5 de enero de 2010

Capítulo dieciséis de "Asesinato en el Ampurdan" y Receta de Steak Tartar

16




Cuando llegué al hotel y después de calmar a Manuela y a Laura, me dirigí a mi despacho. Quería llamar a las Mossos para informarles del coche rojo y a Pons contarle lo que había pasado con Diego. Ahora estaba seguro que Fernando Blanchar o Manuel García querían hacernos daños. ¿Por qué? ¿Qué sabíamos que pudiera comprometerles? Estaba asustada. Si el accidente de Diego era intencionado, quizá no se pararían ahí.
Marqué el número de la comisaría de Layetana.
-¿El inspector Pons, por favor?-
-Un momento- me contestó una señorita y después de unos diez minutos, el policía se puso al teléfono.
-Pons al habla.-
-Inspector, soy Blanca Spinola. Tengo cosas que contarle.- Y sin darle tiempo a que él preguntara nada, le narré el accidente de Diego y la anterior amenaza de Fernando Blanchar.
-¡Le dije que no se metiera en líos!- me soltó gritando.
-¡Oiga, no me chille! ¡Nosotros no hemos hecho nada malo!- e intentando apaciguar mi voz le comenté: -Escuche, inspector. Creo que Diego o yo sabemos algo, que no sé lo que es, pero que quizá pueda perjudicar a esos dos. ¿Y si Fernando Blanchar y Manuel García son los asesinos?-
-Mire, señorita Spinola, gracias por la información, lo investigaremos, pero por favor manténgase al margen. Los Mossos ya me habían informado del accidente del chico y se está investigando. ¡Por cierto! ¿Sigue Fernando Blanchar alojado en su hotel?-
-No, se fue ayer, pero en el coche que embistió a Diego iban dos personas y una podría ser él. Como le he contado el tal García trabajaba en la misma discoteca de Lérida que Blanchar. No me diga que no le resulta sospechoso.-
-Señorita Spinola, por favor, déjelo en mis manos, lo averiguaré. ¡Ah, se me olvidaba! La droga que tomó la señora Martí era cocaína, pero no estaba adulterada ni mezclada con ningún veneno. Debió injerir el arsénico de alguna otra manera. ¿Supongo que estando en el hotel, no tomaría nada fuera de lo normal? Algo que le trajeran de fuera, como por ejemplo ginebra, whisky, o alguna otra bebida.
-No tengo ni idea. Lo que consumió en mi hotel es lo mismo que tomó todo el mundo. Vino, ginebra, comida elaborada por nosotros… en fin, no se.-
-Bueno, esta bien, no se meta e líos y no haga tonterías. Yo voy a seguir la pista de Blanchar y el tal García. Pero dudo que tengan nada que ver. ¿Qué interés puede tener ese señor y el García? No tienen ningún motivo para matar a la señora Martí, ni para atropellar a Diego.- y con estas palabras se despidió de mí, rogándome una vez más que me mantuviera al margen.
Había algo que se me escapaba. Tenía la sensación que sabía algo pero no lo veía o no sabía que era. El inspector tenía razón. ¿Por qué iba Blanchar a matar a Tatiana? No tenía sentido. Pero entonces ¿Por qué me había amenazado? Dejé de estrujarme el cerebro y volví al hospital a ver a Diego.
Cuando llegué a la UCI tuve que esperarme un rato fuera porque estaban cambiando algo en el box de Diego. Podrían haberlo hecho en otro momento. Las visitas solo teníamos media hora por la mañana y otra media por la tarde para ver a los enfermos. Esperé más de diez minutos, prometiéndome que cuando me tocase salir, lo haría con diez minutos después de la hora de cierre de la UCI. Lo encontré bastante más animado. Diego estaba bromeando con la enfermera que le regulaba el gota a gota y comprobaba su presión sanguínea. Aún parecía un poco somnoliento por el efecto de los calmantes, pero tenía mejor aspecto.
-¡Hola, Diego! ¿Cómo te encuentras?-
-¡Mal! Me duele todo el cuerpo. Blanca, ha venido la policía y les he contado lo del coche. Les he dicho que seguro que era un golf gti rojo y que habían dos personas dentro. La matrícula no la pude ver. Pero me han dicho que investigarán el coche de Manuel García, a ver si tiene abolladuras en la parte delantera.-
-Bueno, ahora no te preocupes de nada. Yo ya he hablado con el inspector Pons y me ha dicho que va a investigar a Blanchar y a García, así como a Alejandra. Oye, he hablado con tus padres. Mañana cogerán un avión y vendrán a verte. No te preocupes por ellos. Estarán alojados en el hotel como invitados míos. Mañana los traeré aquí para que te vean.- Como se le cerraban los ojos, le di un beso y salí del hospital con el ánimo un poco más elevado. El chico estaba bien y fuera de peligro.
Cuando llegué al hotel, Manuela me salió rápidamente al encuentro. Estaba preocupada. Había visto merodear por fuera de la cerca del hotel a dos hombres y había estado recibiendo misteriosas llamadas de teléfono preguntando por mí. Que donde estaba, que a que hora llegaría, etc. Por si no tuviera un poco de miedo en el cuerpo, Manuela se encargó de que lo tuviera del todo. Muy bien, querían asustarme, eso quería decir que yo tenía razón, que Blanchar algo tenía que ver. ¡Que poco me conocía! Ahora si que no iba a parar hasta saber porque me perseguían y porque querían asustarme. De pronto se me ocurrió una idea. Si Blanchar seguían en el Ampurdan con el tal Manuel García, no se encontraba en su trabajo en Lérida. Al día siguiente yo podría irme a Lérida, a la discoteca donde él trabajaba y averiguar mas cosas de Blanchar.
Después de pensar en mi plan de acción para el próximo día, me quedé más tranquila. No soporto estar inactiva, esperando que alguien resuelva los problemas. Como decía mi abuela, que era muy catalana, “Si vols esta ben servit, Fest.-ha tu mateix el llit”
Dicho y hecho. Llamé para hacer una reserva en un hotel de Lérida y le conté a Manuela que iba averiguar algo más de Fernando Blanchar. No le conté nada más para que no se preocupara. No sabía si estaba muy al tanto de mis pesquisas, suponía que sí, ya que Diego siempre le contaba todo.
Con el coche recién salido del taller, me dirigía a Lérida. El Ampurdan y Lérida están muy cerca en al mapa, pero un poco más lejos por carretera. Cogí la autopista a Barcelona y sin entrar en la ciudad empalmé con la de Lérida. El viaje se me hizo pesado, tardé dos horas largas y no soy de las va lenta conduciendo. Me registré en el hotel, me duché y pedí algo de cenar en la habitación, el room service, invento genial para los que viajamos solos. Una vez limpia y con el estómago lleno, me arreglé para ir a la discoteca Xaraida. Cuando era joven, jamás se me hubiera ocurrido ir sola a una discoteca. Pero con la edad, te dejas de complejos y tonterías y vas con una seguridad apabullante. Entré en el Xaraida muy confiada en mi misma, o al menos quería dar esa apariencia, aunque no las tenía todas conmigo.
El Xaraida era un antro oscuro, situado en un sótano en donde la ventilación brillaba por su ausencia. Como era relativamente pronto, las doce de la noche, el lugar aún no estaba muy concurrido. Me fui a la barra y pedí un gin tonic. La chica que me sirvió, Jesi de nombre, era una jovencita un poco punki, con el pelo naranja y azul y un pircing en la nariz y otro en el ombligo. Al segundo gin tonic, me decidí a hablar con ella. Le pregunté de donde era y un sinfín de cosas sin mayor trascendencia, hasta que hice ir la conversación hasta donde yo quería.
-Oye, Jesi, ¿Qué tal aquí? ¿Estás contenta?- Y me miró con cara de pocos amigos. –Te lo comento porque yo tengo un hotel y estoy buscando personal para mi discoteca (era mentira pero algo le tenía de decir)- Le chica, al oír mis palabras, cambió un poco la cara y se mostró mas amigable.
-Bueno, estoy bien.- me contestó mientras limpiaba un vaso con un trapo que en algún momento debió ser blanco, pero que en la actualidad era gris amarronado.- Solo trabajo los fines de semana. Entre semana curro en una peluquería. Aquí el sueldo no es muy bueno, pero tengo bastantes propinas. Por cierto ¿Tu hotel donde está?- me preguntó.
-En Tarragona- mentí. (No fuera que la contase algo a Blanchar de alguien de un hotel en el Ampurdan) - Y busco gente para verano que quiera estar en la discoteca. Sobre todo el mes de agosto. Pago bien. 100 euros por noche y alojamiento y manutención.- A la pobre chica, cuando oyó mi oferta, los ojos le hicieron chiribitas. Lamentaba mentirle, pero si me ayudaba en mis pesquisas, me prometí a mi misma ayudarla.
-Bueno, no está mal la oferta.-comentó Jesi.-Déjame pensarlo. ¿Cuándo te puedo contestar?-
-Tranquila, tienes tiempo. Me das tu teléfono y ya te llamaré en unas semanas. ¡Oye! ¿Por casualidad no conocerás a un tal Blanchar?- Ahora ya entraba a saco.-
-¿Blanchar? ¿Fernando Blanchar?-
-Si, supongo. No sé como se apellida. Lo conocí hace poco en un hotel de Gerona. Iba con una modelo muy mona. Me comentó que si algún día pasaba por Lérida que viniera a verle. (Como dice el refrán si la acierto la adivino)-
-¡Claro! Fernando es el Relaciones Públicas de este local- A esas alturas el vaso que fregaba estaba completamente opaco- Y la modelo a quien te refieres debe ser la chica que conoció en Gerona, una tal Alejandra. El se la quiere ligar, pero no creo que lo haya conseguido. Además, Fernando está casado, claro que es como si no lo estuviera. Es un golfo. Pero creo que va detrás de la modelo esa por su dinero.- me dijo Jesi que era un pozo sin fondo de conocimientos sobre el tal Blanchar y Alejandra.
-Pero, ¿Es que tiene mucho dinero esa chica, Alejandra?- Le pregunté extrañada.
-¡No lo sé! Pero según he oído comentar a Fernando, heredará una fortuna de su madre.-
-¿Y quien es su madre?-
-¡Oye tía! Yo que sé.- La Jesi ya empezaba a mosquearse. De repente, me cogió miedo. Ya había averiguado mucho sobre ese par y la chica estaba empezando a sospechar de mis preguntas. Dejé a Jesi en la barra y después de pagarle con creces mis tres gin tonics y prometerle que la llamaría, salí pitando del Xaraida. Como viniera Blanchar y la otra le comentase lo que habíamos hablado, ya me podía dar por muerta.
Me fui directa al hotel y me encerré con todos los candados que disponía la puerta de mi habitación. Al día siguiente llamaría al inspector Pons y aunque me pagase la bronca, le contaría mis averiguaciones. Por lo que había deducido de la charla de Jesi, Blanchar y Alejandra se conocían y ella iba a heredar. Pero ¿De quien? Tatiana no había dejado testamento. Por lo que todo el dinero iba a parar a Miguel, como legítimo esposo.
No dormí bien. Pensaba continuamente en Fernando Blanchar y su conexión con Alejandra y el asesinato de Tatiana. La amenaza de Blanchar y el intento de matar a Diego, me caló hasta lo más profundo de mi cerebro. Me volví sensible a todos los ruidos de la habitación y del pasillo. Deseaba que llegase pronto el día y poder hablar con Pons y con Miguel y contarles todos lo que sabía nuevo. Pero el sueño no venía. A las cuatro de la mañana aparcó un coche debajo de la ventana y dejó el motor en marcha no sé cuanto tiempo. Cuando cesó el ruido del coche, estuve atenta al pasillo por si venía alguien a mi encuentro.
Imaginaba que Blanchar había ido al Xaraida y Jesi le había contado nuestro encuentro. Claro que yo no le había dicho mi verdadero nombre ni mi hotel, pero aún así mi físico es peculiar. Sin ser súper guapa, creo que soy resultona y aunque ya tengo una edad, me conservo bien gracias al ejercicio, a la buena alimentación y a las ocho horas diarias de sueño. Tengo una mezcla muy particular de mis padres. Mi pelo es tirando a castaño claro, con vetas caobas y mil ojos verdes, herencia de los Mackland y mi piel es morena como mis antepasados portugueses por parte de mi padre. Lo dicho, que mi descripción podía alertar a Fernando Blanchar de que era yo la que estaba en Lérida haciendo indagaciones.
Al final me dormí intranquila y tuve horribles sueños. Por la mañana, me desperté a las diez con una resaca importante y las tripas revueltas. La Jesi seguro que me había dado garrafón. Sin apenas abrir los ojos, me fulminé dos botellas de vichy catalán del mini-bar. Con estómago ya un poco recuperado, me duché y me vestí para abandonar el hotel. Quería salir de la ciudad lo antes posible e irme directamente a Barcelona a los brazos de Miguel. Necesitaba ternura y afecto y un poco de protección, pero antes debía llamar por teléfono y comunicar mis nuevas noticias.
Llamé a comisaría y para variar Pons no estaba. ¿Dónde se mete la policía cuando se la necesita? Me dijeron que le darían el recado. A quien si encontré fue a Miguel. Le dije que iba hacia Barcelona y que tenías cosas que contarle. Quedamos para comer. Como tenía prisa en irme, no comenté nada de mis averiguaciones, ya se las contaría durante la comida.
Bajé a recepción y pagué la cuenta. En ese momento vi a un hombre que se acercaba a mí. No era Blanchar pero tenía pinta de mafioso. Salió detrás de mí y se dirigió al aparcamiento del hotel. No me atreví a ir a buscar el coche, por lo que le di una buena propina al portero del hotel para que me lo subiera del garaje y salí como alma en pena.
Hice el trayecto de Lérida a Barcelona a una velocidad supersónica. Estuve vigilando es espejo retrovisor por si me seguían durante todo el recorrido, pero no fue así. Llegué a Barcelona una hora antes de mi cita con Miguel, pero al menos ya estaba en la ciudad. Pasé por casa de mi amiga Cristina, me arreglé un poco y fui al encuentro de Miguel.
Cuando llegué al restaurante, Miguel estaba sentado en la mesa, esperándome. Estaba guapísimo. La camisa azul claro le hacía conjunto con sus ojos. Se había afeitado y parecía tranquilo y relajado. Mi dio un beso tierno y suave que hizo que la noche anterior no hubiera existido.
-Blanca, cariño, tenía ganas de volver a verte.- me dijo cariñoso.
-Yo también-
-¿Qué querías contarme?-
Y le solté todas las averiguaciones de Lérida. Que Blanchar y Alejandra eran amigos, que el iba detrás de ella por la fortuna que iba a heredar, no sabía de quien. Del accidente provocado a Diego y de las amenazas de Blanchar. También le conté mi teoría de que Diego y yo debíamos haber saber algo que incriminase al asesino y por esto intentaban asustarnos.
Sin interrumpirme en ningún momento, Miguel iba poniendo cara de estupor y de sorpresa, a medida que yo avanzaba en mi relato. Cuando acabé, se puso muy serio y tomándome la mano me dijo:
-Blanca, ¡Basta por favor de hacer lo que estas haciendo! ¡Es muy peligroso! ¿Cómo se te ocurre ir sola a Lérida y meterte en un antro de mala muerte a preguntar por ese Blanchar? ¡No soportaría que te pasara algo! ¿Lo entiendes?-
-Vale, vale, no haré nada más, pero tranquilo que no me ha pasado nada. Estoy bien y cuando se lo cuente al inspector Pons, seguro que podrá tirar del hilo y averiguar que fueron Blanchar y Alejandra quienes mataron a tu mujer.-
-Mira, Blanca, me es igual quien mató a Tatiana. Está muerta y ya nada se puede hacer. Pero tú estás viva. El dinero de Tatiana me importa una mierda. Ya se que el otro día por la noche no te lo pareció, pero comprende que estaba anonadado. ¡Tanto dinero! Pero te ruego que no intentes averiguar nada más. Deja a la policía que lo haga.-
-Está bien, dejaré de hacer de policía.- le dije muy poco convencida, y seguimos la comida hablando de otras cosas.
El restaurante era una antigua vaquería, situado cerca de la Diagonal. El dueño, Ignacio, que me conocía de toda la vida, nos invitó a una botella de champagne y eso es algo que hace pasar las penas, al menos a mí. Tato nos preparó un Steak Tartare como solo él sabe hacer y al acabar tan fastuoso ágape nos fuimos a pie cogidos de la mano como dos tortolitos hasta casa de Miguel que estaba muy cerca del restaurante y nos metimos directamente en la cama, desquitándonos del tiempo perdido desde la última vez que habíamos hecho el amor.
A eso de las cuatro de la madrugada y una vez saciada momentáneamente mi pasión por Miguel, me levanté de su cama y fui a la cocina a beber un poco de agua. En ese instante me acordé que había apagado el móvil durante la comida. Lo volví a conectar y miré la pantalla. ¡Dios mío! ¡Tenía diez llamadas perdidas! No me había acordado de ir a buscar a los padres de Diego al aeropuerto, no había llamado al hospital para saber de Diego, no había dicho nada a Manuela desde la noche anterior en Lérida. El inspector me había llamado. ¡Que desastre! Desde luego en plena vorágine amorosa había perdido la memoria. Me había olvidado de todos. Pero como a esa hora de la madrugada tampoco podía llamar a nadie, me volví a los cálidos brazos de mi amante y dejé las llamadas para primera hora de la mañana.

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