22 de noviembre de 2009

Capítulo Octavo de "Asesinato en el Ampurdan" y "Cubanitos"



8 capitulo


La tarde fue un caos. La policía se adueñó del hotel y tuvimos que esperar al juez de La Bisbal para que levantara el cadáver. Nadie se podía marchar, ya que tenían que interrogarnos a todos.
No sabíamos que había pasado y las horas de espera fueron agobiantes. Yo suponía que se había pasado de coca, de alcohol o lo que fuera. Quizá una sobredosis de todas esas drogas mezcladas había sido un cóctel letal para Tatiana. Desde luego, la juerga del día anterior debía haber sido brutal, pues se había cobrado la muerte de una persona.
Sobre las 6 de la tarde, se presentó el jefe de los Mossos de Escuadra de la Bisbal. Nos dijo que no abandonáramos el hotel, ya que al día siguiente vendría de Barcelona un detective de la brigada criminal. Creían que había sido una sobredosis de droga y alcohol, pero hasta que no se hiciera la autopsia no se podía sacar ninguna conclusión.
Con la policía alojada en el hotel, para que nadie se marchase, nos reunimos todos en la biblioteca después de cenar. El ambiente estaba enrarecido y parecía que todos nos mirábamos con desconfianza.
En un momento dado, Miguel se acercó a mí y me dijo:
-Blanca, tengo que hablar contigo a solas.-
-Vamos a mi despacho- le contesté extrañada. Entramos allí y sin más preámbulos me soltó:
-Blanca, no se lo que ha pasado. Ayer no dormí con Tatiana. Nos peleamos después de cenar. Ella estaba muy pasada de todo.
-¿Qué quieres decir?-
-Tatiana era cocainómana. Siempre me decía que lo iba a dejar pero nunca lo hacía. Vinimos aquí para estar una semana en al campo, sin vicios ni nada. Pero no sé como lo hace, pero siempre me engaña. Acababa de salir de una clínica de desintoxicación en Barcelona. La fui a buscar el viernes y nos venimos para el hotel directamente. No entiendo como ha podido conseguir la droga. Seguro que su amiga Alejandra fue quien se la suministró.
-Lo siento. No se que decir. ¿Por cierto? ¿Dónde fuiste ayer por la noche?-
-Como nos habíamos peleado, salí muy enfadado del bungalow y me quise ir a casa a Barcelona y dejarla con sus amigos y sus juergas. Quería tirar la toalla, ya no podía más. He estado aguantando muchos años porque Tatiana estaba sola en el mundo. No tenía familia. Solo me tenía a mí. Con su adicción a la coca se estaba destruyendo. Yo era el único que la podía centrar. Pero ya estaba harto. Así que ayer cogí el coche y me fui a Barcelona. Estaba muy nervioso, sabía que no podría dormir y me fui a tomar una copa a una discoteca cerca de mi casa. Después de dormir unas pocas horas, he vuelto al Ampurdan. No podía dejarla y tampoco irme sin despedirme de ti y contarte lo que había pasado. No podía desaparecer sin más.
-Lo siento- fue lo único que atiné a decir.
-Oye Blanca, ya se que no es el momento, pero me gustas y ………
En ese instante, alguien llamó a la puerta del despacho. Era Diego.
-Blanca, perdona, pero la poli te está buscando. Quieren hablar contigo.-
-Diles que ya voy- y mirando a Miguel un poco abochornada por lo que me había comentado le dije:
-Mira Miguel, luego hablamos, ¿Vale?- y con cara de preocupación salí del despacho para ver que quería la policía.
El juez se despidió de los policías y de mí, y la ambulancia partió con el cadáver de Tatiana. No sé a los demás, pero a mi ver esa escena me hizo llorar. Pobre mujer, lo tenía todo y en un momento ya no era nada. Así era la vida de puñetera.
La policía selló la habitación y me comentó que al día siguiente la brigada de Barcelona llegaría sobre las 10 de la mañana para interrogarnos a todos. Como buena anfitriona les acompañé a la cocina y les serví unos bocadillos que ya había preparado en día anterior y que eran una de las especialidades de la casa, mis famosos “Cubanitos” que son sanwiches de varios pisos de roosbeef, queso, mortadela, jamón dulce, mayonesa, pepinillos y salsa HP.
Cuando todo el mundo se hubo retirado a sus habitaciones, me fui a dar un paseo por el jardín. Siempre que estoy nerviosa, pasear bajo las estrellas me produce un efecto relajante en mi sistema nervioso. Pero esa noche la excitación y la tristeza jugaron en mi contra y no me apetecía meterme en la cama, pues sabía que no podría dormir. Después de un buen rato mirando las estrellas y con el cuerpo un poco aterido del relente de la noche fría, decidí subir a mi habitación, tomar un baño y meterme en la cama. Si no podía dormir, me dedicaría a contar ovejitas.






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