9 de diciembre de 2009

Capítulo Once de "Asesinato en el Ampurdan" y Gin Tonic

11

Al día siguiente, salí pronto del Ampurdan para dirigirme a Barcelona a la cita con el inspector. La autopista iba vacía y como tenía tiempo, fui despacio y pensando en porqué motivo habían encarcelado a Miguel. No parecía un asesino, pero claro que yo me dejaba llevar por esos extraños sentimientos que habían vuelto a renacer el fin de semana que pasó ese hombre en mi hotel.
Llegué una hora antes de mi cita. Aparqué el coche en un parking cerca de la catedral de Barcelona y me dirigí a la comisaría de Layetana. Normalmente soy una persona tranquila, optimista y alegre. Pero antes de entrar en la comisaría para ver a Pons, estaba hecha un manojo de nervios. No sabía lo que tenía que hacer ni decir. Como tenía tiempo, me paré en un bar de Vía Layetana y me tomé un gin tonic cargadito. Con las neuronas bañaditas en ginebra, pensé que lo que tenía que hacer era decir la verdad. No tenía nada que esconder y como se coge antes a un mentiroso que a un cojo, decidí contestar claramente a lo que el inspector me preguntara.
Con un nuevo ánimo en el cuerpo entré en comisaría. Me llevaron por un sin fin de pasillos, hasta que llegué al despacho del inspector. Era una habitación cerrada, sin ventilación y llena de papeles por todas partes. El Colombo español estaba detrás de su mesa fumando Ducados y con el cenicero hasta arriba de colillas. Aquella habitación era nociva para su salud y de cualquier humano que entrase tan solo unos minutos y aspirase el aire viciado.
-Buenas tardes, señorita Spinola. ¡Siéntese por favor!-
-Buenas tardes, inspector- La mirada de Pons me hizo sentir tranquila. Era alegre y serena y me hizo suponer que no albergaba ninguna duda en cuanto a mi inocencia y fiabilidad.
-Vamos a ver, señorita Spinola, le voy a exponer los hechos claramente. La señora Martí murió por un shock debido a la hipotensión arterial a consecuencia del envenenamiento por arsénico. El señor Miguel Martí está retenido por nosotros como posible sospechoso. El, evidentemente niega toda la acusación y dice tener una coartada, que en este momento estamos comprobando. No tenemos pruebas contra él, ya que no se ha encontrado el veneno por ninguna parte, pero si un  móvil: el dinero. La señora Martí murió sin testar, que nosotros sepamos y por lo que nos han contado el marido y sus abogados, no saben de ningún testamento. El abogado de la señora Martí, el señor Ibern, del bufete Roca, Ibern, Guilbernau Asociados, nos ha dicho que la semana pasada, la señora Martí les llamó para hacer testamento a favor de una tercera persona que no especificó. Tenía hora para esta semana, después de su vuelta del Ampurdan- Pons paró un momento el relato y con unas manos fuertes pero cuidadas, tomó su cajetilla de cigarros.
-¿Fuma?- me preguntó mientas me ofrecía el paquete de Ducados.
-No, gracias, prefiero los míos- y me encendí un Camel.
-Como ve las cosas parecen claras- dijo Pons tragándose el humo mientras hablaba.
-El marido se entera y antes de que la otra haga un testamente nuevo a favor de una tercera persona, la mata. Compra arsénico, lo diluye en la bebida y como sable que es cocainómana y alcohólica, la droga y la envenena. La dosis letal para matar a una persona es de 2 a 3 miligramos por kilo de peso. La señora Martí pesaba bastante poco, 43 kilos, por tanto con 135 miligramos de arsénico tenía bastante para envenenarla. Aún no sabemos como infirió el veneno, supongo que con la cocaína o la bebida, pero evidentemente la dosis que tomó era mortal.-
-Mire, inspector, no conozco mucho al señor Martí, pero creo no equivocarme al decirle que es imposible que la haya matado él. Parece buena persona y quería a su mujer. La ha ayudado en lo que ha podido, la ha llevado a clínicas de desintoxicación y ….., - Tuve que callarme, ya que Pons con un gesto de escepticismo en la cara me dijo:
-Señorita Spinola. ¿Sabe que estaban a punto de separarse?-
-¿Qué? No tenía ni idea. Mire, inspector, el pasado fin de semana era la primera vez en mi vida que los veía. Yo no se nada de esa pareja. Solo lo que él me comentó y lo que yo vi durante su estancia en mi hotel.-
-Precisamente por eso la he llamado. Quiero que me hable un poco de todos los que estaban en el hotel esos días. Tengo sus declaraciones y quiero cotejarlas con usted, para ver si todo el mundo me dice la verdad.
-Muy bien, pregunte-
-Bien, empecemos por el acusado y la víctima- Pons cogió una carpeta amarilla bastante abultada y la hojeó. Después de unos segundos, se quitó las gafas y dijo:
-Primero la muerta, Tatiana Farreras de Martí. Según la declaración del marido, el viernes por la mañana fue a la clínica de desintoxicación a recogerla. Llevaba dos semanas ahí metida. De la clínica pasaron por su casa de Barcelona, hicieron las maletas y fueron directamente a su hotel en el Ampurdan. Ese día no se movieron del hotel. El sábado por la mañana el señor Martí hizo turismo con usted y su mujer se quedó en el hotel. Por la tarde la pareja y dos personas más, Alejandra Jiménez y Fernando Blanchar fueron de compras a Begur y por la coche los cuatro cenaron en un restaurante de Palamos. Volvieron al hotel y ya no salieron. Esa noche ella estaba viva. Al día siguiente la encontraron muerta. En ningún momento, después del sábado por la noche, la víctima salió de su habitación. La puerta y las ventanas estaban cerradas y la única persona que entró fue el marido- En este punto de la explicación, Pons se volvió a calar las gafas y empezó a repasar los papeles.
-El acusado, el sábado pasado por la mañana, estuvo de paseo con usted, por la tarde fueron a Begur en grupito y después de la cena en Palamos, declara que se fue a Barcelona, tras una disputa con su mujer. En su declaración afirma que al llegar a la ciudad, entró en una discoteca y sobre las 4 de la madrugada, se fue a dormir a su casa. Al día siguiente, sobre mediodía, volvió al hotel y al entrar en el bungalow, la encontró junto con el conserje del hotel, muerta. En este momento estamos comprobando la coartada de la discoteca de Barcelona.- Pons volvió a quitarse la gafas. Sus ojos azul verdoso estaban cansados y me miraban de una manera que no supe definir.
-Hasta aquí ¿Está de acuerdo con lo que le he expuesto?-
-Buenos en general creo que si. No tengo ni idea cuando se fue el señor Martí a Barcelona esa noche. Solo puedo confirmarle que le vi llegar el domingo con el coche sobre la 1 de la tarde. Venía con una maleta, que dijo traía de Barcelona para la ropa que se había comprado su mujer en Begur.-
-Bien, pasemos al próximo- Volvió a coger los papeles, esta vez sin ponerse las gafas. - El señor Fernando Blanchar. Declara que llegó el viernes al hotel y que no conocía a ninguno de los demás huéspedes. A lo largo del fin de semana entabló amistad con los Martí y con Alejandra Jiménez y fueron a cenar el sábado todos juntos a Palamos. Cuando acabó la cena se fue a su habitación, leyó un rato y se quedó dormido. El domingo se levantó tarde y estuvo toda la mañana en la piscina.-
-Perdón, inspector, es pura chafardería. ¿A que se dedica el  señor Blanchar?-
-Fernando Blanchar es relaciones públicas en una discoteca de Lérida, es divorciado y ha estado dos veces en comisaría por denuncias de su primera mujer por agresiones física y malos tratos.-
-Inspector, yo no se nada de ese señor, pero estos días me dio la impresión que el señor Blanchar y Alejandra ya se conocían o quizá me equivoco y entablaron amistad enseguida. No es por cotillear, pero Diego vio salir el domingo por la mañana al señor Blanchar del bungalow de Alejandra, Parecía que habían pasado la noche juntos.- Con lo que me costaba a mi hacer nuevos amigos, creía que a todo el mundo le pasaba lo mismo. Evidentemente me equivocaba, ya que si esos dos se acababan de conocer, ya se habían hecho amigos y corrido una juerguecita a la primera de cambio.
-Bueno sigamos, - contestó Pons sin compartir conmigo la opinión de las amistades rápidas. - Los Segura, el matrimonio de Madrid. El es ingeniero de caminos, canales y puertos y estaban en el hotel celebrando sus 40 años de casados. No hablaron ni se acercaron para nada a la víctima, igual que los Codina, un matrimonio catalán que pasaba el fin de semana en su hotel y tampoco tuvieron ningún contacto con la señora Martí ni con nadie de su entorno. El es abogado y ella administrativa.-
Como todo lo que me estaba relatando Pons en ese momento era bastante aburrido, cogí el paquete de Camel y le ofrecí al inspector. -¿Quiere un cigarrillo?-
-No gracias, solo fumo tabaco negro. Algún día tendré que dejar este vicio, pero nunca encuentro el  momento.- Contestó el hombre encendiéndose un Ducados.
-Y por último y sin contar con el personal de su hotel y de usted misma, está Alejandra Jiménez. La señorita Jiménez era íntima amiga de la difunta. Vive en Madrid, es modelo de profesión, con un pasado un poco turbulento. Ha trabajado como bailarina de striptease y creemos que se dedica a la prostitución de lujo, pero nunca ha estado fichada. Llegó en el puente aéreo el viernes por la mañana y …
-Perdón, inspector,- le interrumpí sobresaltada. - Eso no es verdad. Yo la vi en el mercado de Palagrugell el jueves por la mañana. Además creo que mintió, no se porque, pero cuando llegó el hotel el viernes, me contó que Iberia le había extraviado las maletas y comprobé llamando a la compañía,  que no era verdad.-
-¿Cómo dice? ¿Está segura? Usted no la conocía, igual se confunde de persona- Pons no acababa de creerse lo que le estaba diciendo.
-Estoy convencida que era ella. Se sentó en la mesa de al lado en la cafetería de la plaza. Como sabe es una mujer que no pasa desapercibida. En ese momento no le di importancia, pero  era Alejandra la que estaba el jueves en el mercado e iba vestido con otra ropa que cuando llegó el viernes al hotel.-
-Está bien, lo comprobaré.- y anotó en un posit amarillo unas palabras, que al revés, sentada frente a él, no pude descifrar. Pons volvió a coger las hojas de la carpeta y leyó: -El sábado, la señorita Alejandra fue de compras con los Martí y Blanchar, y después de la cena de Palamos se fue a dormir. ¿Es así?-
-Después de que partieran los cuatro para la cena de Palamos, ya no volví a ver a nadie hasta el día siguiente. De todas maneras, desde mi habitación se ve el bungalow de la muerta y esa noche vi luces y escuché música sobre las dos de la madrugada. Tardé en dormirme y seguí oyendo música, risas y juerga bastante más rato. Lo que no puedo asegurarle, es si estaba sola o acompañada.
-Según el forense la hora de la muerte fue entre las dos y media y la tres de la madrugada del domingo. Usted declara que oyó ruidos sobre las dos y luego se durmió. Lástima que no le constara dormirse un poco más, así podríamos saber con mas exactitud a que hora dejó de hacer ruido la señora Martí. ¡Sigamos! Los otros dos matrimonios, los Codina y los Segura,  declaran que cenaron en el hotel y luego se retiraron a sus habitaciones.-
-Si es cierto, cenaron cada uno por su cuenta en el hotel y después de fueron a sus bungaloes a dormir.- Me quedé un rato pensativa y le dije a Pons, que me miraba fijamente:
-Inspector, lo que yo creo es que alguno de los dos, Alejandra y Fernando Blanchar siguieran la juerga en el bungalow de la señora Martí. Cuando me despertaron las risas y la música, debía de haber alguien con ella. No creo que Tatiana se riera sola tanto rato. Aunque luego esos dos pasaran la noche juntos, bien podían haber estado antes y haberla envenenado.-
-Mire, la señora Martí estaba muy drogada. En su cuerpo había restos de por lo menos cuatro gramos de  cocaína, dos litros de vodka y no se cuantas porquerías más, aparte del arsénico. Igual le hacía gracia estar tan pasada, pero lo dudo. Lo único que sabemos es que la puerta del jardín y la ventana estaban cerradas. Con respecto a la puerta del bungalow en el momento de encontrar el cadáver, no estaba cerrada con llave. Su empleado, Diego, fue el que entró primero con la maleta que había traído de señor Martí desde Barcelona. Llamó a la puerta varias veces y la encontró abierta, por lo que no tuvo que emplear su llave maestra. Cualquier persona podría haber entrado con el consentimiento de la difunta, seguir la juerga con ella, dejarla drogada y envenenada y marcharse a su habitación o fuera del hotel.-
-Entonces solo puede ser alguna de las personas que ella conociera. ¿No? Y que ella le dejase entrar. Pero el marido no estaba. Ha declarado según usted me ha comentado, que se había ido a Barcelona.- En ese momento pensé que el caso estaba bastante claro. Uno de esos dos, Alejandra o Blanchar, era el asesino. Lo que no entendía era porque la querían matar. - Oiga, inspector.- le dije olvidándome de mis labores mentales detectivescas. -¿El señor Martí está aquí en comisaría retenido?-
-Si, está abajo en calabozos.
-¿Puedo verlo un momento?- le pregunté si  pensar lo que decía, me había salido por impulso.
-¿Por qué quiere verlo?-
-Porque quiero decirle que creo que es inocente y brindarle mi reciente amistad.-
-Está bien- me contestó Pons de mala gana. -La acompañaré un momento. De todas maneras no tenemos pruebas, mañana el señor Martí pasará a disposición judicial y supongo que el juez le dejará en libertad. Más tarde me dirán si su coartada es verdadera. Si es verdad que estaba en la discoteca a las tres de la mañana, tendré que dejarle libre. ¡Venga vamos!-
Acompañada por el inspector, bajé a los calabozos. Eran tan deprimentes que no deseé ni a mi peor enemigo que pasara por eso. Miguel estaba en una celda de 4 por 4, con un banco como toda decoración. Tenía la cara demacrada y su barba de dos días, le hacía aparentar más edad. Sus ojos azules estaban tristes y cuando me vio pareció que se alegraba.
-¡Blanca! ¿Qué haces tu aquí?- Su voz denotaba una gran sorpresa.
-¡Hola Miguel! El inspector me ha dejado bajar un momento a verte. Oye, yo confío en ti. Dime que puedo hacer para ayudarte.-
-Nada, gracias, no te preocupes por me. Estoy bien. Soy inocente. Todo se solucionará, ya lo verás.- Y cogiéndome la mano a través de los barrotes, me dio las gracias dándome un beso en la punta de los dedos. Pons me acompañó hasta la puerta de la comisaría y dándome la mano a modo de despedida me dijo:
-Estaremos en contacto. La llamaré si hay algo nuevo-
Salí de comisaría con una sensación rara en el cuerpo. Era agradable y extraña a la vez. Me estaba interesando por un hombre al que yo creía inocente, mientras la policía y los medios de comunicación lo consideraban culpable. Me estaba dejando llevar por unos sentimientos que hacía tiempo no había sentido. Pero ¿Y si era así que más daba? Decidí quedarme esa noche en Barcelona a esperar a que al día siguiente el juez le diera la libertad a Miguel y poder verle y hablar con él.
Llamé a mi amiga Cristina y me fue a su casa a dormir. Cristina es como la hermana que nunca tuve. Por mucho que nos dejemos de ver, siempre seremos amigas. Cenamos en su casa y nos hicimos confidencias durante una buena parte de la noche, con una botella de vodka y varios gin tonics.

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