5 de febrero de 2010

Capítulo Veinte de "Asesinato en el Ampurdan" y Receta de Bloody Mary






20




El miércoles por la tarde llegué a la capital del reino. A la salida del Puente Aéreo me esperaba José Luis, el chofer de mi amiga María.
-Buenas tardes, señorita Blanca. ¿Cómo está?-
-Bien gracias, José Luis. Gracias por venir a recogerme. ¿Y la señorita María?- le pregunté extrañada de que no fuese la misma María quien viniese a buscarme al aeropuerto.
-La señora la espera en casa. Ha tenido que ir al dentista a la misma hora que llegaba su avión. Pero cuando lleguemos a Madrid seguro que ha acabado.-
Me subí al coche y disfruté un rato de la conducción del chofer, pensando en el tiempo que hacía que no venía a esta ciudad.  Cada vez había más casas y edificios de oficinas. Cuando llegamos a la Moraleja, María estaba en el jardín esperándome. Nos abrazamos y besamos y fuimos al  salón a  tomarnos un “Bloody Mary”.  María los prepara de cine. No se si por el nombre del coktail o por el sabor, pero el caso es que es su bebida favorita. Del mueble bar cogió una coctelera de plata, puso hielo picado, tabasco, perryns, vodka, ajo picado y zumo de tomate, lo agitó todo y lo sirvió en unas copas altas y anchas con un tronquito de apio. Estaba exquisito. Mientras nos tomábamos el segundo “Bloody Mary” me informó que iríamos a cenar las dos solas a Casa Lucio, que estaba muy de moda. A parte de hablar de nuestras cosas, podría ver famosos.
Había conocido a María en Escocia, cuando estudiábamos en Saint Andrews. Ella estudiaba filología inglesa y yo literatura. Nos hicimos íntimas amigas. Cuando ella acabó volvió a Madrid y yo me quedé a vivir en Escocia y nuestra amistad continuó por teléfono y carta, pero siempre que podíamos, volvíamos a vernos. María se había casado con un tipo riquísimo, un señorito andaluz, de Cádiz, muy simpático y aficionado a los caballos. Vivían entre Madrid y Marbella y yo siempre que podía me escapaba a una de sus casas. Como no tenían hijos, María se dedicaba a viajar y me había venido a ver un montón de veces cuando con mi ex marido recurría el mundo entre consulado y consulado.
El restaurante donde me llevó a cenar era el no va más. Situado en el casco antiguo de Madrid, era el lugar de moda por excelencia. El todo Madrid estaba esa noche allí. Desde futbolistas, actores y actrices, modelos, toreros, políticos y toda una fauna de pseudo famosillos, que es imposible de encontrar en Barcelona. Suerte que nuestra mesa estaba en un rincón y podíamos ver pasar a la gente y observarla discretamente, sin que ellos nos vieran a nosotras.
Después de ponernos al día de nuestras vidas, le conté el asesinato de Tatiana, el de Manuel García, lo de Blanchar y Alejandra y la misteriosa botella azul que contenía restos de arsénico.
Capítulo aparte fue lo de Miguel Le expliqué con pelos y señales nuestra relación amorosa o sexual y mis dudas y celos con respecto a Alejandra o cualquier jovencita.
-Bueno, Blanca, ya era hora que tuvieras una relación con alguien. Te iban salir telarañas.- bromeó María- ¡Por cierto! Ese policía, Pons, ¿Qué tal está? Porque hija, no paras de hablar de él.
-Bueno, no se. Ahora que lo pienso está bastante bien. Me gusta, pero como comprenderás no estoy para tener dos relaciones. Además, no creo que yo le guste. Solo quiere protegerme y que no investigue por mi cuenta.-
-¡A ver, cuéntame bien lo del asesinato en tu hotel! ¡Estoy realmente fascinada!- dijo impaciente.
-Bueno, pues Miguel y su mujer Tatiana, vinieron al  Paraíso Perdido hace unas semanas. Ella era muy rica y él tiene un negocio de decoración. Les acompañaba la modelo esa, Alejandra Jiménez, que era la íntima amiga de Tatiana.- ¿Me sigues?-
-Si, claro, continua.- contestó María.
-En el hotel conocieron a un tal Fernando Blanchar. Se hicieron amigos. El sábado por la noche fueron el matrimonio y Alejandra y Fernando a cenar a un restaurante a Palamos. Llegaron al hotel pasada la una de la madrugad y se fueron cada uno a su habitación. Bueno, eso es lo que han declarada a la policía, pero no es cierto. Miguel se fue a Barcelona, el no mintió, ya lo dijo. Pero los otros dos, creo que estuvieron en la habitación de la asesinada.- hice una pausa y bebí un poco de vino. – Yo me había ido a dormir sobre las doce y media. Pero a eso de la una y media, me despertó el ruido del bungalow de Tatiana. Se oían risas, música y mucha juerga.  Las cortinas estaban corridas, con lo cual no pude distinguir ninguna silueta. Volví a dormirme sobre las dos y ya no presté más atención. Al medio día siguiente la encontraron muerta, envenenada y con la cocaína saliendo por todas partes, de tanta que había tomado.-
-¿Y el marido, Miguel, estaba con ella?-
-No, el declara que sobre las una de la mañana se fue a Barcelona después de mantener una discusión con su mujer. El quería el divorcio y ella no se lo quería dar. Hay testigos que lo vieron en una discoteca de Barcelona sobre las tres de la mañana. ¡Ah! Y hay un detalle que aún no te he contado.- encendí un cigarrillo, con la mirada de reprobación de María, que no fuma.
-Cuando vi el cadáver por primera vez, antes de que llegase la policía, vi unas botellas azules de agua en la habitación de Tatiana. Diego también se fijó. Después cuando llegó la policía e hizo el inventario de los objetos encontrados en el bungalow, ya no estaban. Yo mandé a Diego a vigilar la habitación hasta que llegara la policía y la sellase, pero el muchacho tuvo que ausentarse un momento para hacer pis. Alejandra le suplió en la vigilancia. Y lo que creo que ella entró en la habitación de la muerta, se llevó las botellas que contenían el veneno y se deshizo de ellas. - Estaba realmente sedienta de tanto hablar, por lo que volví a pegarme un lingotazo de vino.
-Perdona que te interrumpa- dijo María, -Pero ¿Quién hereda por la muerte de esa mujer?-
-Miguel, su marido.-
-Entonces, ¿Qué tiene que ver Alejandra en todo esto? ¿Porque iba Alejandra a entrar en el bungalow en un espacio de tiempo mínimo y de casualidad, ya que era Diego quien custodiaba la habitación?- las preguntas de María eran de una lógica aplastante.
-María, no tengo ni idea. La policía también baraja la posibilidad del robo de joyas. Miguel está haciendo inventario de todo lo que poseía su mujer, pero eso le lleva tiempo, ya que Tatiana tenía un montón de joyas y viajaba cada vez con unas diferentes.- le contesté dubitativa. Ya no tenía nada claro. En ese momento apareció un conocido de María y se sentó a tomar café con nosotras. Nos quedamos un rato hablando de otras cosas y ya no retomamos el tema del asesinato.
Al día siguiente y después de un baño en la piscina, estuvimos haciendo el vago. La casa de María es una maravilla. Construida en un enorme terreno en la exclusiva urbanización de la Moraleja, es un edificio de una sola planta en forma de ele, con un porche ajardinado que daba a una piscina y una pista de padle.
Por la noche era la fiesta y María, evidentemente, había conseguido invitación para la Joy Eslava. Al pase de modas decidimos no ir, ya que era muy pronto y nos apetecía seguir haciendo el vago. Ya tendría toda la noche para hacer de detective aficionada.
Llegamos sobre las 10 de la noche a la discoteca. La masa de fotógrafos era alucinante. Distinguí a varios periodistas del corazón que conocía por sus tertulias en la televisión. Cuando se lo dijera a Manuela iba a flipar. Ella era tele adicta y sobre todo a esos programas. Aunque su favorito era el de la mañana de Tele Cinco, Día a Día de Maria Teresa Campos. En invierno, cuando el hotel estaba cerrado, sus mañanas de once a dos y media de la tarde consistían en estar delante de la tele y mirar a la Campos que era su Diosa particular. Lo que dice la Campos va a Misa para Manuela. Manuela se sabe la vida de los famosos mejor que ellos mismos.
Después de varios empujones conseguimos entrar y nos sentamos en una mesita de al lado de la barra de la derecha. Desde allí se divisaba todo el local bastante bien y la pista de baile la teníamos al lado. No es que yo quisiera bailar, pero si Alejandra lo hacía, la tendría a tiro de piedra. Sobre las once, el local estaba lleno a rebosar y los flashes de la prensa se habían calmado.
Los camareros nos habían colmado con infinidad de canapés, montaditos, virutas de jamón, rollitos de salmón y no sé cuantas exquisiteces más. Las copas de champagne nunca estaban vacías, ya que a la que me acababa una, había un servicial muchacho rellenándotela.
A eso de las doce no podíamos más de comer y beber y decidí dar una vuelta para ver si me encontraba con Alejandra. Mientras María se quedaba hablando con un amigo, yo me dirigí a los lavabos, necesitaba evacuar el champagne que había bebido. Mientras me lavaba las manos, la puerta de los aseos se abrió y para mi sorpresa, entró Alejandra.
-¡Blanca! ¿Qué haces aquí?- me preguntó con cara extrañada.
-¡Hola, que casualidad! Estoy con una amiga de Madrid. Siempre vengo a pasar unos días con ella. ¿Qué tal tú?-
-Bien, gracias, bueno ya nos veremos, ¡Adiós!- y me dejó con la palabra en la boca. Acababa de entrar y ni tan siquiera se había lavado las manos, y ya se iba. Estaba claro que no quería verme, ni hablar conmigo. Salí de los aseos sin hacer a lo que había ido, e intenté seguirla con disimulo. Vería donde estaba sentada y ya me lo haría venir para hablar con ella otra vez y sonsacarle algo. Alejandra estaba subiendo las escaleras para ir a la segunda planta de la discoteca. ¡Mierda! Que torpe había sido. Le podía haber preguntado cantidad de cosas y no había hecho nada. María vino a mi encuentro y me preguntó:
-¿Donde estabas? Te había perdido.-
-María, me tienes que hacer un favor. Me he encontrado con Alejandra. Ha estado muy antipática y solo me ha preguntado que hacía yo en Madrid. No he podido sacarla nada más. Ve arriba a ver si puedes hablar con ella y luego me lo cuentas.-
-Pero Blanca, si no la conozco ni se como es físicamente.-
-¡No te preocupes por eso! La reconocerás enseguida. El alta y muy flaca, rubia con el pelo muy largo y lleva un vestido de encaje negro bastante transparente. Además lleva un collar de perlas australianas que quita el hipo.- y sin muchas ganas, María se marchó a cumplir mi encargo.
Pasó una hora y ya me estaba empezando a poner nerviosa, cuando volvió María con expresión triunfante.
-¿Qué has hecho tanto rato?- le pregunté.
-¡Se me han enrollado como una persiana!-
-¿Quiénes?- pregunté ansiosa.
-¡Blanca, si te callas te lo cuento!- Mira, he subido y justo sentado con Alejandra, que la he reconocido enseguida, esta mi primo José Felipe con un grupo de modelos. Ya conoces de José Felipe, siempre rodeado de mujeres de bandera.- María cogió su copa y se la acabó de un trago.- Entonces mi primo me ha presentado a la tal Alejandra. Es bastante cretina, la verdad, pero como iba un poco pasada de coca y de bebida, se le ha soltado la lengua. Después de un rato de parloteo, me ha dicho que el mes que viene se va a vivir a Barcelona. Que ha heredado una pequeña fortuna y hay un catalán que le gusta mucho. Se va a vivir a una gran casa de la Avenida Pearson y deja el oficio de modelo. Por cierto ¿Esa calle no es carísima?-
-Si, claro, pero ¿Seguro que te ha dicho que va a heredar? ¿De quién?-
-Eso no lo sé, no se lo he preguntado, no me ha parecido adecuado.- contestó María.
-Pues no entiendo nada. A menos que haya robado joyas y las venda y diga que cobra una herencia. ¿Y con quién estaba sentada Alejandra, a parte de tu primo y las modelos?-
-En la mesa - contestó María haciendo memoria- estaban José Felipe, dos modelos más, Alejandra un amigo de ella, que creo que me ha dicho que se llama Fernando, pero no me acuerdo.-
-¿Qué?- mi excitación iba en aumento. A que iba a resultar que Fernando Blanchar estaba ahí con ella.- Oye, ¿Y te lo ha presentado al tal Fernando como su novio?-
-¡No, que va! Ese no es su novio. Ese no es catalán, y además me lo hubiera presentado como su novio en el momento que me ha hablado del tema. El hombre ese tiene un ligero acento francés, que aunque no ejerzo soy filóloga y el acento franchute no se me escapa.-
-No se, María, es muy raro. Una chica que conocí en una discoteca de Lérida, donde trabaja Fernando, me dijo que Alejandra y él eran más que amigos. Pero el inspector Pons y Pepe Marrugat, el de la agencia de detectives me aseguran que está casado y … en ese momento vi aparecer por la barra donde María y yo estábamos sentadas, a Alejandra y a Fernando Blanchar. Se dirigían directamente hacia nosotras y con cara de pocos amigos. Alejandra se tambaleaba y Fernando la tenía fuertemente cogida por la cintura.
Blanchar se dirigió directamente a mí, soltó a Alejandra, que se tiró bastante borracha o encocada al sofá y me cogió del brazo tan fuerte, que sus nudillos estaban blancos.
-¡Hombre, señorita Spinola, que casualidad! O ¿No es casualidad? ¿No me estará siguiendo verdad?- y mientras me hablaba su mano apretaba cada vez más mi brazo.
-¡Mire, señor Blanchar! Tengo muchas más cosas que hacer en la vida que seguirle a usted. ¡Así que déjeme en paz y suélteme el brazo que me está haciendo daño!- le grité asustada.
-¡La que vas a dejarme en paz eres tu, puta! Te lo advertí, apártate de mi camino o te juro que no podrás ni arrepentirte.- me chilló descompuesto  y cogiendo a Alejandra del sofá y llevándola prácticamente al vuelo, se fueron de la discoteca.
María y  yo nos quedamos sin habla y con más indignación que miedo. Mi brazo había quedado congestionado y sabía que al día siguiente lo tendría morado.
-Blanca,- me dijo María asustada. –Ese tío es un bruto, va en serio. Por favor no te metas en su vida. Tiene pinta de matón. Da miedo.

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