25 de enero de 2010

Capítulo Diecinueve de "Asesinato en el Ampurdan" y Receta de Garbanzos Cocidos





19







El inspector Pons llegó puntual. A las nueve de la mañana ya estaba en la recepción. Fuimos a  la terraza y allí Laura nos sirvió el desayuno. Manuela se había esmerado especialmente, ya que había preparado pequeños brioches de mantequilla y unos  hojaldres con crema hechos por ella misma. Además, como sabe que yo desayuno salado, dispuso de bandejas de pan con tomate y aceite de oliva y diversos embutidos. Mientras duró el desayuno, no hablamos de nada relacionado con el caso pero si de algunos asesinatos que había investigado Pons y sacaron aún más a flote esa vena policíaca que yo tenía.


Pons estaba de buen humor y me contó que le encantaba el Ampurdan y que solía ir los fines de semana con un amigo que tenía una casa cerca de Rosas. Yo hablé poco, ya que su charla era amena y el tipo empezaba a caerme francamente bien.


-Gracias señorita Spinola, estaba todo buenísimo,- me dijo Pons. - Ahora “Nem par feina”  Como ya sabe, la señora Martí fue asesinada por ingerir un veneno. Los resultados de la autopsia lo demuestran claramente. Era arsénico, suponemos que mezclado con alguna bebida. Por eso es muy importante que se acuerde exactamente de lo que me ha contado de las botellas azules y que me explique quien entró en la habitación antes de la policía llegase.-
-Inspector, la tarde la muerte de Tatiana fue un caos. Todos estábamos realmente asustados y conmocionados. Pero recuerdo exactamente que encima de la mesa donde estaba muerta la señora Martí había una botella azul y otras de alcohol. Después de que el señor Martí viniera con Diego a decirnos que su mujer estaba muerta, yo subí a comprobarlo.- me quedé pensando un momento y añadí: - La verdad, no pasé de la puerta, me quedé en el umbral de la habitación y a través del espejo de la pared pude ver las botellas y el desorden del bungalow. Luego cuando entré con el Doctor Ferrer ya no estaban encima de la mesa. Pero en ese momento no me di cuenta o no pensé en ello. Antes si que había pensado de porque había botellas de agua que no las habíamos servido en el hotel. ¡AH y otra cosa! Antes de que llegara el médico mandé a Diego que se quedase apostado delante de la puerta, vigilando que nadie entrara. Por lo que aparte del señor Martí y Diego, que descubrieron juntos el cadáver, no pudo entrar nadie más.-


En ese momento el móvil de Pons sonó. Como vi que era un conversación importante, le dejé solo y fui en busca de más café. Cuando volví Pons me dijo:
-Me acaban de llamar del laboratorio. Hemos hecho analizar las botellas que encontramos en el maletero del coche de García. Son botellas de agua, de una marca italiana.- Pons se llevó la taza de café a los labios y se encendió un ducados. - Pero una de las botellas contenía un poso de arsénico. Juraría que el arma del crimen es esa botella a la que introdujeron el veneno. Es posible que García al traer las maletas de la señorita Alejandra, también trajera el veneno mezclado con el agua. Pero él no se las llevó del bungalow, ya que según me ha contado, las únicas personas que entraron el la habitación, antes de la policía, aparte de Usted y el doctor, fueron el marido y Diego. Y ninguno de los dos tocó nada. El forense ha dictaminado la hora de la muerte entre las dos y media y las tres de la madrugada. ¡Vamos a ver!- y cogiendo una carpeta, empezó a hojear papeles.


-Según las declaraciones del primer día, el señor Martí pasó esa noche del sábado en Barcelona. Se había peleado con la victima y se fue a una discoteca a Barcelona. Sobre las tres de la mañana, tenemos testigos que confirman que estaba en la discoteca.  Desde el hotel hasta el UP and DOWN se puede tardar entre una hora y pico, con  lo cual el señor Martí debió de partir del Ampurdan sobre las dos de la madrugada, como muy tarde. Al día siguiente regresó al hotel hacia el mediodía, que es cuando encontró el cadáver.-
-Es verdad, inspector- le contesté.  - Yo lo vi llegar con su coche e eso de la una, una y media del mediodía. Me preguntó si había visto a Tatiana y le dije que no, que no había salido del bungalow en toda la mañana. En ese momento Diego comentó que tampoco había pedido el desayuno y acompañó al señor Martí con la maleta al bungalow y es cuando los dos descubrieron el cadáver.-


-Bien, por el momento el señor Martí queda descartado. Ahora vamos por esos dos, Fernando Blanchar y Alejandra Jiménez- Pons volvió a consultar sus hojas. –Evidentemente el algún momento de la noche pudieron entrar en el bungalow de la señora Martí, una vez hubo partido el marido. Ella le debió de dejar entrar y luego salieron sin que nadie los viera. Usted ha declarado que a partir de las dos de la madrugada oyó juerga, música y muchas risas. La señora Martí debía de estar con alguien, posiblemente esos dos, ya que usted oyó el ruido hasta que se durmió que declara que fue sobre las dos de la madrugada. ¿Correcto?-


-Si, sobre esa hora me debí de quedar dormida.-


-De todas maneras,- continuó Pons, - ellos no pudieron llevarse la botella de agua con el veneno, pues usted asegura haber visto la botella cuando se descubrió el cadáver, luego con el doctor ya no la vio y después Diego custodió la habitación y esos dos ya no pudieron entrar para llevarse la botella, pues su chico vigilaba el bungalow y … No le dejé continuar. A mí mente vino una imagen que pugnaba hacia días por salir, pasó fugazmente, pero volvió a quedarse en el olvido. ¿Qué era lo que estaba pujando por emerger de mi cabeza?


-Inspector, acabo de pensar en algo que no tengo muy claro. Me parece que Diego me comentó que cuando estaba vigilando la habitación tuvo que ausentarse un momento para ir a buscar algo. No recuerdo muy bien lo que era, pero creo que es importante. Tenemos que ir al hospital y preguntárselo al chaval.-


-Bien, pues me voy para allá- Quiero saber exactamente si se movió de la puerta o no.-
-Inspector, ¿Puedo acompañarle?


-Claro, vamos.-


Nos dirigimos al hospital. El camino lo recorrimos en silencio. Yo estaba preocupada. ¿Quién había introducido las botellas azules en la habitación? Y sobre todo ¿Quién le había obligado a beber? No podía creer que Tatiana bebiese arsénico mezclado con agua y no lo notase. En ese momento mi móvil empezó a sonar. En la pequeña pantallita apareció en nombre de Miguel. Como no deseaba que Pons supiera que él me llamaba, colgué sin contestar. También era mala suerte, no me había llamado hacia días y precisamente cuando iba con el poli en el coche, llamaba. Si le extrañó que no atendiese el teléfono, no lo expresó. Siguió conduciendo callado e inmerso en sus pensamientos. El coche era un Audi 4 de color gris, un poco abollado, que yo suponía por las múltiples persecuciones a delincuentes.


Llegamos al hospital de Palamos y tuvimos que esperar un rato fuera de la habitación, pues las enfermeras estaban aseando a Diego. Como ya estaba instalado en una habitación, Diego podía recibir visitas durante todo el día, sin restricción de horarios, por lo que no despotriqué contra las enfermeras por sisarme tiempo de visita.


Diego estaba muy animado. Ya no le dolía la rodilla y estaba sentado en un sillón al lado de la cama. La pierna enyesada desde la ingle hasta el tobillo, reposaba en una banqueta. El médico le había dicho que en un par de días ya le daba el alta. Se iba a ir a Suiza con sus padres para que le cuidaran y cuando le quitaran la escayola volvería al hotel y empezaría la recuperación de la pierna. Me iba a dar mucha pena estar sin él, no solo en el trabajo, sino también como compañía para Manuela, Laura y yo misma.
-A ver Diego,- dijo el inspector. - Quiero que pienses con calma y no te precipites en contestar. ¿Cuándo estabas vigilando la habitación de la señora Martí, abandonaste en algún momento la vigilancia de la puerta?-
El pobre Diego se puso colorado y nervioso y contestó como echándose la culpa de su ausencia.
-Si, lo siento, inspector, de verdad, pero solo fue un minuto. Tenía que ir al lavabo a hacer pis. En toda la mañana no había tenido tiempo ya que todo el mundo se quedó en la piscina y no pararon de pedirme cosas. Además me puse muy nervioso después de haber visto el cadáver. Cuando estaba vigilando el bungalow, vi salir del suyo a la señorita Alejandra, que era el de al lado junto del de la señora Martí, Ella estaba aún mas nerviosa que yo y me mandó a por tabaco y se ofreció a vigilar un momento la puerta. Entonces aproveché en ir al lavabo y traer los cigarrillos que me había pedido. Pero fue solo un momento, - su expresión estaba compungida.


-¿Donde está situado el lavabo al que fuiste?- le preguntó  Pons impaciente.
-En la cocina. Hay unos servicios para los empleados, el de mi habitación está más lejos.-
-¿Cuánto se tarda, más o menos?- quiso saber el inspector.
-Muy poco. El bungalow de los señores Martí era el que da a la piscina. No sé, dos o tres minutos, no más.-
-¿Y el tabaco, donde lo fuiste a buscar?-
-En una habitación al lado de recepción. Cuando salí del lavabo de la cocina, cogí el tabaco, salí de la masia y me dirigí al bungalow de la victima. No pude tardar más de tres o cuatro minutos en total. La señorita Jiménez estaba en la puerta súper nerviosa, hablando con el doctor y con Blanca, que acababan de llegar al bungalow en ese momento.-
-Bien, luego comprobaré cuanto se tarda en hacer el recorrido que me explicas. Bueno, ahora pasemos a otra cosa.- y Pons le enseñó las fotografías del coche estrellado en el barranco.


Diego volvió a repetir lo mismo que me había dicho a mí. El coche con sus llamativas  llantas  doradas era el mismo que le había arrollado. Las botellas azules eran por supuesto las que estaban en la habitación de la muerta. Le dejamos algo preocupado y nos fuimos a buscar el coche. Pons quería volver al hotel y cronometrar el tiempo que Diego había dejado sola a Alejandra vigilando la habitación.
                  En el trayecto de vuelta al Paraíso Perdido Pons apenas abrió la boca. Su expresión era taciturna y preocupada. Tenía el ceño fruncido y la cara de pocos amigos.         Si no quería hablar no iba a ser yo quien le diera conversación.
                  Cuando llegamos al hotel lo primero que hizo fue comprobar el tiempo empleado por Diego desde el bungalow que habían ocupado los Martí hasta los lavabos del servicio en la cocina, pasar por recepción donde se guarda el tabaco y volver al bungalow. En total seis minutos y medio. Cogió su carpeta y empezó a anotar cosas.
                  -Bueno, señorita Spinola, me voy a Barcelona. Tengo que hacer unas comprobaciones más. Ya la llamaré.- y sin apenas despedirse, subió a su coche y se marchó. Realmente le había cambiado el humor desde la mañana durante el desayuno hasta ahora. Había pensado en invitarle a comer unos garbanzos cocidos que Manuela había preparado la tarde antes, pero con semejante carácter, que le dieran "morcilla."
                  Entré en mi despacho y llamé a Miguel para contestar la llamada de la mañana. Hacía varios días que no hablábamos. Pons me había querido transmitir su desconfianza sobre él, pero mis sospechas hacia Miguel ya se habían disipado y decidí mostrarme amable y cariñosa.


                  -Miguel, soy Blanca.-
                  -¡Hola Blanca! He intentado hablar contigo antes, pero tenías el móvil desconectado.-
                  -Si, cuando has llamado me he quedado sin batería. - mentí -Y luego he estado en el hospital visitando a Diego. ¿Vas a poder venir algún día?-
                  -No, lo siento. Tengo mucho jaleo en la tienda y además Alejandra no para de marearme. Que si Tatiana le había prometido regalarle un vestido, que si tal anillo, que se yo. No se si dárselos o no. ¡Oye! Te he comprado unos libros que no creo que tengas, bueno al menos no los vi en tu biblioteca policíaca.-
                  -Gracias, ¡Que bien! ¿Qué libros son?-
                  -El último del ruso Boris Akunin, se llama Gambito Turco. Su personaje, Erast Fandorin es un aventurero, investigador y espía. ¿Has leído algo de él?-
                  -No, creo que no. La única rusa que conozco que escribe novelas policíacas es Alesandra Marinina.-
                  -Pues este te encantará. También te he comprado el último de Andrea Camilleri, salió ayer. ¿No lo tienes?-
                  -No, el último que leí de Camilleri y su comisario siciliano Montalbano, es “La nochevieja de Montalbano”. ¡Que bien, muchas gracias! Espero que me los des pronto.- y cambiando de tema y como al nombrara a Alejandra me asaltaron otra vez los celos, le dije:
                  -Volviendo a lo que me comentabas antes de Alejandra, ¿Le vas a dar esas joyas que te pide?-
                  No, solo le regalaré el collar de perlas australianas, porque me consta que Tatiana se lo iba a regalar.  Esta noche he quedado con ella para entregárselo. Mañana tiene un pase de modelos por la inauguración de una tienda de ropa y luego hay una fiesta en el Joy Eslava. Como es una fiesta por todo lo alto, quiere lucir el collar.-


                  Mientras me iba contando lo de Alejandra y la fiesta de Madrid, una idea descabellada se formó en mi cabeza. Mi iría a Madrid a intentar sonsacarle algo de información a Alejandra. Haría ver como si nos encontrásemos por casualidad en la fiesta del Joy.
                  -Bueno, gracias por los libros- le contesté con mi cabeza ya solo pensando en mi viaje a Madrid.- Cuando vaya a Barcelona te llamo y los paso a recoger.- Como no decía nada más me despedí de él, pensando en lo sosos que son los hombres por teléfono. Me podía haber sugerido que fuera yo a Barcelona o que se acordaba mucho de mi o que me quería o no se cuantas cosas más, pero no, me deseó buenas noches y colgó. ¡Hombres! Parece que tengan miedo de que les salga un forúnculo en la oreja por hablar por teléfono.


                  Con mi plan de Madrid en marcha, llamé a mi amiga Maria que es la que domina el cotarro madrileño. María pertenece a la jet set marbellí y conoce a la perfección toda la movida madrileña. Como ella es muy amiga del Relaciones Públicas del Joy Eslava, me podía invitar a la fiesta y así encontrarme con Alejandra.


                  Siempre es divertido ir a Madrid. Por muy catalana que me sienta, la gente madrileña es mucha más abierta y divertida y salen más que nosotros. ¡Que yo evidentemente! Si María pudiera estar por mí, me llevaría a los locales y restaurantes de moda, donde se ve desfilar a los famosos como si estuvieras leyendo una revista del corazón. Marqué el número de mi amiga.
                  -¡Hola María! ¡Soy Blanca!-
                  -¡Blanca! ¿Cómo estás? Hace cantidad que no sé nada de ti.-
                  -Si, lo siento, perdona, pero es que estoy en plena temporada hotelera. Oye, ¿Te va bien que vaya a Madrid esta semana? Serán un par de días. Tengo que contarte muchas cosas.-
                  -Fenomenal, me hace mucha ilusión.-
                  -María, me tendrías que hacer un favor. Ya te lo explicaré con calma, pero quiero que vayamos a una fiesta que dan en el Joy Eslava mañana por la noche. La de una tienda que inaugura mañana y van a ir cantidad de famosos.-
                  -Pero Blanca,- me preguntó María extrañada. -¿Desde cuando te interesan los famosos?-
                  -No me interesan nada, pero va a ir una persona que quiero ver. Entérate si es mañana la fiesta y si podemos entrar y me llamas, yo mientras voy a organizarme el vuelo. Ya te lo contaré todo cuando te vea.-
                  Una vez hube reservado el billete en el Puente Aéreo, me dirigí a hacerme la maleta y a contarle a Manuela alguna nueva excusa para mi reciente viaje a Madrid. Tampoco era muy grave, pues el hotel no volvería a llenarse hasta el viernes y para ese día yo ya estaría de vuelta.
                  Después de un rato y dejar a Manuela una vez más de morros, Miguel volvió a llamarme. Igual había leído mis pensamientos y se daba por aludido en cuanto a la parquedad de los hombres y el teléfono.
                  -Blanca, perdona, pero antes cuando me has llamado estaba atendiendo a unos clientes.-
                  -No te preocupes.-
                  -¿Qué sabes del inspector? ¿Ha averiguado algo nuevo?-
                  -No, él no. Pero Diego y yo si. Nos hemos acordado que había unas botellas azules de agua cuando encontramos el cadáver, que luego desaparecieron cuando inspeccionó la policía el bungalow.- le solté contenta de mi averiguación.
                  -¡Coño!- contestó con una voz desconocida.
                  -¿Qué pasa?- le pregunté algo asustada.-
                  -Perdona, perdona, no pasa nada. Es que acaba de entrar una persona en la tienda que no me apetece ver. ¿Qué me decías de las botellas?-


                  En ese momento pensé que Pons me había advertido de no decir nada a nadie de lo que habíamos hablado. ¿Por qué no me quedaba calladita? – No nada, nada.- le respondí intentando salirme del tema. ¡Lo siento Miguel, tengo que dejarte.  Mi hija me llama desde Nueva York. Tengo que colgar, ya te llamaré.- Naturalmente era mentira, pero no quería hablar más del tema de las botellas. En vez de Paola, quien si me llamó fue mi amigo, el detective Pepe Marrugat, a quien hacía unos días había pedido información sobre Fernando Blanchar.
                  -¡Hola Blanca! ¿Qué tal?-
                  -¡Hola Pepe! Bien, bien. ¿Has averiguado algo de Blanchar?-
                  -Poca cosa. Tal como me dijiste es Relaciones Públicas de la discoteca Xaraida en Lérida. Está casado en segundas nupcias con una “pubilla” de Llinyola. No tienen hijos y la pobre mujer lleva una cornamenta de campeonato. Hacen vidas prácticamente separadas, pero eso supongo que ya lo sabías. De lo que me he enterado es que tiene deudas de juego importantes y necesita dinero ya. Últimamente se le ha visto con una modelo rubia, bastante mona, pero no he podido averiguar el nombre.-
                  -Seguro que es Alejandra Jiménez.- dije de sopetón.
                  -¿Quién?-
                  -Una chica amiga de la mujer asesinada en mi hotel. Pepe, estoy convencida que el tal Blanchar y la modelo tienen algo que ver con el crimen.-
                  -No te extrañe. He sabido también que Blanchar tiene varias denuncias de  malos tratos su primera mujer. Por lo visto la zurraba bastante.-
                  -Bueno, Pepe, gracias por todo.  Apúntalo a mi saldo deudor.
(Como yo era socia de la agencia de detectives no le pagaba)
                  -Olvídate. Prefiero que me invites una noche
 a cenar en tu hotel.-
                  -Eso está hecho. Gracias por todo.-    
             
Cuando colgué el teléfono lo tenía muy claro. Fernando Blanchar y Alejandra habían envenenado a Tatiana. Lo que no sabía era el motivo. ¿Por qué? Tatiana no les dejaba el dinero a ninguno de los dos. Esperaba averiguar más cosas de Alejandra durante mi viaje a Madrid.
                 




































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