24 de febrero de 2010

Capítulo Veintitrés de "Asesinato en el Ampurdan"

23

Llamé al móvil de Pons y con urgencia le pedí que viniera rápidamente al hotel, que creía saber a ciencia cierta como se había producido el asesinato y como se habían llevado las botellas con el veneno. El pobre ya estaba llegando a Barcelona, pero me dijo que daba marcha atrás y volvía al Ampurdan.
Pons apareció al cabo de media hora en el Paraíso Perdido. Yo estaba en la biblioteca, sentada en un sofá y repasando los datos que había escrito hacía un rato.
-Señorita Spinola, espero que sea importante lo que me tiene que decir, ya que estaba casi en la ciudad.-
-Lo siento, inspector. Pero no me he atrevido a contárselo por el móvil. Pero creo saber quien y como mataron a Tatiana.-
-Vale, la escucho.-
-Mire, el sábado por la tarde Alejandra, Tatiana y Blanchar se van de compras. Cuando regresan de Begur, llega un golf rojo con Manuel García haciendo de recadero con las supuestas maletas perdidas. Como se ha comprobado, Iberia no le extravió ninguna maleta, por lo que Alejandra estaba mintiendo para dar paso a García a entregar unas maletas con las botellas de agua envenenadas y la cocaína para drogar a Tatiana.- en ese momento paré mi relato y me encendí un cigarrillo. Di una buena calada y proseguí.
-Por la noche, los cuatro se fueron a cenar. Después de un rato el señor Martí se fue a Barcelona. Según me contó Miguel, su mujer estaba bastante pasada de droga y alcohol, por lo que supongo que no se debió dar cuenta, en cierto momento de la noche que en el agua había arsénico. Cuando se fue el señor Martí a Barcelona, Tatiana debió seguir la juerga con Alejandra y Blanchar. Como ya declaré oí luz, música y risas hasta las dos de la madrugada. El bungalow de Alejandra era justamente el de al lado de la víctima, así que una vez muerta salió sin hacer ruido y se fue a dormir tranquilamente a su bungalow.- ¿Me sigue, inspector? Le pregunté esperanzada de que me diera la razón.
-Si, si, continúe.-
-Bien. Al día siguiente nadie entra el la habitación hasta que Miguel y Diego descubren el cadáver. En ese momento estábamos todos tomando el aperitivo en la piscina. Hago que Diego vigile el bungalow hasta que llegue el doctor, pero “casualmente” Alejandra la manda a buscar tabaco. Cuando Diego la deja apostada de vigía, Alejandra no lleva nada en las manos y cuando llegamos el Doctor y yo, y Diego anteriormente, tiene colgado de su hombro un gran bolso Hermès. Deduzco que durante los 6 minutos que Diego ha ido a por el tabaco, Alejandra ha entrado y ha recogido las botellas del veneno.
Luego momentos antes de la llegada de la policía y haga un registro y posterior inventario del bungalow, aparece el famoso coche rojo, (que en ese momento de nervios no doy importancia)  que supongo que se lleva las botellas que le ha dado Alejandra.
Diego y yo empezamos a investigar y descubrimos que el dueño del coche rojo es un antiguo empleado de Fernando Blanchar en Lérida. A Diego intentan matarle, otra vez el coche rojo con Manuel García al volante. Al cabo de pocos días, aparece el coche despeñado por un barranco y con las botellas vacías con resto de arsénico y el conductor muerto y con un tiro en la sien. ¿Por qué? Quizá sabía demasiado. O Alejandra y Blanchar contaban que se había deshecho de las botellas y no fue así.-
-¿Ya ha acabado?- me preguntó Pons anonadado por mi explicación.
-No, aún falta un poco. Después yo me voy a Madrid y me encuentro por casualidad a Alejandra y a Fernando Blanchar juntos. El me amenaza y en el avión intenta envenenarme. No entiendo como no me doy cuenta, pero es así. Lo único que no veo muy claro es como saben Blanchar o Alejandra que vimos las botellas azules. Igual lo suponen, pues Diego y yo, bueno y Miguel, somos los únicos que entramos en la habitación de la muerta antes de que Alejandra se llevara las botellas.- Pons me interrumpió con cara extrañada.
-¿Usted le ha contado a alguien más que vio las botellas azules en la habitación antes de la llegada de la policía?-
-No, creo que no. Bueno quizá de pasada a Miguel y también a mi amiga María, la que vive en Madrid.- la cara de Pons se estaba alterando. Intenté justificarme. – Al señor Martí se lo conté una vez supe que él no era sospechoso.- le dije.
-¿Y desde cuando no es sospechoso?- me preguntó Pons realmente enfadado.
-Inspector, él no va a heredar. Además déjeme seguir con mi teoría. Yo creo que Blanchar fue quien hizo tomar a Tatiana a la fuerza las botellas de agua con arsénico y al día siguiente Alejandra las retiró. Así entre los dos se reparten la pasta de la herencia de Alejandra. Alejandra siempre alegaba en su favor que ella no sabía nada de ser la hija natural de Tatiana y la noche del envenenamiento pasó por la cama de Blanchar. Entre los dos se cubren para tener una coartada en el momento de la muerte de Tatiana. ¿Qué le parece?-
-Como teoría y para ser una simple aficionada, ¡No está mal! Es posible que sucediera como ha dicho. De momento solo contamos con los testimonios de Diego y Usted con respecto a las botellas azules. El laboratorio no ha encontrado ninguna huella en las botellas con resto de arsénico halladas en el coche de García. Eso quiere decir que las han limpiado, ya que si la señora Martí bebió, tenía que haber dejado alguna huella. Supongo que Alejandra antes de meterlas en su bolso, las limpió. Pero tanto Blanchar como Alejandra no saben nada que estamos sobre la pista de las botellas azules. La prensa no ha sacado nada y el secreto de sumario dictado por el juez, aún es vigente. Pero quien sí lo sabe es el señor Martí y es posible que esté conchabado con Alejandra.- Pons se levantó del sofá y empezó a pasear nervioso por la biblioteca. ¿Quería darme celos de Miguel y Alejandra?
-Bueno, Señorita Spinola, déjeme que piense e todo lo que me ha dicho. Ahora es muy tarde y tengo que coger el coche.-
-Inspector, ¿Quiere quedarse a dormir aquí? Yo le invito. Es muy tarde para que vuelva a Barcelona ahora.-
-La verdad, se lo agradezco. Estoy muy candado y mañana pensaba pasarme por la comisaría de los Mossos de Escuadra en Palafrugell, para recabar más datos del accidente del golf rojo. ¿Es mucho pedir que me hicieran algo de cenar?-
-¡Por favor! Estaré encantada si cenamos juntos.- le dije pensando que siempre iba bien hacerse amiga de un poli. Además el tipo me caía bien, hasta lo encontraba guapo. -¡Acompáñeme a su habitación! Si quiere puedo dejarle algo de ropa de Diego.-
-Gracias, estoy en pie desde las siete de la mañana y me gustaría pegarme una ducha y ponerme ropa limpia.-
Después de dejarle en su habitación, bajé a decir a Manuela que teníamos un invitado para la cena. Como parecía que Pons era de buen comer, le sugerí que se esmerara con la comida y ella me contestó:
-Niña, tú no te preocupes, que las fuerzas del orden van a quedar satisfechas.-
Después de un carpacio de salmón y rape, aderezado con un poco de limón, aceite y soja, unos solomillos a la pimienta verde y un buen vino del Priorato, Pons era Juan y yo ya no era la señorita Spinola, sino Blanca. Pasamos a la biblioteca y el siguió con whisky y yo con gin tonic.
El alcohol una vez más soltó las lenguas y nos contamos nuestras vidas. Juan estaba soltero, tenía 37 años y era un adicto al trabajo. Había nacido en Sabadell y su padre también había sido policía. Lo habían matado unos ladrones en el atraco de una sucursal bancaria. Había estudiado derecho y criminología y era todo un erudito en técnicas de investigación.  (Como en la serie de televisión CSI) Pensé que era un buen policía y una mejor persona. Lo único que me extrañó es que no se hubiera casado, así que a esas alturas de la noche, le pregunté:
-Juan, ¿Por qué no te has casado?-
-No tengo tiempo, trabajo mucho y quizá no ha aparecido la persona adecuada, no sé. Y ya que me preguntas. ¿Tienes alguna relación íntima con Miguel Martí?-
Lo sabía, cada vez que quiero ser indiscreta y pregunto más de la cuenta, se me gira la tortilla.
-¡No, somos amigos, nada más! Le conocí aquí en el hotel, como ya sabes. Nos caímos bien y le he visto un par de veces en Barcelona.- ¿Pero que coño estaba diciendo? ¿Por qué estaba negando mi relación con Miguel? A ver si es que me estaba convirtiendo en un putón desorejado y también me quería ligar al inspector.
-Bueno, Blanca, creo que es hora de ir a dormir. Mañana temprano me iré a Palafrugell, pero volveré a mediodía. Los agentes cambian de turno de vigilancia y quiero comentarles unas cosas. Hasta mañana, buenas noches y gracias por la cena.-
-Buenas noches, Juan.- y nos dimos un beso en la mejilla. La verdad, no estaba nada mal el  inspector. Cada vez me gustaba más.
Después de un sueño reparador, esa noche dormí nueve horas seguidas, me encontraba en plena forma. Desayuné ligerito y me fui al mercado a comprar lo que me había pedido Manuela, con un policía de guardaespaldas. (Era la única manera que Pons me dejase salir del hotel) Mientras estaba comprando verduras, pensé en Miguel, en la extraña relación que manteníamos y la volatilidad de mis sentimientos hacia él.  Claro que el pobre entre los líos de los abogados por el testamento y el trabajo de inventario, debía de estar muy ajetreado.
Dejándole aparte en mis pensamientos, me dediqué a comprar melones. Manuela hacía una crema de melón con virutas de jamón serrano que era buenísima y como ya empezaba a hacer calor, apetecía tomarla.
Cuando llegué al hotel después del mercado, Manuela me dijo que Miguel había llamado. Quería saber donde estaba y si me iba a quedar en casa toda la tarde. ¿Por qué no me llamaba al móvil? Pensé. Desde luego Miguel tenía serios problemas para hablar por teléfono. Igual me quería dar una sorpresa y Manuela había metido la pata. De todas maneras yo notaba un cierto cambio en mis sentimientos hacia él. No sabía concretamente porque, pero desde que me fui de su casa la última vez, nuestra relación había cambiado. Las veces que me había llamado parecía como su fueran de puro trámite o compromiso. Quizá yo sólo había sido una aventura sexual y ahora ya se había cansado. ¡Bueno, pues peor para él! A  mis 43 años ya era una mujer serena y tranquila, sin atisbos románticos y con un gran escepticismo hacia las relaciones de pareja. Además notaba en mi fuero interno, que estaba brotando un nuevo sentimiento hacia Juan Pons, por quien me sentía atraída no solo físicamente, sino mentalmente.


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