8 de diciembre de 2009

Capítulo Decimo de "Asesinato en el Ampurdan" y Receta de Pinchos de Fruta

10

Habían pasado pocos días, pero parecía que la muerte de Tatiana ya había quedado en el olvido. La vida seguía y el trabajo hizo que me olvidara de todo lo que no fuera mi labor en el hotel.
Una mañana me levanté decidida a poner mi cuerpo un poco en forma. Se acercaba el verano y quería estar fuerte para aguantar el ritmo de horas y horas en la cocina o atendiendo clientes. En el gimnasio me pasé un buen rato en la cinta de footing y otro con las pesas. Después de ducharme bajé a la cocina. Tenía que hablar con Manuela y Diego de los próximos huéspedes. El siguiente fin de semana tenía el hotel a tope, ya que habría una convención de directivos de una empresa de cosmética. Como en mi hotel no cabían todos, se alojaban en varios de la zona y las comidas y las cenas las hacían todos juntos, en otra parte. En el Paraíso Perdido haríamos solo los desayunos. Hasta el viernes tenía tiempo para ocuparme de la biblioteca, el jardín y de otras pequeñas cosas que no se pueden hacer con el hotel lleno.
-¡Buenos días Manuela, Hola Diego! ¿Qué tal todo?-
-¡Buenos días, niña! ¿Qué quieres desayunar?- me preguntó Manuela.
-Solo quiero fruta y un café.
-¿Pero niña, que mosca te ha picado? ¿Qué estás de régimen?
-No,  Manuela, pero quiero cuidarme un poquito.
-¡Ay! Niña, ¿No será por el viudo ese?- Y haciendo un gesto de negación con  las manos, me dijo: -Ese tipo no me gusta. Se ha querido hacer el simpático conmigo la otra noche, pero no es agua clara.-
-Mira, Manuela, ¡Que no hay nada de nada! Pero a mi me cae bien.- le contesté de mal humor.-
-Por cierto- dijo Diego. - El señor Martí se ha marchado esta mañana muy pronto y me ha dado su móvil para que te lo diera, por si querías cualquier cosa.
-Gracias, Diego- Y con la cara colorada como un tomate, me tomé el bol de fruta y  me fui con mi café hacia la biblioteca para no escuchar las diatribas de Manuela. A ella nadie le cae bien. Todo era poco para mí. Salí de la cocina con la voz de fondo de Manuela resonando en mis oídos.
Quería repasar los libros que faltaban de la biblioteca, para poder reponerlos y así tener la excusa de ir a Barcelona a comprarlos y también ver a Miguel. Después de un rato de ordenar y clasificar libros, me di cuenta que solo faltaba uno, con lo cual no justificaba mi viaje a la ciudad. Tendría que pensar en otros excusa. Me dirigí al despacho y durante dos horas estuve ordenando papeles y facturas. Cuando sonó el teléfono estaba en plena suma de deudas a proveedores.
Descolgué el auricular y oí:
-Buenos días, quisiera hablar con Blanca Spinola.-
-Soy yo.-
-¡Hola! Señorita Spinola, soy el inspector Pons. Quisiera tener una charla con usted en comisaría.-
-¿En Barcelona?-
-Si, en la comisaría de Layetana.-
-¿Pasa algo?-
-Pues si, tenemos muchas novedades. Tatiana Farreras no ha muerto de sobredosis, como en un principio el médico y nosotros pensamos. Ha sido envenenada. Pero prefiero no hablar por teléfono. Le agradecería que cuando le fuera bien, viniera a Barcelona. A mi me es imposible ir al Ampurdan.-
No podía creer lo que me estaba diciendo. Tatiana envenenada. Pobre mujer. -¿Cómo? ¿Quién la ha envenenado?- Es lo único que se me ocurrió decir.
-Mire- me contestó Pons. –Los detalles se los explicaré en comisaría.-
Acto seguido, se me olvidó por completo la muerte de esa mujer y me asaltó un pensamiento relacionado con Miguel. El bueno de Pons de estaba brindando en bandeja la oportunidad que yo buscaba para ir a Barcelona.
-¿Le va bien mañana por la tarde?- le pregunté a Pons.
-Perfecto. Quedamos en la comisaría de Layetana a las cuatro de la tarde.-
-Ahí estaré. Hasta mañana.-
Después de colgar el teléfono, me di cuenta que ni le había preguntado para que me quería ver. Solo pensaba en que si iba a Barcelona podría ver a Miguel. Cogí el papel con el número de móvil que me había dado Diego y llamé. Pero mi ilusión se fue al traste, el móvil estaba desconectado y no tenía buzón de voz. Durante el resto del día fue probando pero siempre era lo mismo: “El móvil al que llama esta desconectado o fuera de cobertura” decía la voz anónima de una señorita.
Con la gimnasia, la biblioteca y las llamadas, aún no había tenido tiempo de leer la prensa. Todos los periódicos hablaban del tema. “Asesinato en el Ampurdan” “Millonaria asesinada en extrañas circunstancias” “El paraíso perdido es el paraíso mortal” En la página de sucesos de la vanguardia, salía una foto de Miguel, custodiado por policías y una gran titular: “Miguel Martí, marido de la asesinada en el Ampurdan, arrestado” Y la noticia seguía: “La policía ha detenido ayer por la noche a Miguel Martí como presunto asesino de su mujer, la millonaria Tatiana Farreras. La señora Farreras fue encontrada el domingo 24 de marzo, muerta en la habitación de un hotel del Ampurdan. En un primer momento la policía achacó la muerte a una sobredosis de cocaína, barbitúricos y alcohol. Pero la autopsia ha revelado que la muerte de la señora Tatiana Farrera de Martí ha sido por envenenamiento por arsénico. El juez que lleva el caso ha decretado secreto de sumario. El móvil que se baraja es la herencia, ya que el marido es el único beneficiario. La víctima era millonaria y no tenía mas familia que él.”
No podía creerlo. No era posible. Miguel un asesino. No podía ser verdad. Miré más diarios y en todos ponía más o menos lo mismo. La noticia era de agencia, por lo que la información no variaba de uno a otro. En el diario “El Punt” de la provincia de Gerona, hacían mención a mi hotel “El Paraíso Perdido” y salía una foto de la masía y de los bungaloes, tomada desde la carretera. ¡Vaya publicidad nefasta!

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