25 de enero de 2010

Capítulo Diecinueve de "Asesinato en el Ampurdan" y Receta de Garbanzos Cocidos





19







El inspector Pons llegó puntual. A las nueve de la mañana ya estaba en la recepción. Fuimos a  la terraza y allí Laura nos sirvió el desayuno. Manuela se había esmerado especialmente, ya que había preparado pequeños brioches de mantequilla y unos  hojaldres con crema hechos por ella misma. Además, como sabe que yo desayuno salado, dispuso de bandejas de pan con tomate y aceite de oliva y diversos embutidos. Mientras duró el desayuno, no hablamos de nada relacionado con el caso pero si de algunos asesinatos que había investigado Pons y sacaron aún más a flote esa vena policíaca que yo tenía.


Pons estaba de buen humor y me contó que le encantaba el Ampurdan y que solía ir los fines de semana con un amigo que tenía una casa cerca de Rosas. Yo hablé poco, ya que su charla era amena y el tipo empezaba a caerme francamente bien.


-Gracias señorita Spinola, estaba todo buenísimo,- me dijo Pons. - Ahora “Nem par feina”  Como ya sabe, la señora Martí fue asesinada por ingerir un veneno. Los resultados de la autopsia lo demuestran claramente. Era arsénico, suponemos que mezclado con alguna bebida. Por eso es muy importante que se acuerde exactamente de lo que me ha contado de las botellas azules y que me explique quien entró en la habitación antes de la policía llegase.-
-Inspector, la tarde la muerte de Tatiana fue un caos. Todos estábamos realmente asustados y conmocionados. Pero recuerdo exactamente que encima de la mesa donde estaba muerta la señora Martí había una botella azul y otras de alcohol. Después de que el señor Martí viniera con Diego a decirnos que su mujer estaba muerta, yo subí a comprobarlo.- me quedé pensando un momento y añadí: - La verdad, no pasé de la puerta, me quedé en el umbral de la habitación y a través del espejo de la pared pude ver las botellas y el desorden del bungalow. Luego cuando entré con el Doctor Ferrer ya no estaban encima de la mesa. Pero en ese momento no me di cuenta o no pensé en ello. Antes si que había pensado de porque había botellas de agua que no las habíamos servido en el hotel. ¡AH y otra cosa! Antes de que llegara el médico mandé a Diego que se quedase apostado delante de la puerta, vigilando que nadie entrara. Por lo que aparte del señor Martí y Diego, que descubrieron juntos el cadáver, no pudo entrar nadie más.-


En ese momento el móvil de Pons sonó. Como vi que era un conversación importante, le dejé solo y fui en busca de más café. Cuando volví Pons me dijo:
-Me acaban de llamar del laboratorio. Hemos hecho analizar las botellas que encontramos en el maletero del coche de García. Son botellas de agua, de una marca italiana.- Pons se llevó la taza de café a los labios y se encendió un ducados. - Pero una de las botellas contenía un poso de arsénico. Juraría que el arma del crimen es esa botella a la que introdujeron el veneno. Es posible que García al traer las maletas de la señorita Alejandra, también trajera el veneno mezclado con el agua. Pero él no se las llevó del bungalow, ya que según me ha contado, las únicas personas que entraron el la habitación, antes de la policía, aparte de Usted y el doctor, fueron el marido y Diego. Y ninguno de los dos tocó nada. El forense ha dictaminado la hora de la muerte entre las dos y media y las tres de la madrugada. ¡Vamos a ver!- y cogiendo una carpeta, empezó a hojear papeles.


-Según las declaraciones del primer día, el señor Martí pasó esa noche del sábado en Barcelona. Se había peleado con la victima y se fue a una discoteca a Barcelona. Sobre las tres de la mañana, tenemos testigos que confirman que estaba en la discoteca.  Desde el hotel hasta el UP and DOWN se puede tardar entre una hora y pico, con  lo cual el señor Martí debió de partir del Ampurdan sobre las dos de la madrugada, como muy tarde. Al día siguiente regresó al hotel hacia el mediodía, que es cuando encontró el cadáver.-
-Es verdad, inspector- le contesté.  - Yo lo vi llegar con su coche e eso de la una, una y media del mediodía. Me preguntó si había visto a Tatiana y le dije que no, que no había salido del bungalow en toda la mañana. En ese momento Diego comentó que tampoco había pedido el desayuno y acompañó al señor Martí con la maleta al bungalow y es cuando los dos descubrieron el cadáver.-


-Bien, por el momento el señor Martí queda descartado. Ahora vamos por esos dos, Fernando Blanchar y Alejandra Jiménez- Pons volvió a consultar sus hojas. –Evidentemente el algún momento de la noche pudieron entrar en el bungalow de la señora Martí, una vez hubo partido el marido. Ella le debió de dejar entrar y luego salieron sin que nadie los viera. Usted ha declarado que a partir de las dos de la madrugada oyó juerga, música y muchas risas. La señora Martí debía de estar con alguien, posiblemente esos dos, ya que usted oyó el ruido hasta que se durmió que declara que fue sobre las dos de la madrugada. ¿Correcto?-


-Si, sobre esa hora me debí de quedar dormida.-


-De todas maneras,- continuó Pons, - ellos no pudieron llevarse la botella de agua con el veneno, pues usted asegura haber visto la botella cuando se descubrió el cadáver, luego con el doctor ya no la vio y después Diego custodió la habitación y esos dos ya no pudieron entrar para llevarse la botella, pues su chico vigilaba el bungalow y … No le dejé continuar. A mí mente vino una imagen que pugnaba hacia días por salir, pasó fugazmente, pero volvió a quedarse en el olvido. ¿Qué era lo que estaba pujando por emerger de mi cabeza?


-Inspector, acabo de pensar en algo que no tengo muy claro. Me parece que Diego me comentó que cuando estaba vigilando la habitación tuvo que ausentarse un momento para ir a buscar algo. No recuerdo muy bien lo que era, pero creo que es importante. Tenemos que ir al hospital y preguntárselo al chaval.-


-Bien, pues me voy para allá- Quiero saber exactamente si se movió de la puerta o no.-
-Inspector, ¿Puedo acompañarle?


-Claro, vamos.-


Nos dirigimos al hospital. El camino lo recorrimos en silencio. Yo estaba preocupada. ¿Quién había introducido las botellas azules en la habitación? Y sobre todo ¿Quién le había obligado a beber? No podía creer que Tatiana bebiese arsénico mezclado con agua y no lo notase. En ese momento mi móvil empezó a sonar. En la pequeña pantallita apareció en nombre de Miguel. Como no deseaba que Pons supiera que él me llamaba, colgué sin contestar. También era mala suerte, no me había llamado hacia días y precisamente cuando iba con el poli en el coche, llamaba. Si le extrañó que no atendiese el teléfono, no lo expresó. Siguió conduciendo callado e inmerso en sus pensamientos. El coche era un Audi 4 de color gris, un poco abollado, que yo suponía por las múltiples persecuciones a delincuentes.


Llegamos al hospital de Palamos y tuvimos que esperar un rato fuera de la habitación, pues las enfermeras estaban aseando a Diego. Como ya estaba instalado en una habitación, Diego podía recibir visitas durante todo el día, sin restricción de horarios, por lo que no despotriqué contra las enfermeras por sisarme tiempo de visita.


Diego estaba muy animado. Ya no le dolía la rodilla y estaba sentado en un sillón al lado de la cama. La pierna enyesada desde la ingle hasta el tobillo, reposaba en una banqueta. El médico le había dicho que en un par de días ya le daba el alta. Se iba a ir a Suiza con sus padres para que le cuidaran y cuando le quitaran la escayola volvería al hotel y empezaría la recuperación de la pierna. Me iba a dar mucha pena estar sin él, no solo en el trabajo, sino también como compañía para Manuela, Laura y yo misma.
-A ver Diego,- dijo el inspector. - Quiero que pienses con calma y no te precipites en contestar. ¿Cuándo estabas vigilando la habitación de la señora Martí, abandonaste en algún momento la vigilancia de la puerta?-
El pobre Diego se puso colorado y nervioso y contestó como echándose la culpa de su ausencia.
-Si, lo siento, inspector, de verdad, pero solo fue un minuto. Tenía que ir al lavabo a hacer pis. En toda la mañana no había tenido tiempo ya que todo el mundo se quedó en la piscina y no pararon de pedirme cosas. Además me puse muy nervioso después de haber visto el cadáver. Cuando estaba vigilando el bungalow, vi salir del suyo a la señorita Alejandra, que era el de al lado junto del de la señora Martí, Ella estaba aún mas nerviosa que yo y me mandó a por tabaco y se ofreció a vigilar un momento la puerta. Entonces aproveché en ir al lavabo y traer los cigarrillos que me había pedido. Pero fue solo un momento, - su expresión estaba compungida.


-¿Donde está situado el lavabo al que fuiste?- le preguntó  Pons impaciente.
-En la cocina. Hay unos servicios para los empleados, el de mi habitación está más lejos.-
-¿Cuánto se tarda, más o menos?- quiso saber el inspector.
-Muy poco. El bungalow de los señores Martí era el que da a la piscina. No sé, dos o tres minutos, no más.-
-¿Y el tabaco, donde lo fuiste a buscar?-
-En una habitación al lado de recepción. Cuando salí del lavabo de la cocina, cogí el tabaco, salí de la masia y me dirigí al bungalow de la victima. No pude tardar más de tres o cuatro minutos en total. La señorita Jiménez estaba en la puerta súper nerviosa, hablando con el doctor y con Blanca, que acababan de llegar al bungalow en ese momento.-
-Bien, luego comprobaré cuanto se tarda en hacer el recorrido que me explicas. Bueno, ahora pasemos a otra cosa.- y Pons le enseñó las fotografías del coche estrellado en el barranco.


Diego volvió a repetir lo mismo que me había dicho a mí. El coche con sus llamativas  llantas  doradas era el mismo que le había arrollado. Las botellas azules eran por supuesto las que estaban en la habitación de la muerta. Le dejamos algo preocupado y nos fuimos a buscar el coche. Pons quería volver al hotel y cronometrar el tiempo que Diego había dejado sola a Alejandra vigilando la habitación.
                  En el trayecto de vuelta al Paraíso Perdido Pons apenas abrió la boca. Su expresión era taciturna y preocupada. Tenía el ceño fruncido y la cara de pocos amigos.         Si no quería hablar no iba a ser yo quien le diera conversación.
                  Cuando llegamos al hotel lo primero que hizo fue comprobar el tiempo empleado por Diego desde el bungalow que habían ocupado los Martí hasta los lavabos del servicio en la cocina, pasar por recepción donde se guarda el tabaco y volver al bungalow. En total seis minutos y medio. Cogió su carpeta y empezó a anotar cosas.
                  -Bueno, señorita Spinola, me voy a Barcelona. Tengo que hacer unas comprobaciones más. Ya la llamaré.- y sin apenas despedirse, subió a su coche y se marchó. Realmente le había cambiado el humor desde la mañana durante el desayuno hasta ahora. Había pensado en invitarle a comer unos garbanzos cocidos que Manuela había preparado la tarde antes, pero con semejante carácter, que le dieran "morcilla."
                  Entré en mi despacho y llamé a Miguel para contestar la llamada de la mañana. Hacía varios días que no hablábamos. Pons me había querido transmitir su desconfianza sobre él, pero mis sospechas hacia Miguel ya se habían disipado y decidí mostrarme amable y cariñosa.


                  -Miguel, soy Blanca.-
                  -¡Hola Blanca! He intentado hablar contigo antes, pero tenías el móvil desconectado.-
                  -Si, cuando has llamado me he quedado sin batería. - mentí -Y luego he estado en el hospital visitando a Diego. ¿Vas a poder venir algún día?-
                  -No, lo siento. Tengo mucho jaleo en la tienda y además Alejandra no para de marearme. Que si Tatiana le había prometido regalarle un vestido, que si tal anillo, que se yo. No se si dárselos o no. ¡Oye! Te he comprado unos libros que no creo que tengas, bueno al menos no los vi en tu biblioteca policíaca.-
                  -Gracias, ¡Que bien! ¿Qué libros son?-
                  -El último del ruso Boris Akunin, se llama Gambito Turco. Su personaje, Erast Fandorin es un aventurero, investigador y espía. ¿Has leído algo de él?-
                  -No, creo que no. La única rusa que conozco que escribe novelas policíacas es Alesandra Marinina.-
                  -Pues este te encantará. También te he comprado el último de Andrea Camilleri, salió ayer. ¿No lo tienes?-
                  -No, el último que leí de Camilleri y su comisario siciliano Montalbano, es “La nochevieja de Montalbano”. ¡Que bien, muchas gracias! Espero que me los des pronto.- y cambiando de tema y como al nombrara a Alejandra me asaltaron otra vez los celos, le dije:
                  -Volviendo a lo que me comentabas antes de Alejandra, ¿Le vas a dar esas joyas que te pide?-
                  No, solo le regalaré el collar de perlas australianas, porque me consta que Tatiana se lo iba a regalar.  Esta noche he quedado con ella para entregárselo. Mañana tiene un pase de modelos por la inauguración de una tienda de ropa y luego hay una fiesta en el Joy Eslava. Como es una fiesta por todo lo alto, quiere lucir el collar.-


                  Mientras me iba contando lo de Alejandra y la fiesta de Madrid, una idea descabellada se formó en mi cabeza. Mi iría a Madrid a intentar sonsacarle algo de información a Alejandra. Haría ver como si nos encontrásemos por casualidad en la fiesta del Joy.
                  -Bueno, gracias por los libros- le contesté con mi cabeza ya solo pensando en mi viaje a Madrid.- Cuando vaya a Barcelona te llamo y los paso a recoger.- Como no decía nada más me despedí de él, pensando en lo sosos que son los hombres por teléfono. Me podía haber sugerido que fuera yo a Barcelona o que se acordaba mucho de mi o que me quería o no se cuantas cosas más, pero no, me deseó buenas noches y colgó. ¡Hombres! Parece que tengan miedo de que les salga un forúnculo en la oreja por hablar por teléfono.


                  Con mi plan de Madrid en marcha, llamé a mi amiga Maria que es la que domina el cotarro madrileño. María pertenece a la jet set marbellí y conoce a la perfección toda la movida madrileña. Como ella es muy amiga del Relaciones Públicas del Joy Eslava, me podía invitar a la fiesta y así encontrarme con Alejandra.


                  Siempre es divertido ir a Madrid. Por muy catalana que me sienta, la gente madrileña es mucha más abierta y divertida y salen más que nosotros. ¡Que yo evidentemente! Si María pudiera estar por mí, me llevaría a los locales y restaurantes de moda, donde se ve desfilar a los famosos como si estuvieras leyendo una revista del corazón. Marqué el número de mi amiga.
                  -¡Hola María! ¡Soy Blanca!-
                  -¡Blanca! ¿Cómo estás? Hace cantidad que no sé nada de ti.-
                  -Si, lo siento, perdona, pero es que estoy en plena temporada hotelera. Oye, ¿Te va bien que vaya a Madrid esta semana? Serán un par de días. Tengo que contarte muchas cosas.-
                  -Fenomenal, me hace mucha ilusión.-
                  -María, me tendrías que hacer un favor. Ya te lo explicaré con calma, pero quiero que vayamos a una fiesta que dan en el Joy Eslava mañana por la noche. La de una tienda que inaugura mañana y van a ir cantidad de famosos.-
                  -Pero Blanca,- me preguntó María extrañada. -¿Desde cuando te interesan los famosos?-
                  -No me interesan nada, pero va a ir una persona que quiero ver. Entérate si es mañana la fiesta y si podemos entrar y me llamas, yo mientras voy a organizarme el vuelo. Ya te lo contaré todo cuando te vea.-
                  Una vez hube reservado el billete en el Puente Aéreo, me dirigí a hacerme la maleta y a contarle a Manuela alguna nueva excusa para mi reciente viaje a Madrid. Tampoco era muy grave, pues el hotel no volvería a llenarse hasta el viernes y para ese día yo ya estaría de vuelta.
                  Después de un rato y dejar a Manuela una vez más de morros, Miguel volvió a llamarme. Igual había leído mis pensamientos y se daba por aludido en cuanto a la parquedad de los hombres y el teléfono.
                  -Blanca, perdona, pero antes cuando me has llamado estaba atendiendo a unos clientes.-
                  -No te preocupes.-
                  -¿Qué sabes del inspector? ¿Ha averiguado algo nuevo?-
                  -No, él no. Pero Diego y yo si. Nos hemos acordado que había unas botellas azules de agua cuando encontramos el cadáver, que luego desaparecieron cuando inspeccionó la policía el bungalow.- le solté contenta de mi averiguación.
                  -¡Coño!- contestó con una voz desconocida.
                  -¿Qué pasa?- le pregunté algo asustada.-
                  -Perdona, perdona, no pasa nada. Es que acaba de entrar una persona en la tienda que no me apetece ver. ¿Qué me decías de las botellas?-


                  En ese momento pensé que Pons me había advertido de no decir nada a nadie de lo que habíamos hablado. ¿Por qué no me quedaba calladita? – No nada, nada.- le respondí intentando salirme del tema. ¡Lo siento Miguel, tengo que dejarte.  Mi hija me llama desde Nueva York. Tengo que colgar, ya te llamaré.- Naturalmente era mentira, pero no quería hablar más del tema de las botellas. En vez de Paola, quien si me llamó fue mi amigo, el detective Pepe Marrugat, a quien hacía unos días había pedido información sobre Fernando Blanchar.
                  -¡Hola Blanca! ¿Qué tal?-
                  -¡Hola Pepe! Bien, bien. ¿Has averiguado algo de Blanchar?-
                  -Poca cosa. Tal como me dijiste es Relaciones Públicas de la discoteca Xaraida en Lérida. Está casado en segundas nupcias con una “pubilla” de Llinyola. No tienen hijos y la pobre mujer lleva una cornamenta de campeonato. Hacen vidas prácticamente separadas, pero eso supongo que ya lo sabías. De lo que me he enterado es que tiene deudas de juego importantes y necesita dinero ya. Últimamente se le ha visto con una modelo rubia, bastante mona, pero no he podido averiguar el nombre.-
                  -Seguro que es Alejandra Jiménez.- dije de sopetón.
                  -¿Quién?-
                  -Una chica amiga de la mujer asesinada en mi hotel. Pepe, estoy convencida que el tal Blanchar y la modelo tienen algo que ver con el crimen.-
                  -No te extrañe. He sabido también que Blanchar tiene varias denuncias de  malos tratos su primera mujer. Por lo visto la zurraba bastante.-
                  -Bueno, Pepe, gracias por todo.  Apúntalo a mi saldo deudor.
(Como yo era socia de la agencia de detectives no le pagaba)
                  -Olvídate. Prefiero que me invites una noche
 a cenar en tu hotel.-
                  -Eso está hecho. Gracias por todo.-    
             
Cuando colgué el teléfono lo tenía muy claro. Fernando Blanchar y Alejandra habían envenenado a Tatiana. Lo que no sabía era el motivo. ¿Por qué? Tatiana no les dejaba el dinero a ninguno de los dos. Esperaba averiguar más cosas de Alejandra durante mi viaje a Madrid.
                 




































Receta de Garbanzos Cocidos


Garbanzos de vigilia 7-11-08, originally uploaded by Proyecto de cocinero.


Ingredientes:

  • 1 bote de garbanzos cocidos
  • 1 cebolla
  • 1 diente de ajo
  • 1 vaso de caldo de carne
  • Un poco de chorizo y morcilla
Preparación:

  • Freír la cebolla cortada en juliana y el diente de ajo, hasta que esté dorada. 
  • Echar los garbanzos sin el jugo y sofreír.
  • Añadir el caldo.
  • Añadir el chorizo y la morcilla y dejar durante un rato a fuego lento.
  • Rectificar de sal y pimienta.

18 de enero de 2010

Capítulo Dieciocho de "Asesinato en el Ampurdan" y Receta de Gambas al Ajillo



18







Durante dos días me dediqué de lleno al trabajo. Compré provisiones, ayudé a Manuela en la cocina y contraté dos personas más para suplir a Diego. Por las noches, Miguel y Pons me llamaban para ver como estaba. Me alegraba tener a dos hombres preocupados por mí. Volví a mis libros y a mi gimnasio. Había descubierto un nuevo personaje detective de ficción, Kostas Jaritos, teniente de la policía de Atenas del departamento de Homicidios. El autor, Petros Marakarais había sido desconocido para mí hasta entonces y disfruté enormemente con mi nueva adquisición.
Cada vez que empiezo un libro de un autor desconocido, me embriaga una placentera sensación de descubrimiento. Alguien en alguna parte del mundo había escrito algo que yo en ese momento iba a leer. Era gratificante y excitante a la vez.
Miguel me llamó el sábado por la tarde para decirme que no podría subir a verme. El inventario de las joyas había sido más lenta de lo que se esperaba. Con un poco de decepción y tristeza, me dediqué al trabajo con ahínco.
El lunes al mediodía ya se había marchado todo el mundo y el hotel volvía a esa paz y tranquilidad que tanto me gusta. Por la tarde iban a operar a Diego. Me llevé a Manuela y a Laura a comer a Palamos y charlar tranquilamente con ellas. Luego nos iríamos al hospital a ver a Diego.


Comimos unas gambas  exquisitas y Manuela puso el grito en el cielo cuando trajeron la nota. Acostumbrada a estar detrás de los fogones, no podía creer que un plato de gambas costase lo que ponía la factura. La tranquilicé diciéndole que era por celebrar la recuperación de Diego y bien valía lo que había pagado.
Cuando llegamos al hospital después de comer, Diego ya había salido del quirófano. Todo había ido muy bien. El médico nos informó que debía de estar tres días más en el hospital y luego le darían el alta. Debería estar enyesado dos meses, hacer una recuperación de más o menos otro mes y luego a saltar y bailar y hacer una vida normal. Salimos del hospital contestas y animadas y nos volvimos a casa mucho más relajadas.
Se me estaba olvidando un poco el asesinato, cuando a eso de las siete de la tarde sonó mi móvil.
-Señorita Spinola, soy Pons.-
-Buenas tardes, inspector. ¿Pasa algo?-
-No, no hay nada nuevo. Solo quería que viera las fotos del coche despeñado y luego se las enseñara a Diego. Ya se que le acaban de operar y los médicos no han dejado pasar a la policía. Así que le pido que me haga un favor, para ir un poco más rápidos. Me gustaría que pasara por la comisaría de Palafrugell, coja las fotos y se las enseñe a Diego. Las miran tranquilamente y me dicen si es el coche que fue a su hotel y que embistió al chico. Luego me llaman desde el hospital. Me salto un poco las normas, pero quiero celeridad en este asunto del coche. Por cierto, ¿Cómo está Diego?
-Bien, gracias, acaban de operarle y ha ido todo muy bien. ¿Quiere que vaya ahora mismo a recoger las fotografías?- le contesté ansiosa y con ganas de marcha otra vez.
-No, no hace falta. Vaya mañana por la mañana. Deje descansar al chico ahora. Ya me llamarán. Le voy a dar mi teléfono móvil, para que me llame cuando quiera y no tenga que esperar a que me encuentren en comisaría.-
Grabé el número en mi móvil y  prometí llamarle al día siguiente cuando Diego y yo hubiésemos visto las fotografías e identificado el coche. -¡Adiós! Inspector. Mañana le llamo- y colgué el teléfono  deseando que las fotos aportaran alguna luz al atropello de Diego.


Cuando llegué al día siguiente a la comisaría de los Mossos de Escuadra de Palafrugell, el oficial de guardia ya sabía de que iba el tema. Llamó a su superior y me hizo pasar a un despachito, que había las funciones de sala de visitas y supongo de sala de interrogatorios. Apareció el jefe de los Mossos con un sobre en las manos. Había unas 15 fotografías, a color y ampliadas a 13 x 18. El coche estaba bastante abollado, pero se distinguía perfectamente la matrícula, el color y las llantas.
Me fijé especialmente en las llantas. Yo las había visto antes. El día de la muerte de Tatiana ese coche estaba en el hotel. Me acordé que me había fijado en sus llantas porque era fuera de lo normal. No entiendo mucho de coches, pero no pegaban nada con un golf gti. Así que Manuel García había estado en el hotel. Era quien había traído las maletas de Alejandra. En otra fotografía pude ver la parte trasera del coche. El maletero había quedado abierto con la caída del coche por el barranco, y en su interior había una caja de botellas azules. Algo en mi mente se puso en alerta. No sabía lo que era. ¡Coño! ¡Los porros de mi juventud me debían haber afectado el cerebro! ¿Por qué me llamaban la atención las botellas?
Estuve unos minutos más observando todas las fotos y finalmente me despedí del mosso y me dirigí al hospital para enseñárselas a Diego. Igual él me podía decir algo más al ver las fotografías.
Diego estaba sentado en la cama, parecía animado y de buen humor.
-¡Hola Dieguito! ¿Cómo estás?-
-¡Bien! He pasado una noche movidita, pero ahora estoy mejor. Cuando se me ha despertado la pierna después de la anestesia, me ha dolido bastante, pero ahora ya no.-
-¡Oye! Te he traído unas fotografías que me ha dado la policía. Son del coche de Manuel García. Lo han encontrado estrellado en un barranco y con un tiro en la cabeza.-
-¡Joder! ¡Que fuerte!-dijo asustado Diego.- ¿Le han matado?-
-Pues si, y luego lo han tirado con el coche. Toma, míratelas,-le dije entregándole las fotos,- a ver si es el coche que te embistió.-
Diego sacó las fotos del sobre, las fue pasando una a una y lentamente. Por la expresión de su cara, deduje que era el coche que le había embestido.
-¡Hijo de puta! ¡Es el coche! ¡Me fijé en esas llantas doradas tan horteras!- Diego estaba realmente exaltado y enfurecido.
-Calma, Diego, piensa que el pobre García ya está muerto. Quiero que te fijes en una foto en especial.- y busqué la fotografía que me interesaba. La del maletero abierto y con la caja de botellas azules. -¿Tú has visto alguna vez o te suena de algo estas botellas que se ven en la foto?-
-Si, claro- contestó Diego sin titubear ni un momento.- La señora Martí bebía esta agua. Es un agua que está de moda ahora y que anuncian mucho por la tele. Se la trajo el García ese cuando vino con las maletas. Venían en un pack de seis. Lo encontré raro, pero ya sabes que los ricos son así. ¡Cómo si no tuviéramos agua en el hotel!-
Sin esperar ni un segundo más, marqué rápidamente el móvil del inspector. Contestó enseguida.
-Inspector, soy Blanca Spinola, estoy con Diego en el hospital. Le he enseñado las fotografías y me confirma que es el coche que le arrolló. Se acuerda perfectamente de las llantas especiales, ya sabe, los jóvenes se fijan en esas cosas.- le dije para que tuviera más credibilidad. -¡Ah Hay otra cosa en que nos hemos fijado! En el maletero parece haber una caja con unas botellas de agua. Son azules. La señora Martí tenía de esas en su bungalow…- me quedé callada un instante. ¡Claro! En ese momento me acordé lo que me había estado rondando por la cabeza. Me había fijado en la botella azul cuando entré con el doctor Ferrer en el bungalow de Tatiana el día de su muerte, cuando descubrimos el cadáver.
-Señorita Spinola ¿Sigue ahí?-
-Si, perdón, inspector, pero es que estaba pensando. ¡Es muy importante! Había varias botellas como esas del maletero, en la habitación de la muerta.-
-¿Cómo dice?- su voz sonó como si no me creyera y le estuviese contando algo rarísimo. - No recuerdo que haya leído en el inventario que se hizo de la habitación nada de botellas azules, pero voy a comprobarlo, luego la llamo.- Y colgó sin apenas despedirse.
-¿Qué te ha dicho?- me preguntó Diego.
-Nada, que va a comprobar si en el inventario que se hizo del bungalow de Tatiana, había botellas azules, como nosotros decimos. Estoy segura que las vi. ¡Oye Diego! Tenemos que ir con cuidado. Han muerto dos personas y a ti te han intentado atropellar.- No quería asustar el pobre chaval, pero la verdad es que yo estaba bastante recelosa. Le dejé las fotografías para que declarase oficialmente cuando fuese la policía a tomarle declaración.


Me despedí de Diego y de sus padres, que se quedaban un rato más y me fue al hotel. En el trayecto sonó mi móvil. Aparqué en el arcén y paré el coche, no fuera que me multasen por hablar conduciendo. Era Pons:
-Señorita Spinola, he revisado la hoja del inventario de todo lo que había en la habitación de la muerta. No hay ninguna botella azul de agua o de lo que sea. ¿Está segura de que vio esas botellas?-
-Si, inspector, completamente segura.- La imagen de Tatiana echada sobre la mesa de su bungalow, sangrando por la nariz y con una botella azul a su lado no se me había ido de la mente. - Las botellas también las vio Diego, no me lo estoy inventando.-
-¡Pues alguien se las ha llevado! Bueno, mañana volveremos a hablar. A primera hora estaré en el hospital para hablar con Diego. Me gustaría verla y repasar lo que me ha dicho.-
-¡Perfecto! Si quiere le invito a desayunar en el hotel.-
-Muy bien, gracias, entonces iré primero a verla a usted. ¿Le parece las nueve una buena hora?
-Si, perfecto- Una vez hube colgado el móvil, me quedé pensando como era posible que las botellas no estuvieran entre los objetos hallados en la habitación de la difunta. Diego había esto vigilando el bungalow antes de la llegada de la policía. La única persona que había entrado y podría haberse llevado esa botella, era Miguel cuando descubrió el cadáver de su mujer. Pero no podía ser él, ya que entró con  Diego en la habitación. Además sabía con certeza que Miguel no podía ser un asesino. Pero ¿Acaso la pasión me cegaba? ¿No era él, el único beneficiario de la muerte de su mujer?


Pasé el resto del día como una zombi. Mi estado de angustia era total. Empecé a dudar de Miguel ¿Por qué no había venido a verme el fin de semana? La última vez que estuvo conmigo en el hotel, se fue corriendo porque lo llamó Alejandra. No sé si en este momento me angustiaron más los celos o pensar que Miguel pudiera ser un asesino. Estaba triste. Empecé a pensar en la fugacidad del amor.
Me encerré en mi habitación, desconecté el móvil, no cené y lloré como no lo hacía desde mucho tiempo. Me sentía desgraciada y sola. Por las noches todo se ve peor de lo que en realidad es. Los demonios acuden a la mente y empiezan a machacar el cerebro. Tuve pesadillas  de Miguel y una chica joven con la cara de Alejandra. Se reían de mí. ¿Cómo un hombre como Miguel se iba a enamorar de mi, comparándome con una modelo veinte añera ?  Empecé a pensar si merecía la pena a mi edad, con 43 años y  mucho vivido, tener aquella aventura y exponerme a sufrir penas de amor que pensaba ya superadas. ¿Cómo le iban a gustar a Miguel mis pechos, que habían amamantado durante meses a mi hija? ¿Cómo le iba a gustar mi vientre que ya no era todo lo plano de debería y mi cara, donde los primeros surcos de la edad se pintaban sin piedad? ¿Y mis manos con sus incipientes pequitas oscuras?


Con los primeros rayos de sol, me ánimo mejoró un poco. No podía ser tan mal pensada. El amor de Miguel era real. Y si no era amor, era una atracción que sin duda yo no podía negar. No me apetecía subir al gimnasio, por lo que hice unos cuantos estiramientos, me duché y bajé a esperar a Pons.
























Receta de gambas al ajillo



Ingredientes:

  • 1/2 kilo de gambas congeladas o frescas
  • 4 dientes de ajo
  • aceite de oliva
  • Pimienta de cayena
  • Cebollino
Preparación:

  • En una sartén con abundante aceite de oliva, poner los ajos, la pimienta de cayena y sofreír un poco.
  • Poner las gambas peladas y freír tres minutos.
  • Servir muy caliente y con cebollino por encima de adorno.

gambas al ajillo, originally uploaded by SeppySills.

14 de enero de 2010

Capítulo Diecisiete de "Asesinato en el Ampurdan" y Receta de Caldo de Pollo

 17

Cuando me desperté eran las ocho de la mañana y Miguel seguía durmiendo. Me di una vuelta por la casa, ya que la tarde anterior no había estado por la faena de mirar decoraciones.
El piso de Miguel estaba situado en pleno barrio de Sarriá. Era un bloque de casas apartamentos, relativamente nuevos, de ladrillo visto y con plantas y jardines llenos de flores. Su apartamento era un ático con una gran terraza llena de ficus benjamina que le aislaban de sus vecinos. Era duplex y apenas debía medir mas de 70 metros cuadrados. Me extrañó que Tatiana con lo rica que era, viviera en una casa tan pequeña.
La decoración era típicamente masculina, sobria pero elegante. En la planta baja había un salón comedor cocina a dos niveles y la gran terraza, que era lo mejor de la casa. En la segunda planta estaba la habitación de Miguel, que ocupaba todo el espacio, con un cuarto de baño integrado.
-¡Buenos días!-dijo Miguel saliendo a la terraza. -No te he oído despertarte.-
-¡Hola, buenos días! ¡Que bien se está aquí, que tranquilidad y que vista! ¡Tienes una casa muy bonita!-
-Gracias. Este piso lo compré antes de casarme con Tatiana. Nosotros no vivíamos en esta casa. Mi mujer no quería, decía que era muy pequeña. Pero como a mi me encanta nunca la vendí. Cuando ella se iba de viaje yo me venía aquí. La casa de Tatiana está en Pedralbes. Es una torre enorme en Avenida Pearson, con jardín, piscina y un matrimonio que la cuida. ¿Quieres desayunar?- me preguntó solícito.
-Si, tengo mucha hambre, pero antes déjame que llame a Manuela, debe estar preocupada. Además quiero llamar al hospital para saber como sigue Diego.-
Manuela me echó la bronca, y con razón. Había estado preocupada por mí. Los padres de Diego ya habían llegado y tuvieron que ir en taxi desde Barcelona a Palamos. Se acercaba el fin de semana, el hotel iba a estar lleno y yo tenía que ir a comprar diversas cosas. Le prometí que por la tarde estaría en Palafrugell, después de pasar por el hospital a ver a Diego.
La siguiente llamada fue para el inspector Pons. Esta vez si que estaba en su oficina. Le expliqué la conexión que me había contado la chica de la barra de Xaraida entre Blanchar y Alejandra. Le conté también lo que había oído sobre una herencia de alguien desconocido. Esta vez su enfado fue descomunal.
-Mire, señorita Spinola, ¡Ya no se lo voy a decir más! Como sigua haciendo averiguaciones por su cuenta la voy a detener, alegando obstrucción a las labores de la policía.-
-¡Lo siento, inspector! De verdad que no haré nada más. Cuando salí de la discoteca de Lérida, tuve miedo.- le dije con voz compungida.
-Señorita Spinola, solo quiero que sepa que Fernando Blanchar es un tipo peligroso, ya que lo dije en otra ocasión. Está metido en asuntos turbios de juego y prostitución. En cuanto a su relación con la señorita Alejandra, supongo que se conocieron en su hotel y a él le gustó, la verdad está bastante buena. Blanchar está casado por segunda vez con la hija del alcalde de un pueblo cercano a Lérida. Hacen una vida bastante independiente, pero no están separados o divorciados. La mujer es bastante rica y por lo que he podido averiguar, la fuente del dinero. Blanchar depende económicamente de su mujer.- parecía que Pons ya no estaba muy enfadado conmigo.
-Pues a mi favor de lo que le he contado. Blanchar es amante de Alejandra, la ayuda en el envenenamiento de Tatiana. Supongo que Tatiana le ha prometido darla dinero o le cogen lo que llevaba en el hotel, o  le han robado las joyas que llevaba. No se.-
-¡Usted, señorita Spinola ha visto muchas películas! De todas maneras no descarto ninguna posibilidad. Pero no hay un móvil para el asesinato. Otra cosa es que la señorita Alejandra fuera la heredera. Entonces sí tendría motivos. Pero que yo sepa, el único heredero de la fortuna es el señor Martí. Tampoco podemos descartar el robo. El señor Martí esta haciendo inventario de las joyas de su mujer, aunque ya me ha dicho que no se puede acordar de todo. Pero de todo esto que le he dicho, usted no se va a meter ni a hacer nada de nada. ¿De acuerdo?-
-Si, no haré nada más, se lo prometo.-
-¿Por cierto, donde está ahora?-
-En Barcelona- le contesté como si fuera una niña pequeña con miedo a que la pescasen en una mentira- Llegué ayer de Lérida y me quedé en casa de una amiga- mentí.
-¿Cuándo vuelve a su casa?-
-Hoy mismo. Tengo que hacer unas compras aquí en Barcelona y después voy directamente al hospital a ver a Diego.- No entendía su insistencia de mi paradero. Igual me quería proponer ir a tomar una copa y no se atrevía.
-Por cierto, con respecto al accidente del chico, hemos averiguado que el coche era efectivamente un golf gti rojo y el tal Manuel García que es el propietario, ha desaparecido. Se despidió de la discoteca de Palafrugell hace una semana más o menos. De momento, hemos puesto una orden de búsqueda y captura y poder comprobar el estado el coche. Bueno, nada más. ¡Ah! Y váyase al hotel y no se dedique a hacer de  detective por antros peligrosos.-
Después de prometerle no se cuantas veces más que haría de policía aficionada, colgué el teléfono y me dirigí a la terraza donde Miguel había preparado un magnífico desayuno.
-¿Qué te ha contado el inspector?- me preguntó.
-Que el coche que atropelló a Diego creen que es de Manuel García, el que trajo las maletas a Alejandra. Además García ha desaparecido y la policía lo esta buscando.-
-¿Supongo que te habrá advertido que no hicieras de detective?-
-Si, me ha reñido bastante. No te preocupes. Ahora voy a comprar algunas cosas que me faltan para el hotel y luego me vuelvo para el Ampurdan. ¿Vendrás el fin de semana?-
-No lo sé. Este sábado tenía previsto hacer inventario de todas las joyas y pertenencias de Tatiana. La policía no descarta un posible robo y que yo no me haya enterado. Si acabo pronto iré el domingo a verte. ¿Te va bien?- me contestó Miguel.
-Claro- le dije habiendo deseado que no tuviera que hacer el inventario. Desayunamos y me acompañó hasta mi coche que tenía aparcado en casa de Cristina. La verdad es que no tenía nada que hacer en Barcelona. No me apetecía ni ir a comprar más libros. Solo quería llegar a mi casa, visitar a Diego y ponerme a trabajar en el hotel, para intentar olvidar mi miedo o aprensión sobre Blanchar y mi separación momentánea de Miguel. Estaba empezando a tener una dependencia física de él. No estaba muy segura de mis sentimientos hacia Miguel, pero lo que sí sabía era que había una atracción sexual importante y necesitaba el contacto físico y estar a su lado. Me vino a la cabeza el pensamiento de Ortega y Gasset “El enamoramiento es un estado de imbecilidad transitoria”. Claro que yo no creía estar enamorada, pero si enganchada sexualmente a ese hombre. Con estos pensamientos cogí el coche para regresar el Ampurdan.
Fue de Barcelona al hospital de Palamos directamente. Diego estaba francamente recuperado. Le habían pasado a una habitación y al día siguiente le iban a operar la rodilla. Sus padres estaban con él. Le conté mis últimas pesquisas en Lérida y la información que me había facilitado Pons.
Se quedó maravillado de que su jefa hiciera de detective y se metiera en la boca del lobo. Creo que le subí bastantes puntos en su escala particular de valores.
Cuando llegué al hotel, Manuela me recibió con cara de perro.
-¡AH, mi niña, me tenías muy preocupada! ¿Por qué no contestaste a mis llamadas?-
-Lo siento, Manuela, que quedé sin batería- mentí.
-Blanca, hace un rato ha venido la policía. Querían hablar contigo. Han encontrado no se que coche despeñado en un acantilado. Me han dicho que es el coche que arrolló a Diego. Y había una persona muerta en su interior. Pero no me han dicho quien era.-
-¡Que horror!- ahora si que empezaba a estar realmente asustada. ¡Un muerto más! ¿Te han dado algún número de teléfono o donde tengo que ir?-
-Si, si, lo tengo aquí.- y sacó un papelito arrugado del bolsillo del delantal.
Cogí el papel con la intención de llamar a los Mossos, pero antes Manuela me obligó a tomar un caldo de pollo que me dejó el cuerpo reconstituido después del susto de una nueva muerte. Llamé a los Mossos de Escuadra, que me confirmaron que habían encontrado hacia dos días, un coche despeñado e la carretera de Tossa de Mar. El cuerpo había sido identificado como el del propietario del vehículo, un tal Manuel García Chacón. A pesar del batacazo, el coche no se había incendiado y podrían examinarlo para determinar si era el coche que arrolló a Diego. El cadáver de García tenía un tiro en la sien. Por la descripción del hombre que vio el accidente y por la de Diego, suponían que era el coche del accidente del chico. Me dijeron que al día siguiente irían al hospital con las fotos del coche, para que Diego lo identificara.
Me quedé realmente patidifusa. Alguien había matado a Manuel García de un tiro en la cabeza y luego le había despeñado barranco abajo. ¿Por qué? ¿No era el tal García el que conducía el coche que arrolló a Diego? Cada vez entendía menos lo que pasaba. Pero desde luego Pons y Miguel tenían razón. Cuando más alejada me mantuviera del tema, mejor. Las cosas se estaban poniendo peligrosas.








Receta de Caldo con Pollo


Sopa de Pollo, originally uploaded by Kiersten & Sumin.


Ingredientes:

  • 1 litro de caldo de pollo
  • el pollo del caldo desmenuzado
  • 1 cucharada de café de curry
  • cilantro
  • 1/2 limón
Preparación:

  • Poner en la sopera el caldo ya preparado y diluir el curry.
  • Añadir el pollo desmenuzado y calentar.
  • Adornar con hojas de cilantro y un chorro de limón.

5 de enero de 2010

Receta de steak tartar con Mujol


steak tartare napoleon, originally uploaded by a.o.c..


Ingredientes:

  • 1/2 kg. de carne de ternera picada
  • 1 cebolla tierna
  • Un puñado de alcaparras y de pepinillos
  • 2 huevos (solo las yemas)
  • salsa Lea & Perrins, tabasco
  • 1 cucharada de mostaza
  • sal, pimienta y aceite de oliva
  • 1 lata de Mujol
Preparación:

  • Salpimentar la carne y reservar.
  • En un bol grande poner las yemas de los huevos y ligar con aceite una salsa echando todos los ingredientes, la cebolla picada, las alcaparras y el pepinillo picado y a continuación una cucharada de la salsa Lea & Perrins, la mostaza y el tabasco.
  • rectificar el punto de picante.
  • añadir la carne a esta salsa y remover bien hasta que la salsa haya absorbido por entero la carne.
  • Para adornar, poner una cucharada de Mujol por encima
  • Servir con tostadas de pan o patatas fritas.
Links de interés:
Receta de Steak Tartar clásico
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