los hombres que estaban en ese momento en la biblioteca giraron sus cabezas hacia ella. Miguel como todos los demás, se quedó con cara de cordero degollado, admirando la belleza y juventud de la chica. En ese momento entró Diego y me llamó:
-¡Blanca, han traído las maletas de la señorita Alejandra!
-Gracias, Diego, llévalas a su bungalow. Yo voy a firmar el comprobante de entrega. Salí con Diego de la biblioteca y la maleta carrito que había llevado Alejandra en el bar de Palafruguell estaba ahí.


Para mi sorpresa, no fue Iberia, sino un hombre joven, sin ninguna clase de identificación, que ni tan siguiera me hizo firmar ningún papel. Acostumbrada a viajar, alguna vez habían perdido mis maletas, por lo que sabía perfectamente que la misma compañía de aviación las enviaba a través de una agencia de transportes y hacían firmar un comprobante conforme se habían recibido. Decidí que a la mañana siguiente averiguaría algo más sobre las maletas de Alejandra. Les dejé en la biblioteca y me fui a la cocina a ver que hacia Manuela, ya que esa noche, los Segura y los Codina cenaban en el hotel.
Después de la cena de los huéspedes, volví a la biblioteca. Los dos matrimonios se habían retirado a sus bungaloes y me apetecía estar un rato sola en esa habitación, con un gin tonic y un buen libro. Normalmente me hubiera ido a mi cuarto a leer, ver la tele o a dormir, pero esa noche me apetecía volver a encontrarme con Miguel. Supuse que después de la cena de Palamos, volverían  al hotel. Pero a eso de la una de la madrugada me cansé de esperar y me fue a la cama. Mientras me lavaba los dientes oí un coche que se acercaba por el camino de grava de la entrada. Supuse que eran ellos. Por diez minutos no había visto a Miguel. Me hubiera gustado volver a hablar con él de libros, sentados en la biblioteca.


Caí en un primer sueño que me hizo tener pesadillas y me desperté a las dos de la madrugada empapada en sudor. Con la luz apagada y solo el reflejo de la luna entrando por la ventana, me dirigí al cuarto de baño. Cuando volví a la cama no pude resistir la tentación de mirar por la ventana. Se veía el bungalow de los Martí, con todas las luces encendidas, música a todo volumen y risas, muchas risas.

Receta de Costillas de Cerdo Caramelizadas


Costillas de Cerdo Asadas, originally uploaded by jlastras.


Ingredientes:

  • 1/2 kg. de costillas de cerdo
  • 3 cucharadas de Ketchup
  • 2 cucharadas de miel
  • 1 pizca de comino
  • sal y pimienta
  • aceite
Preparación:

  • Salpimentar las costillas y freír.
  • En una fuente de horno poner las costillas.
  • En un bol poner el Ketchup, la miel y el comino.
  • Pintar las costillas con esta salsa y calentar en el horno durante 10 minutos a 160 grados.

11 de noviembre de 2009

Cuarto Capítulo de "Asesinato en el Ampurdan" y Receta de Patatas rellenas de foie


A la mañana siguiente, después de desayunar con Manuela y leer la prensa, aparecieron los primeros huéspedes.
El primero en llegar fue Fernando Blanchar. Nada más verlo, me dio mala espina. Era alto y delgado, con músculos de gimnasio y de una belleza demasiado perfecta para mi gusto. Tenía unos ojos azul grisáceo, que eran tan fríos como el acero y me produjeron un escalofrío nada mas mirarle. Iba arreglado como un dandy y demasiado sofisticado para venir a una masia en el campo.
-¡Buenos Días Señorita! Tengo una reserva para la suite. Me llamo Fernando Blanchar.
-¡Buenos Días, Sr. Blanchar!- Le contesté. –Diego, acompaña por favor al Sr. Blanchar a la suite.-
Diego, un chico estupendo que me había presentado mi hija, estaba contratado como “concierge”, chofer y chico para todo, le acompañó hasta su habitación con aquella simpatía que le caracteriza y que logra conquistar a todos los clientes nada mas llegar al hotel.

Al cabo de pocos minutos bajó Diego y me dijo:
-Blanca, este tío es más raro que un perro verde. Nada más entrar en la suite a empezado a mirar todos los rincones, debajo de la cama, los cajones y hasta debajo de las lámparas. Me parece que es un maniático de la limpieza o sufre manías raras. Además no ha hecho ni caso al champagne ni a la bandeja de frutas y encima no me ha dado ni un mísero euro de propina.
-Bueno, Diego, ni caso. Ya sabes que hay gente muy rara por el mundo- le  contesté sin dar mas importancia. Aunque me repateó que un cliente que va a una suite no dé la mínima propina.
Los segundos huéspedes en llegar fueron los Martí, Miguel y Tatiana. El, de unos 35 años, moreno con ojos azules, no muy alto y más flaco, pero fuerte. Enseguida supe que ese hombre me gustaba. Tenía una mirada cálida. La mujer en cambio, debía tener 50 años, pero con las múltiples operaciones estéticas, aparentaba 30. Era rubia, increíblemente flaca, rozando la anorexia y de una belleza muy anglosajona. Iba perfectamente vestida, con un conjunto caqui de Armani que le sentaba a las mil maravillas. Llevaba la voz cantante y fue quien me dio su American Express para las futuras facturas en el hotel.
Diego les acompañó a su habitación y yo me quedé en la recepción con una sensación de “Dejà vù”. Era la primera vez que veía a esa mujer, pero me pareció haberla visto en alguna otra parte. Quizá al pertenecer a la jet set, la había visto en alguna revista del corazón.
Al cabo de una hora y para mi sorpresa, apareció el tercer huésped. Si mi memoria no fallaba, era la chica que se había sentado a mi lado en el bar, el día anterior en el mercado de Palafrugell. Llevaba unos tejanos muy ajustados, muy bajos de cintura y una camiseta completamente ceñida al cuerpo, que marcaba su perfecta silueta. El bolso que llevaba era distinto  que el del otro día. Este era un modelo de Hermés, enorme, que siempre me había gustado, pero que jamás me podría comprar.
-¡Hola! Soy Alejandra Jiménez. La señora Tatiana Martí ha hecho una reserva a mi nombre.-
-Buenos Días, señorita Jiménez. Si, efectivamente. Tiene el bungalow de al lado de los Sres. Martí. El chico la acompañará inmediatamente. ¿Sus maletas?- le pregunté.
-No las he traído, las enviaran desde el aeropuerto de Barcelona, ya que he llegado esta mañana desde Madrid y las maletas se han perdido. Como no me apetecía esperar he cogido un taxi para venir directamente aquí. Me han dicho en Iberia que llegarán en el próximo puente aéreo y las enviarán directamente al hotel esta noche. Supongo que Tatiana me dejará algo para ponerme.-
Mientras Diego acompañaba a Alejandra a su habitación, yo me preguntaba porque me había mentido. Yo la había visto el día anterior en el mercado con una maleta y otra ropa. Con esa duda en la cabeza, me dirigí a mi despacho a abrir fichas de mis nuevos clientes.
A media tarde llegó el matrimonio de Madrid, los Segura. 
Los alojé en el bungalow más apartado de los otros y les obsequié con una caja de trufas y una botella de cava por sus 45 años de casados. Era bonito conocer a personas que habían pasado media vida juntos y aún se querían y lo celebraban. Eso me daba una envidia sana, pero envidia al fin. Yo no lo había conseguido. Como todos mis huéspedes se quedaban a cenar, dejé mis pensamientos particulares y bajé a la cocina a ayudar a Manuela para la cena.
Si nadie me pedía nada especial, tenía organizado tanto para la comida como para la cena unos menús que se cambiaban cada día, y consistían en tres primeros y tres segundos a escoger. La carta de postres era mas variada, ya que Manuela es experta en repostería y además habíamos contratado a una chica, Laura, recién salida de la escuela de hosteleria de Les Roches, Suiza. Como Laura estaba en período de prácticas, era bastante manejable por Manuela, que a pesar de no haber estudiado nunca, sabía más de pasteles que el propio Escrivá de Barcelona.
Esa noche el menú consistía en pisto, crema de calabacín o huevos estrellados (copia de casa Lucio de Madrid) y lenguado meunière, costillas de cabrito o patatas rellenas de foie con vinagreta de trufa.
Nada más comenzar la cena, Tatiana y Alejandra empezaron a poner problemas. Tatiana permanentemente de régimen a pesar de su delgadez, solo quiso lechuga y en cambio Alejandra se quedó con hambre y me pidió dos raciones de huevos estrellados.
Miguel, el marido de Tatiana, se comió el pisto y me felicitó por lo bueno que estaba. Detalle que hizo que aún me cayera mejor.
Después de cenar, el matrimonio Segura se retiró a su habitación y los demás se fueron al salón-bar-biblioteca, donde Diego y Laura estaban sirviendo copas.
Yo me sentía especialmente orgulloso de esa habitación de la masia. Tiene un techo abovedado y en tres de las cuatro paredes las estanterías con libros eran la principal decoración. En la otra pared junto a la puerta, está el bar. Es una pieza de coleccionista, que había encontrado en un anticuario de la zona. En medio de la sala, los cómodos sofás invitaban a la lectura y a la charla. La chimenea inglesa era otra de mis adquisiciones en los anticuarios. La había comprado en los anticuarios de Londres y había pertenecido según el vendedor, a un antiguo castillo escocés. Es de mármol rosa y tal alta como una persona. Con todos esos elementos, la biblioteca se había convertido el punto favorito de mis clientes.
Los huéspedes pueden coger los libros que  quieran mientras están alojados en mi hotel. Generalmente no acaban la lectura y me piden si pueden llevárselo a sus casas. Yo se lo regalo y en el interior de la solapa pongo el membrete “Biblioteca del Paraíso Perdido” Siempre será una publicidad para cuando alguien vuelva a abrir el libro. Con este sistema, una vez al mes voy a Barcelona y me paso por el Fnac y compro los libros que hay que reponer.
Esa noche, sentadas en el sofá junto a la chimenea, estaban Tatiana y Alejandra, que no paraban de hablar, reír y tomar copas. Cada dos por tres se iban juntas al lavabo, lo cual me pareció una actitud un poco sospechosa. El Sr. Martí estaba en un sofá de la esquina mirando a la piscina con un libro de la biblioteca en la mano. En la otra sostenía una copa de coñac.
Fernando Blanchar, sentado junto a las dos mujeres, parecía como si quisiera entablar conversación con ellas. Así que como buena anfitriona, le presenté al Sr. Blanchar. Enseguida pasaron de mí y los tres de pusieron a hablar y a seguir su juerga particular sin contar con Miguel, el marido de Tatiana. Como vi que estaba un poco solo y aburrido y me apetecía conocerle, me senté a su lado.
-Buenos noches, señor Martí. ¿Quiere un poco más de coñac? Le sugerí.
-Si, gracias. Está buenísimo.
Cogí la botella del bar y le serví una generosa ración.
-Veo que está leyendo a Patricia Corwell- le comenté mientras le rellenaba la copa con una generosa ración.
-Si me encanta- me contestó. –Soy un fan de la doctora Kay Scarpetta y este libro no lo había leído. Tienes una buena biblioteca y por favor tutéame.-
-Gracias,- le dije un poco azorada. Soy Blanca Spinola y espero que estéis a gusto en mi hotel.-
Estuvimos un buen rato hablando de libros y finalmente le di las buenas noches y me fui a mi habitación. Tenía que pensar. Ese hombre me atraía de una manera especial. Era de una belleza salvaje y extraña y me recordaba un poco a mi ex marido. Desde mi divorcio había tonteado con muchos hombres, algunos de una noche, otros de algunos meses, pero nada importante. Sin embargo, ese hombre tenía algo especial que hizo que ya en mi cama, mi último pensamiento antes de dormirme fuera para él.

Receta de Patatas rellenas de foie


Patatas rellenas, originally uploaded by vicky2k2.


Ingredientes:

  • 4 patatas medianas
  • 1 bote de crema de leche
  • 1 lata de foie o pate
  • 2 botes de trufa negra
  • sal, pimienta y cebollino
Preparación:

  • Asar las patatas en el horno sin quitar la piel hasta que pinchando con un palillo estén blandas.
  • Partir por la mitad y vaciar conservando la piel entera.
  • Poner la carne extraída de la patata en un bol, salpimentar y añadir la crema de leche hasta que quede un puré de patata bien espeso.
  • Añadir el foie mezclándolo todo y añadir la trufa rallada por encima.

10 de noviembre de 2009

Tercer Capítulo de "Asesinato en el Ampurdán" y Receta de Lenguado Meuniere

Capítulos anteriores:
Primer capítulo
Segundo capítulo
Cuarto capítulo

Quinto capítulo


De todas las habitaciones, mi despacho era la que más me gustaba. Está en la planta baja y tiene un enorme ventanal en forma de arco que da al jardín donde los sauces llorones resplandecían espectacularmente aquella primavera.


Con la lista de reservas en la mano, empecé a repasar a los huéspedes de los próximos días. En primer lugar estaba el matrimonio Martí, Miguel y Tatiana. Ella rica de nacimiento y de vocación. El tenía una pequeña tienda de decoración. Antes de acoger alguien en mi hotel, siempre procuro enterarme de quienes son. Tengo que decir que mi fuente es mi amiga Rosa de Barcelona, que es periodista de sociedad y lo sabe todo de todo el mundo, y si no lo sabe, se entera. Según su información, Tatiana pertenecía a la jet set española y hacía su vida bastante independiente de la de su marido Miguel, ya que el no podía mantener los caprichos y nivel de vida de su mujer Tatiana y ésta no se conformaba con lo que Miguel poseía. Pero al ser ella millonaria, pasaba de él y hacía lo que quería. Según Rosa se llevaban fatal y había oído rumores que apuntaban a Tatiana hacia la bisexualidad. Lo que yo me preguntaba era que hacían juntos en mi hotel si tan mal les iba.
Otra de las huéspedes era una mujer, Alejandra Jiménez, que venía con el matrimonio Martí y era íntima amiga de la mujer. Era modelo y residía en Madrid.


Luego estaban los Segura, un matrimonio de edad, que celebraban sus 45 años de casados. Rosa me había informado que eran gente conocida de Madrid.


Del cuarto huésped, un tal Fernando Blanchar, mi amiga periodista no me pudo dar ninguna información. Pero como pidió la suite, con champagne francés cada día, me dejé de escrúpulos y le hice la reserva.


Y la quinta habitación, la tenía reservada para una pareja de Barcelona, los Codina, que tenían casa por la zona, pero que querían probar mis dotes culinarias, ya que alguien les había dicho que entre mi cocinera Manuela y yo, hacíamos prodigios en los fogones. Con lo cual mi ego hizo que me dejara de comprobaciones de quienes eran.


Estaba repasando la lista, cuando sonó el teléfono.
-¿Diga?-
-¡Mami!
-¡Hola Paola! ¿Cómo estás?- contesté alegre de oír a mi hija.
-Muy bien. Pero aquí en Nueva York hace un frío de narices. Está todo nevado. Te quiero proponer que vengas a Nueva York cuando presente mi colección. He trabajado mucho y espero que te guste.
-Y ¿Cuándo será?- le pregunté deseando que no fuera en plena temporada hotelera.
-Pues aún no lo tengo confirmado del todo, pero supongo que el pase para los nuevos diseñadores será mitad o final de mayo. Tienes que venir, mami. Papá me ha dicho que si y a lo mejor con suerte la nueva novia no puede ir con él, porque tiene un casting por esa época.-
-¿Un casting? ¿Que es modelo? – pregunté pensando que en la actualidad las modelos florecían como setas.
-No, mama, es aspirante a actriz. Pero si ella no viene, podéis venir juntos y así le das en las narices a la nueva.
-Bueno, cariño, cuando sepas exactamente la fecha me lo dices y haré lo posible para estar contigo y ver el éxito que tendrá tu colección de ropa. Pero con papá no voy, prefiero ir sola, y a papá y lo veré contigo en Nuevo York.
-Vale mami, pero que sea que si, te quiero.
-Yo también te quiero, Paola, y tengo muchas ganas de ir y estar contigo. Un besito, adiós.
Tengo que decir, que mi querida hija Paola es de lo más independiente que me he echado a la cara. Estudió diseño de moda en Central Saint Martin School of Art de Londres. Hace dos años que se estableció en Nueva York y está metida en el mundo neoyorquino como una Woody Allen femenina. Por el momento ni piensa casarse ni tener hijos. Claro que con unos padres como los que tiene no me extraña.


Vaya ideas que se le ocurrían a mi hija. ¡Que fuera con su padre a Nueva York! Con mi ex marido tenía una buena relación, pero no me apetecía volar con él. Alberto iba por la cuarta o quinta novia o mujer. Hacía tiempo que no nos veíamos ni hablábamos por teléfono. El pasado lo tenía ya archivado y no quería que volviera a mi presente. Yo había sufrido mucho en mi matrimonio y no quería saber nada de esa etapa anterior. Podría haber sido una familia feliz, los tres juntos, pero no había sido así. El paso del tiempo había hecho cicatrizar mis heridas, pero tampoco era cuestión de hurgar mucho por su volvían a supurar.


Eran ya las siete de la tarde. Como ya había hecho todo el trabajo, me fui al gimnasio. En la buhardilla de la masía tenía montado un pequeño gimnasio, con aparatos de fitness, jacucci, baño turco y sauna. Esa tarde me pasé una hora haciendo máquinas, unos quince minutos y jacucci y sauna bastante más rato, que a mi edad tampoco es cuestión de machacarme el cuerpo. Después, ya relajada, me puse cualquier cosa y bajé a la cocina donde Manuela me había dejado algo para cenar. Para Manuela algo para cenar consistía en una sabrosísima sopa de verduras y un lenguado meunière, digno del mejor chef francés. Comí delante de la tele que hay en un pequeño comedor anexo a la cocina. Como no hacían nada interesante esa noche en la televisión, me fui a mi habitación, que es la otra parte preferida de mi casa. Es grande y espaciosa y se compone de un vestidor y un cuarto de baño en un solo espacio, y la parte del dormitorio con vistas a la piscina, los bungaloes y al bosque de pinos.


Esa noche tenía ganas de leer un nuevo libro de la escritora Donna Leon. Era una de mis autoras favoritas de novela negra. La nueva aventura veneciana del comisario Guido Bruneti, me había mantenido despierta la noche anterior hasta altas horas de la madrugada y esta me pareció que volvería a ser lo mismo.


Para ver el resto de capítulos haz clic aquí.









LENGUADO MENIERE, originally uploaded by Puntiyo.


Ingredientes:

  • 4 lenguados
  • aceite
  • harina
  • sal, pimienta, cebollino o estragón
  • 50 gramos de mantequilla
  • zumo de 1/2 limón
Preparación:

  • Salpimentar los lenguados, pasarlos por harina y freír en aceite. Reservar.
  • En un bol derretir la mantequilla, echar el zumo del limón, un poco de sal y las hierbas.
  • Verter por encima de los lenguados.

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