14 de enero de 2010

Capítulo Diecisiete de "Asesinato en el Ampurdan" y Receta de Caldo de Pollo

 17

Cuando me desperté eran las ocho de la mañana y Miguel seguía durmiendo. Me di una vuelta por la casa, ya que la tarde anterior no había estado por la faena de mirar decoraciones.
El piso de Miguel estaba situado en pleno barrio de Sarriá. Era un bloque de casas apartamentos, relativamente nuevos, de ladrillo visto y con plantas y jardines llenos de flores. Su apartamento era un ático con una gran terraza llena de ficus benjamina que le aislaban de sus vecinos. Era duplex y apenas debía medir mas de 70 metros cuadrados. Me extrañó que Tatiana con lo rica que era, viviera en una casa tan pequeña.
La decoración era típicamente masculina, sobria pero elegante. En la planta baja había un salón comedor cocina a dos niveles y la gran terraza, que era lo mejor de la casa. En la segunda planta estaba la habitación de Miguel, que ocupaba todo el espacio, con un cuarto de baño integrado.
-¡Buenos días!-dijo Miguel saliendo a la terraza. -No te he oído despertarte.-
-¡Hola, buenos días! ¡Que bien se está aquí, que tranquilidad y que vista! ¡Tienes una casa muy bonita!-
-Gracias. Este piso lo compré antes de casarme con Tatiana. Nosotros no vivíamos en esta casa. Mi mujer no quería, decía que era muy pequeña. Pero como a mi me encanta nunca la vendí. Cuando ella se iba de viaje yo me venía aquí. La casa de Tatiana está en Pedralbes. Es una torre enorme en Avenida Pearson, con jardín, piscina y un matrimonio que la cuida. ¿Quieres desayunar?- me preguntó solícito.
-Si, tengo mucha hambre, pero antes déjame que llame a Manuela, debe estar preocupada. Además quiero llamar al hospital para saber como sigue Diego.-
Manuela me echó la bronca, y con razón. Había estado preocupada por mí. Los padres de Diego ya habían llegado y tuvieron que ir en taxi desde Barcelona a Palamos. Se acercaba el fin de semana, el hotel iba a estar lleno y yo tenía que ir a comprar diversas cosas. Le prometí que por la tarde estaría en Palafrugell, después de pasar por el hospital a ver a Diego.
La siguiente llamada fue para el inspector Pons. Esta vez si que estaba en su oficina. Le expliqué la conexión que me había contado la chica de la barra de Xaraida entre Blanchar y Alejandra. Le conté también lo que había oído sobre una herencia de alguien desconocido. Esta vez su enfado fue descomunal.
-Mire, señorita Spinola, ¡Ya no se lo voy a decir más! Como sigua haciendo averiguaciones por su cuenta la voy a detener, alegando obstrucción a las labores de la policía.-
-¡Lo siento, inspector! De verdad que no haré nada más. Cuando salí de la discoteca de Lérida, tuve miedo.- le dije con voz compungida.
-Señorita Spinola, solo quiero que sepa que Fernando Blanchar es un tipo peligroso, ya que lo dije en otra ocasión. Está metido en asuntos turbios de juego y prostitución. En cuanto a su relación con la señorita Alejandra, supongo que se conocieron en su hotel y a él le gustó, la verdad está bastante buena. Blanchar está casado por segunda vez con la hija del alcalde de un pueblo cercano a Lérida. Hacen una vida bastante independiente, pero no están separados o divorciados. La mujer es bastante rica y por lo que he podido averiguar, la fuente del dinero. Blanchar depende económicamente de su mujer.- parecía que Pons ya no estaba muy enfadado conmigo.
-Pues a mi favor de lo que le he contado. Blanchar es amante de Alejandra, la ayuda en el envenenamiento de Tatiana. Supongo que Tatiana le ha prometido darla dinero o le cogen lo que llevaba en el hotel, o  le han robado las joyas que llevaba. No se.-
-¡Usted, señorita Spinola ha visto muchas películas! De todas maneras no descarto ninguna posibilidad. Pero no hay un móvil para el asesinato. Otra cosa es que la señorita Alejandra fuera la heredera. Entonces sí tendría motivos. Pero que yo sepa, el único heredero de la fortuna es el señor Martí. Tampoco podemos descartar el robo. El señor Martí esta haciendo inventario de las joyas de su mujer, aunque ya me ha dicho que no se puede acordar de todo. Pero de todo esto que le he dicho, usted no se va a meter ni a hacer nada de nada. ¿De acuerdo?-
-Si, no haré nada más, se lo prometo.-
-¿Por cierto, donde está ahora?-
-En Barcelona- le contesté como si fuera una niña pequeña con miedo a que la pescasen en una mentira- Llegué ayer de Lérida y me quedé en casa de una amiga- mentí.
-¿Cuándo vuelve a su casa?-
-Hoy mismo. Tengo que hacer unas compras aquí en Barcelona y después voy directamente al hospital a ver a Diego.- No entendía su insistencia de mi paradero. Igual me quería proponer ir a tomar una copa y no se atrevía.
-Por cierto, con respecto al accidente del chico, hemos averiguado que el coche era efectivamente un golf gti rojo y el tal Manuel García que es el propietario, ha desaparecido. Se despidió de la discoteca de Palafrugell hace una semana más o menos. De momento, hemos puesto una orden de búsqueda y captura y poder comprobar el estado el coche. Bueno, nada más. ¡Ah! Y váyase al hotel y no se dedique a hacer de  detective por antros peligrosos.-
Después de prometerle no se cuantas veces más que haría de policía aficionada, colgué el teléfono y me dirigí a la terraza donde Miguel había preparado un magnífico desayuno.
-¿Qué te ha contado el inspector?- me preguntó.
-Que el coche que atropelló a Diego creen que es de Manuel García, el que trajo las maletas a Alejandra. Además García ha desaparecido y la policía lo esta buscando.-
-¿Supongo que te habrá advertido que no hicieras de detective?-
-Si, me ha reñido bastante. No te preocupes. Ahora voy a comprar algunas cosas que me faltan para el hotel y luego me vuelvo para el Ampurdan. ¿Vendrás el fin de semana?-
-No lo sé. Este sábado tenía previsto hacer inventario de todas las joyas y pertenencias de Tatiana. La policía no descarta un posible robo y que yo no me haya enterado. Si acabo pronto iré el domingo a verte. ¿Te va bien?- me contestó Miguel.
-Claro- le dije habiendo deseado que no tuviera que hacer el inventario. Desayunamos y me acompañó hasta mi coche que tenía aparcado en casa de Cristina. La verdad es que no tenía nada que hacer en Barcelona. No me apetecía ni ir a comprar más libros. Solo quería llegar a mi casa, visitar a Diego y ponerme a trabajar en el hotel, para intentar olvidar mi miedo o aprensión sobre Blanchar y mi separación momentánea de Miguel. Estaba empezando a tener una dependencia física de él. No estaba muy segura de mis sentimientos hacia Miguel, pero lo que sí sabía era que había una atracción sexual importante y necesitaba el contacto físico y estar a su lado. Me vino a la cabeza el pensamiento de Ortega y Gasset “El enamoramiento es un estado de imbecilidad transitoria”. Claro que yo no creía estar enamorada, pero si enganchada sexualmente a ese hombre. Con estos pensamientos cogí el coche para regresar el Ampurdan.
Fue de Barcelona al hospital de Palamos directamente. Diego estaba francamente recuperado. Le habían pasado a una habitación y al día siguiente le iban a operar la rodilla. Sus padres estaban con él. Le conté mis últimas pesquisas en Lérida y la información que me había facilitado Pons.
Se quedó maravillado de que su jefa hiciera de detective y se metiera en la boca del lobo. Creo que le subí bastantes puntos en su escala particular de valores.
Cuando llegué al hotel, Manuela me recibió con cara de perro.
-¡AH, mi niña, me tenías muy preocupada! ¿Por qué no contestaste a mis llamadas?-
-Lo siento, Manuela, que quedé sin batería- mentí.
-Blanca, hace un rato ha venido la policía. Querían hablar contigo. Han encontrado no se que coche despeñado en un acantilado. Me han dicho que es el coche que arrolló a Diego. Y había una persona muerta en su interior. Pero no me han dicho quien era.-
-¡Que horror!- ahora si que empezaba a estar realmente asustada. ¡Un muerto más! ¿Te han dado algún número de teléfono o donde tengo que ir?-
-Si, si, lo tengo aquí.- y sacó un papelito arrugado del bolsillo del delantal.
Cogí el papel con la intención de llamar a los Mossos, pero antes Manuela me obligó a tomar un caldo de pollo que me dejó el cuerpo reconstituido después del susto de una nueva muerte. Llamé a los Mossos de Escuadra, que me confirmaron que habían encontrado hacia dos días, un coche despeñado e la carretera de Tossa de Mar. El cuerpo había sido identificado como el del propietario del vehículo, un tal Manuel García Chacón. A pesar del batacazo, el coche no se había incendiado y podrían examinarlo para determinar si era el coche que arrolló a Diego. El cadáver de García tenía un tiro en la sien. Por la descripción del hombre que vio el accidente y por la de Diego, suponían que era el coche del accidente del chico. Me dijeron que al día siguiente irían al hospital con las fotos del coche, para que Diego lo identificara.
Me quedé realmente patidifusa. Alguien había matado a Manuel García de un tiro en la cabeza y luego le había despeñado barranco abajo. ¿Por qué? ¿No era el tal García el que conducía el coche que arrolló a Diego? Cada vez entendía menos lo que pasaba. Pero desde luego Pons y Miguel tenían razón. Cuando más alejada me mantuviera del tema, mejor. Las cosas se estaban poniendo peligrosas.








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